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‘Judas’ recargado

La salida de Alberto Fernández del Gobierno se parece más a la renuncia de Chacho Alvarez que al voto “no positivo” de Cobos en el Senado tras intentar, sin suerte, un cuarto intermedio para no expresar su desacuerdo. El jefe de Gabinete no sólo se fue: se fue de la peor manera, haciendo saber sus desavenencias.

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Periodismo puro. La tapa del diario PERFIL del sábado 12 de julio, que adelantó la renuncia del jefe de Gabinete, y el “renunciado” con Van der Kooy y Julio Blanck.

La salida de Alberto Fernández del Gobierno se parece más a la renuncia de Chacho Alvarez que al voto “no positivo” de Cobos en el Senado tras intentar, sin suerte, un cuarto intermedio para no expresar su desacuerdo. El jefe de Gabinete no sólo se fue: se fue de la peor manera, haciendo saber sus desavenencias.

Los lectores de PERFIL tuvieron la posibilidad de enterarse de su partida doce días antes (ver en página 5 la columna de Javier Calvo), con desusada precisión, “después de la votación en el Senado y antes de fin de mes”, porque Alberto F no quería ser parte del Gobierno que enviase al Congreso una Ley de Radiodifusión que lo enfrentara con el Grupo Clarín (por su parte, el conciliador Cobos se manifestó a favor de una nueva Ley de Radiodifusión).

Freud no creía en la casualidad, pero quizá en este caso lo sea. Tras su renuncia, Alberto Fernández visitó el programa de TV de los dos principales columnistas políticos del diario Clarín, Eduardo van der Kooy y Julio Blanck.

Las fuentes. Ese mismo día, Van der Kooy y Blanck escribieron en Clarín sobre la salida del jefe de Gabinete, y en varios textuales dejaron en claro que la fuente era el propio renunciante.

Van der Kooy destacó “la distancia creciente entre el matrimonio presidencial y Alberto Fernández”; que “el sentido crítico lo fue aislando progresivamente a Alberto Fernández en el círculo íntimo”, y que la última vez que ingresó a la residencia de Olivos fue para “disuadir al matrimonio, en compañía de Zannini, de abandonar el poder. Los Kirchner pasaron esas horas de dolor y de fastidio hablando con Rudy Ulloa, el empresario de medios de Río Gallegos, y Cristóbal López, el empresario del juego más importante del país”; que “hay un Kirchner intolerante, encerrado, que empeoró” y “aleja del poder (a Alberto F)”, quien “sin entender ese fenómeno, se sigue preguntando qué le ocurrió a Kirchner” y “por qué ahora, cuando debutaba Cristina y nunca antes, cuando él mismo debió enfrentar situaciones embarazosas”, y que las respuestas a estas preguntas “quizá estén en el entramado del género humano o también, por qué no, en la psicología”.

Por su parte, Julio Blanck escribió que Alberto F “trató de evitar el doble comando, de notorio efecto pernicioso para la gestión”; que su salida obedece a “una creciente visión crítica sobre la marcha y estrategia política del Gobierno, que le valió un progresivo enfriamiento de la relación con Néstor”; que “vivió una decepción más” porque otros “cinco ministros que comulgaban mucho más con su modo articulado y dialoguista de procesar los conflictos que con el estilo topadora enceguecida propio del kirchnerismo” no siguieran sus pasos (las negritas en ambos textos son las mismas que colocaron sus propios autores).

Hipocresía. Sorprende ver que Alberto Fernández termine haciendo suya “la construcción de la realidad” que desde hace tanto tiempo vienen haciendo este diario y la revista Noticias. Y que la haga suya justo quien supervisaba las áreas desde donde se discriminaba y castigaba a estos medios por difundir ese “relato”. Y causa gracia que precisamente PERFIL, que nunca tuvo como fuente al ex jefe de Gabinete, haya sido el que publicara la primicia sobre su renuncia. Tampoco debe ser por casualidad.

Es una historia repetida: mientras los gobiernos cuentan con la aprobación de la mayoría de la sociedad, todos sus funcionarios y una parte de la prensa sólo ven los aciertos, para luego descubrir todos los defectos juntos cuando esos gobiernos pierden popularidad. Cuando eso sucede, los neocríticos explican que el Gobierno cambió. ¿No fue siempre Néstor Kirchner una “topadora enceguecida”, y la única diferencia es que antes ganaba y ahora pierde? ¿No era Alberto Fernández quien siempre aparecía ante todas las cámaras, defendiendo lo indefendible con cara de piedra? Y aun aceptando que la presencia de Moreno le resultara a Alberto Fernández “insoportable” sólo ahora y no antes, ¿no podría haber tenido la dignidad de renunciar recatadamente e irse sin ventilar sus diferencias con el matrimonio presidencial?