El período intensivo de correcciones que requiere la economía argentina se compone de eslabones urgentes y fundacionales. El Gobierno hoy tiene logros para capitalizar en el menú de impostergables: la salida del cepo, las correcciones tarifarias y el fin del default son tres hitos que reflejaron un giro de 180 grados en la política económica local y que fronteras afuera simbolizaron un cambio radical. Con este escenario, nuestro país aspira a atraer el radar de atención de los capitales internacionales y posicionarse como una plaza líder de negocios a nivel regional. El desafío es factible para una economía que en pocos meses mutó de la discrecionalidad a reglas de juego convencionales y de la inmediatez a pensar el largo plazo.
Podría pensarse que la salida del default y el cambio en el clima de negocios motorizarán nuevos proyectos y nos permitirá acceder al financiamiento, teniendo en cuenta que otras economías de la región como Brasil, han perdido atractivo. Los fondos deben canalizarse a inversión y a inversión fértil, la que incrementa la productividad del trabajo y, por ende, crea empleos con productividad más alta. Un destino clave para ese flujo de recursos es la infraestructura. Por necesidad, oportunidad y potencial, porque es una pieza clave al ser generadora de puestos de trabajo y porque su ejecución mejora la competitividad, irradiando a todas las actividades de la economía con ofertas de calidad en áreas que hoy son neurálgicas como los sistemas hídricos, la red vial, los puertos y el servicio ferroviario.
No hay dudas de que las iniciativas de inversión con énfasis en la obra de infraestructura tienen sentido cuando se observan desde el punto de vista de las necesidades actuales de nuestro país. Así lo establece un trabajo del Banco Mundial (realizado por César Calderón y Luis Serven) que toma como muestra a cien países y llega a dos resultados: la infraestructura de calidad acelera el crecimiento y reduce la pobreza. Esto último ocurre porque facilita el acceso de los sectores más vulnerables a servicios de mejor calidad, aumenta su capacidad de aprovechar oportunidades de empleo y de realizar emprendimientos. Por otro lado, como es bien sabido, la construcción de infraestructura demanda mano de obra intensiva.
Las inversiones en infraestructura tienen esa virtud extraordinaria, no sólo funcionan como el primer paso para atacar la agenda urgente creando trabajo, actividad y agilizando la economía en el corto y mediano plazo, sino que al mismo tiempo son la herramienta clave para establecer los basamentos de un país que aspira a ser competitivo y a erradicar los costos superfluos y exagerados de un sistema obsoleto.
Con esta premisa, el Gobierno puso en marcha anuncios que van en esa dirección. En la provincia de Buenos Aires, la prioridad son las redes de agua y las cloacas, además de autopistas, rutas, Metrobus y pasos bajo nivel. El plan prevé un presupuesto de 200 mil millones de pesos y que progresivamente se cubra con agua potable a todo el país. La iniciativa apunta también a avanzar en un plan hídrico para resguardar a los pueblos del interior de sequías e inundaciones. Las tareas prevén intervenciones en Formosa, Chaco, Corrientes, Santiago del Estero, Córdoba, Santa Fe y en la provincia de Buenos Aires.
Estas iniciativas en gateras oxigenaron a un sector agobiado y dieron las primeras señales de un país en movimiento. En ese contexto se anunció también el ambicioso Plan Belgrano, que con una inversión de 16 mil millones de dólares prevé resignificar el norte argentino con intervenciones en infraestructura vial, ferroviaria y aerocomercial; la creación de un Fondo de Reparación Histórica, el lanzamiento de un plan de 250 mil viviendas y el otorgamiento de incentivos laborales y fiscales para las empresas que se radiquen en la zona.
Así como fue presentado, el plan configura un ejemplo claro de cómo debe pensarse un proyecto de infraestructura. Con bases de desarrollo integral, debe contemplar un conjunto de medidas para fomentar la generación de empleo, obras que mejoren la performance productiva y también, una serie de medidas específicas para los sectores económicos existentes y otras para estimular a aquellos con potencial de crecimiento. En este caso, el Plan Belgrano apunta a incrementar la potencialidad del Norte en dos dimensiones, reduciendo los costos logísticos y mejorando la conectividad de la región con el resto del país y con los países limítrofes.
Los inversores internacionales que ya proyectan sus carteras para 2017 podrán estudiar una oferta diversa de segmentos y acciones en la Argentina. En esa hoja de ruta, las reformas estructurales listan una agenda de prioridades que contempla la financiación de emprendimientos en puertos, sistema ferroviario y la red vial, entre otras.
La modernización del sistema portuario es uno de los vértices ya que hoy el 90% del comercio exterior de nuestro país se realiza por vías fluviales. Las inversiones necesarias en puertos se estiman en US$ 1.140 millones en cinco años para lograr mayor profundidad de canales, que los buques partan con mayor volumen de carga y la incorporación de más tráfico. En esa nómina figura también la mejora del sistema aeroportuario, que requerirá inversiones por US$ 727 millones para optimizar el servicio, adecuar las terminales a la mayor demanda de tráfico de pasajeros y para sumar volúmenes de carga.
En tanto, el sistema ferroviario muestra dos caras: un aumento del 24% en los pasajeros transportados desde 2012 (luego del accidente de Once) hasta 2015 y un incremento del 13% en el subte. Pero también una reducción del 14% en la cantidad de toneladas transportadas. Una breve radiografía del servicio permite diagnosticar que sólo el 30% de las vías se encuentra en buen estado, mientras que casi el 53% tiene una condición regular, y el restante 16% está en mal estado. Las inversiones estimadas en US$ 7 mil millones deben destinarse a mejorar las vías y la señalización, al material rodante y a mejorar el acceso a los principales centros de consumo y de exportación.
Otro segmento de atención urgente es la red vial. Argentina tiene pendientes inversiones por 82.600 millones de pesos para la construcción y ampliación de 10 mil km de redes troncales que deberá ejecutar hasta 2020 para lograr la integración de los principales nodos productivos nacionales.
En los últimos nueve años, el crecimiento de la red vial fue sólo del 6%, mientras que la cantidad de vehículos en circulación aumentó más del 40% durante el mismo período. Lo más llamativo es que a pesar de la deficiente infraestructura vial, hoy el 84% de la carga se transporta en camiones, un medio que es un 75% más caro que el ferrocarril, lo que impacta directamente en el nivel de competitividad de nuestro país.
En nuestro país hay demasiadas tareas a realizar de manera simultánea: bajar la inflación, aumentar el empleo, reducir la pobreza y modernizar la infraestructura y la logística. Cuando hay muchos objetivos simultáneos, la política debe establecer los recursos para lograrlos y ése es el desafío radical. Las inversiones en infraestructura hoy son las llaves de ese desafío, pero sobre todo, configuran los fundamentos del desarrollo de una Argentina competitiva.
// Director de ABECEB