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Informes de lectura

Las razones por las que una editorial acepta o rechaza un manuscrito, muchas veces tienen más que ver con el azar, la casualidad o el accidente, que con cualquier otra razón.

Tabarovsky
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Las razones por las que una editorial acepta o rechaza un manuscrito, muchas veces tienen más que ver con el azar, la casualidad o el accidente, que con cualquier otra razón. Por supuesto, también están los hombres de negocios, los agentes literarios, los concursos fraguados, las prebendas establecidas y las ferias de vanidades; pero eso son detalles menores. Por ejemplo, un pequeño escozor recorrió hace poco nuestro mundo litera-
rio cuando un escritor como Federico Andahazi ganó el premio otorgado por una de las llamadas grandes editoriales españolas. Según se dice, Andahazi, autor de best sellers sobre temas tan variados como el clítoris y Menem, no estaría a la altura de un premio de semejante prestigio y honorabilidad. ¿Pero realmente Andahazi es peor escritor que cualquiera de los ganadores anteriores del mismo premio? ¿No se está usando a Andahazi como chivo expiatorio? La operación es sencilla: al cargar todas las tintas sobre su novela, nada se dice de la de los otros, los ganadores anteriores; por lo general, grandes prohombres de la cultura, la literatura y el periodismo, cuyas novelas no difieren demasiado de la del propio Andahazi.
Volviendo al tema de la edición, hay un problema real. Los editores, desbordados por la pasión escritural de la población, reciben más originales de lo que están en condiciones de leer. Aparece entonces la figura del lector profesional quien, a cambio de un módico estipendio, entrega un “informe de lectura”, para que el editor se haga una idea. Si un libro tiene uno o dos informes favorables, el editor lo lee personalmente. Por supuesto que hay muchos y buenos editores, y muchas y buenas excepciones; pero, en general, esa es la regla, en especial con los autores noveles.
En algunas editoriales norteamericanas, los informes son simplemente formularios con preguntas tales como: “¿A qué público se dirige el libro? ¿Qué posibilidad de éxito tiene? ¿De qué se trata el libro? ¿Cuál sería la mejor estrategia de marketing?”. Son preguntas literalmente absurdas ¿Cómo saber de qué se trata una novela? ¿Y qué importancia tiene? ¿De qué se trata En Busca del tiempo perdido o Tom Jones? Esos informes de lectura, pese a su nombre, curiosamente parecen estar dirigidos a no lectores.
Seguramente en todo esto pensaría Gabriel Ferrater a la hora de cobrar su cheque. Ferrater, muerto en 1972, fue uno de los más grandes poetas en lengua catalana del siglo XX. Erudito como pocos, se ganaba la vida como redactor de informes de lectura. Hace algunos años, en forma póstuma, fueron reunidos y publicados por la editorial Península, bajo el título de Noticias de libros.
Es un libro extraordinario. Un verdadero manual de cómo leer para una editorial, con gracia y talento, y sin preocuparse por el fetichismo del lector, las ventas y el éxito. En total, más de 250 informes sobre libros escritos en lenguas extranjeras, donde lo único que importa es la inteligencia, la ironía y la erudición. Sus informes favorables sobre Raymond Roussel, Nabokov, Sontag o Lowry son perfectas piezas literarias. Pero mucho más personales son sus informes negativos. Acerca de una novela de un tal Lester Goran, leída en pleno franquismo, le informa al editor de Seix Barral: “En España repugnaría a todo el mundo, empezando por los censores, que no la dejarían pasar y probablemente tendrían razón”. Sobre Marxismo y Stalinismo de Georg Lukács empieza diciendo: “A mí, este hombre me resulta especialmente repelente”. Y luego de una larga explicación sobre el porqué de esa impresión, agrega: “Dicho esto, recomiendo la publicación del libro”. Sobre Ginger yor’re barmy, del siempre bien pensante David Lodge, acota: “La irritación de este inglés está condenada a parecernos ingenua”. Y sobre The structure of literature, de Paul Goodman, escribe en la primera línea: “Un libro aterrador. No es bobo, sino todo lo contrario, y precisamente por eso da miedo”.
He aquí el libro de un gran lector, es decir, una persona tan crítica como irreverente.