Los teléfonos y grabadores de los cronistas radiales y las cámaras de la televisión hacían un remolino a su alrededor. El gobernador estaba enardecido:
—Hemos puesto toda nuestra voluntad pero, por la intransigencia y el capricho del Gobierno nacional, no pudimos llegar a un acuerdo.
—¿Van a llamar a una movilización a Plaza de Mayo?
—Es una posibilidad que estamos estudiando.
—¿Usted convocó recién a una rebelión institucional y reclama que se someta a juicio político al Presidente?
—La rebelión institucional de la que yo hablo es sin violencia y es para que se pongan en marcha todos los mecanismos institucionales previstos para salir de esta situación.
—Pero, ¿para quién pide juicio político?
—A todos los funcionarios que no cumplan la ley.
—¿Incluye al Presidente de la Nación?
—¿Por qué no? ¿O acaso hay impunidad para los funcionarios que no cumplen con la ley? ¿Cómo es esto? Basta. No puede ser que un funcionario se encapriche y no quiera cumplir con la ley. Ya se han superado todos los plazos y si no cumple con la ley está violando los deberes de funcionario público. El Presidente, en una actitud irresponsable, nos está confiscando los fondos a las provincias y eso no lo vamos a permitir… Es insólito que no cumpla la ley... ¿Qué queda entonces para el resto de los argentinos?
—¿Han pedido una audiencia con el presidente?
—Trajimos personalmente una demanda ante la Corte Suprema de Justicia porque este gobierno es absolutamente autista y sólo le interesa consolidar su esquema de poder a espaldas de lo que la gente votó.
Néstor Kirchner, el gobernador de Santa Cruz, repartía sopapos a Fernando De la Rúa y todo el gobierno de la Alianza enojado porque una ley enviada por el ex presidente dejaba sin efecto el piso de la coparticipación federal a partir del año 2002. “Así es fácil lograr el déficit cero. Cualquier tenedor de libros lo puede hacer”, decía en momentos de convulsiones sociales y a días de que De la Rúa huyera en helicóptero desde el techo de la Casa Rosada.
Cualquiera puede acceder al audio original de estas declaraciones en la página web de Cadena 3, la radio cordobesa más escuchada.
Es previsible, pero también inevitable, pensar cuál sería la actitud de aquel mandatario patagónico y actual presidente de facto si hoy algún gobernador expresara reclamos y conceptos similares.
La palabra “destituyente” sería un eufemismo, casi una jactancia intelectual. En boca de Néstor, “oligarca golpista” sonaría más contundente.
No se trata de dar un golpe bajo. Nadie resiste un archivo y todos nos equivocamos o cambiamos de parecer. Incluso las circunstancias y el contexto histórico son muy distintos. Pero también es cierto que el matrimonio Kirchner está muy cuestionado –entre otras cosas– por su apego al doble discurso, la hipocresía y esa arbitrariedad para dividir a los argentinos y a la humanidad entre buenos y malos con la curiosa casualidad de que los buenos son siempre –inexorablemente– los que están de su lado.
Tal vez por eso los periodistas de Las Parejas y Armstrong –la patria de las maquinarias agrícolas– han subido a YouTube declaraciones del candidato a presidente Néstor Kirchner. En rueda de prensa, en 2002, dice que “las retenciones de 500 millones de dólares a la provincia de Santa Fe son una política equivocada que sólo sirve para bancar la burocracia del Estado nacional”. Y propone la creación de “un fondo fiduciario para que todo ese dinero se invierta en obras de infraestructura que ayuden a poner en marcha a la provincia”.
Son ejemplos irrefutables que desnudan ese maniqueísmo irritante que postula que los cacerolazos son expresiones populares, pacíficas y participativas de una clase media comprometida si se hacen sonar contra De la Rúa y, en cambio, son el ariete de la Sociedad Rural que quiere derrocar a un gobierno nacional y popular si atronan contra Cristina.
Ayer, el grito era “piquetes y cacerolas/ la lucha es una sola” y hoy es “nada se arregla con bocinazos y cacerolas” porque muchas veces “la clase media actúa contra sus propios intereses”, tal como amonestó la Presidenta desde la Plaza de Mayo.
Hay demasiado dogmatismo negador de la realidad. Para un discurso demagógico y de emergencia puede servir engañarse a sí mismo y creerse sus propias mentiras como enfermos de bovarismo. Pero eso tiene patas extremadamente cortas a la hora de analizar lo que pasa y estudiar los mecanismos para solucionar los problemas o transformar las injusticias.
Así es muy fácil equivocarse en los diagnósticos y acusar a la realidad de conspiradora. ¿La pequeña y mediana burguesía, que votó a Aníbal Ibarra en su momento o a Hermes Binner y ahora manifiesta su fatiga frente al autoritarismo sordo del Gobierno, se convierte en un enemigo fascista o en una nueva-vieja derecha? ¿Nunca hay un mensaje que obligue a revisar las posturas del propio Gobierno? ¿O no registran que mientras menos voces se escuchan y mientras menos apertura mental se tiene es más fácil meter groseramente la pata como el Gobierno hizo en estos cien días que conmovieron a la Argentina?
Un dato más. En Río Cuarto, uno de los corazones más poderosos del complejo agroindustrial de la Argentina, mañana hay elecciones de intendente. El candidato peronista no es malo pero puede perder. En todas las encuestas aparece con una mochila de piedras que lo tira para abajo: la imagen positiva de Cristina es apenas del 13% y eso que en esa ciudad ella hizo una excelente elección cuando ganó la presidencia. ¿Quién se está equivocando? ¿Aquellos que la votaron? ¿Este 13% que la volvería a votar ahora? ¿O el Gobierno?
La caída vertical e inédita del matrimonio presidencial en las encuestas es otro dato que ignoran tozudamente y en forma suicida desde el poder K. Hay una patológica costumbre de negar lo evidente. Y eso es letal para cualquier gobierno. Lo lleva a aislarse hasta el absurdo. A pelearse con todos, todo el tiempo. Ahora lo están pagando Hermes Binner, a quien, además de todos los maltratos de la semana pasada, le sumaron la innecesaria descortesía de no concurrir al acto del Día de la Bandera –no de la soja– y ni siquiera darle explicaciones.
A Juan Schiaretti, según confirmó José Manuel De la Sota, le “discriminan la provincia” a la que ya le deben 1.600 millones de pesos y la han bajado de varios planes de asistencia.
A Julio Cobos lo dejaron colgado del pincel porque tuvo “el atrevimiento” ¿destituyente? de convocar al diálogo a los gobernadores de las provincias involucradas. Para ver la dimensión de la irresponsabilidad y perversión vale la pena recordar que Cobos es el vicepresidente de la Nación. Los gobernadores Scioli, Capitanich y otros se “excedieron” en su independencia y aceptaron gustosos la invitación porque creen sinceramente en el diálogo. Pero de inmediato el rayo congelante de Néstor los obligó a pasar vergüenza pública y dar marcha atrás. Y eso que el diálogo no apuntaba a cambiar ni una coma de la decisión de los Kirchner. Era sólo una forma de poner paños fríos, de vestir un poco más democráticamente la orden de votar con el máximo verticalismo explícito el proyecto de ley que mandó el Poder Ejecutivo.
El gesto de Cobos, con la mejor intención de ayudar a romper el hielo y a bajar los decibeles de los enfrentamientos, fue tirado a la basura por el matrimonio presidencial. ¿Es necesario lograr por violación lo que se puede conseguir por seducción? ¿La amenaza y el látigo son la única forma de demostrar poder? Pues bien: hasta ahora ha sido la única forma de perder poder. La gran novedad es que la rebelión de los pueblos del interior que Néstor supo conseguir y fomentar ahora se trasladó puertas adentro del Gobierno y del Partido Justicialista, convertido en su último bastión. Ahora la rebelión comenzó a fermentar en la propia granja.
La tensión institucional creada con Cobos –y por extensión con todos los radicales K y muchos kirchneristas progesistas no peronistas– está a la vista. Pero hay más. Algunos gobernadores, varios intendentes poderosos del conurbano y ciertos sindicalistas pesados pusieron el grito en el cielo el día en que Luis D’Elía le declaró la guerra al “jefe del golpe”, Eduardo Duhalde, y recordó muy parcialmente –según Kirchner– la Constitución Nacional allí donde habla de “armarse para defender a la Patria”.
José Luis Gioja, el gobernador sanjuanino, lo dijo con todas las letras: “Ese señor no me representa”. Moyano amenazó con no ir al acto. De hecho, su impresionante columna fue la última en llegar y la primera en irse de la plaza, mientras Cristina seguía castigando en su discurso a los 4 jinetes del Apocalipsis. Si se pasa el peine fino por la modesta movilización a Plaza de Mayo, se descubre que los caudillos más salvajes del peronismo bonaerense movilizaron poco y nada. Lo justo para cumplir.
¿Qué pasó? Están hartos de movilizar a cada rato cada vez que D’Elía o Kirchner se enojan. Les molesta que acusen a Duhalde de viejo golpista, porque ellos fueron sus compañeros de ruta por mucho tiempo. ¿Mario Ishii, Hugo Curto, Raúl Otacehé o Julio Pereyra fueron también “golpistas” según el evangelio piketero o son vírgenes progresistas defensoras de los derechos humanos?
Otro dato clave: cada vez les cuesta más llevar gente a los actos. Y la palabra “cuesta” hay que entenderla en todas sus acepciones. No hay plata que les alcance. Los muchachos cada vez piden más y los intendentes cada vez tienen menos. Por eso también fue tan pobre el acto de la cancha de Almagro.
Los peronistas llevan en su ADN el olfato de los tiburones ante la sangre para descubrir el poder. Acuden velozmente en auxilio de los ganadores y por eso los intendentes rodearon a Néstor Kirchner y su chequera. Pero también tienen una sensibilidad muy desarrollada en su memoriosa pituitaria –parafraseando a Arturo Jauretche– para registrar las debilidades políticas y las pérdidas de consensos de sus jefes. Por eso cada día hay más peronistas que están tomando públicamente más distancia de Kirchner y muchos otros –por ahora– lo hacen en voz baja o se preparan para pegar el salto.
De la Sota lo dijo en televisión: temen que Kirchner se lleve puesto al peronismo, tal como De la Rúa se llevó puesto al radicalismo. El dos veces gobernador de Córdoba interpretó esos nuevos vientos que soplan y ya abrió una oficina al lado del Congreso. La atiende el ex titular del bloque de diputados justicialistas, Humberto Roggero, y ya hay varios cuadros que comenzaron a revolotear como Julio Bárbaro, por ejemplo. El jueves, De la Sota desayunó a solas con Eduardo Duhalde y estudiaron el mapa de la crisis. El bonaerense partió luego a Mar del Plata, donde declaró muy fuerte contra los Kirchner y homenajeó al campo; y el cordobés tuvo un encuentro con varios muchachos importantes de la CGT.
Esto recién empieza. Sería obsceno hablar de candidaturas en medio de los terremotos económicos y políticos en danza. Pero muchos dirigentes están diseñando una corriente de opinión que podría convertirse en una línea interna del PJ no K, para cobijar a todos los expulsados a la Siberia, empezando por Reutemann y Busti. Un desafío que es una nueva herida en este accidentado Gobierno, que necesita urgente una transfusión de sensatez, pluralismo y mucha más democracia.