COLUMNISTAS

Kirchnerismo explícito

Horario de protección al lector. Advertimos que, a partir de este momento, se sucederán escenas de kirchnerismo explícito que pueden tener contenidos inconvenientes o demasiado descarnados para toda persona de espíritu sensible que no esté acostumbrada a la metodología feroz e implacable con que se ejerce el poder en Argentina.

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Horario de protección al lector. Advertimos que, a partir de este momento, se sucederán escenas de kirchnerismo explícito que pueden tener contenidos inconvenientes o demasiado descarnados para toda persona de espíritu sensible que no esté acostumbrada a la metodología feroz e implacable con que se ejerce el poder en Argentina.

La radio de Daniel Scioli recién había marcado el top de las 6.30 de la mañana. Apenas había ten­­ido tiempo de ver en Clarín y La Nación su nombre en las crónicas del día que rebotaban sus más que prudentes declaraciones sobre la posibilidad de acercar posiciones entre el gobierno de Cristina y el campo. Había interrumpido su visita a Brasil con empresarios bonaerenses atento a la gravedad que iban tomando los acontecimientos. Del avión había ido directamente a la Casa Rosada a pedir instrucciones y el resultado estaba en los diarios. Se sentía satisfecho. Hasta que sonó el teléfono rojo. En realidad, ese celular que sólo suena cuando llaman los Kirchner o Alberto Fernández. Se sacudió la modorra del recién levantado y atendió esperando el reconocimiento. Pero el ex presidente lo saludó con un rosario de insultos. “¿Quién carajo te creés que sos para aparecer como el salvador o el moderado que se va a quedar con todo el rédito de un acuerdo?”, fue lo mas civilizado que le dijo.
—Pero, presidente, yo arreglé esto ayer con Cristina…
—Así que lo arreglaste con Cristina…Ya vas a ver.
Y cortó la comunicación. El gobernador de Buenos Aires no tuvo tiempo ni de sentarse. Volvió a sonar el maldito ringtone. Era Cristina.
—Pero Presidenta, ¿no se acuerda que lo arreglamos ayer? Antes de mandar el cable de Télam yo se lo envié a Alberto para que lo autorizara y me dijo que estaba todo bien.
—Así que lo arreglaste con Alberto… Ya vas a ver.
Y cortó la comunicación. Karina Rabolini seguía durmiendo sin registrar cómo se transformaba la cara de su esposo. Sonó por tercera vez en menos de cinco minutos ese aparatito cada vez más parecido a la silla eléctrica. Era Alberto Fernández.
—¿Qué hiciste, Daniel?
—Nada. Sólo lo que acordamos. Si vos viste el cable de Télam antes que lo despacharan.
—Bueno, bueno. Olvidate de todo. Vamos para atrás. Nada de mediador, nada de acercar posiciones. No hablés más del tema.

El gobernador Juan Schiaretti estaba reunido con los productores agropecuarios de Córdoba. Trataba de hacer malabarismo con las palabras y las cifras para calmar los ánimos y explicarles que si los pagos de las compensaciones se demoraban, la provincia les adelantaría el dinero. Decía comprender la bronca y las necesidades de los chacareros que lo votaron y pedía que lo comprendieran a él. Habían sido días duros de ausencia total en el escenario nacional de apoyo a Cristina que habían montado los Kirchner. A dos despachos de distancia se producía la siguiente comunicación telefónica:
—Hugo, decile al Gringo que se deje de joder con los del campo. Decile que si no se pone las pilas con Cristina no le vamos a mandar un solo mango para las obras de infraestructura. ¿Está claro?
—Sí, José.
Hugo es el ingeniero Hugo Testa, ministro de Obras y Servicios Públicos de Córdoba. Y José es José López, lugarteniente del arquitecto Julio De Vido en el Ministerio de Planificación Federal. Estaban hablando de 300 millones comprometidos mediante contratos con empresas privadas. Testa interrumpió la reunión de Schiaretti, le transmitió la “apretada” de López, es decir, de Kirchner, y juntos resolvieron las declaraciones de ambos en distintos tonos pero diciendo más o menos lo mismo: que si perjudicaban a Córdoba con el envío de fondos estaban dispuestos a recurrir a la Justicia para reclamarlos, o sea, a hacer público el enfrentamiento y a desnudar en toda su magnitud la metodología K. Fiel a la costumbre kirchnerista de construir desde el borde del precipicio y de tensar al máximo las situaciones pero sin comer vidrio, el jueves apareció Schiaretti por la Casa Rosada y de golpe dejó de ser traidor, colaboracionista de los golpistas del campo y, tras la promesa concreta de recibir los fondos que le corresponen, pasó a ser un posible candidato a integrar la lista que propone a Kirchner como presidente del PJ.

El miércoles pasado, los trabajadores de la agencia Télam se declararon en asamblea permanente y decidieron protestar mediante la retención de tareas por turnos en las 48 horas siguientes. El disparador del conflicto fue el cierre del jardín maternal que funciona en la planta baja desde hace una década. Pero la resolución de los periodistas de la agencia del Estado reclamó en su punto número 7:  “Repudiar el vergonzoso servicio periodístico que censura maliciosamente, tala, poda y prohíbe informar verazmente a los asociados y al conjunto de pueblo argentino”. El petitorio fue elevado a Enrique Albistur y a Alberto Fernández, de quienes depende la agencia de noticias y en su último punto solicita “una inmediata reunión con el presidente del directorio, Martín Granovsky”. A primera vista parece una buena tarea para el hogar para el OKM, Observatorio Kirchnerista de Medios, impulsado por el decano de Ciencias Sociales, Federico Schuster, que, en un solo gesto, puso una prestigiosa universidad de todos los argentinos al servicio de un partido político. Las cámaras de televisión estatales y para-estatales ¿se atreverían a mostrar a esos periodistas con cartelitos que digan “Télam miente” o “Télam = Todo Enteramente Lindo Amigos de los Medios”?
 
Pregunta rara que anda circulando por los pasillos del poder: ¿Kirchner está enojado o satisfecho con Mario Das Neves? ¿Los inéditos misiles que le disparó el gobernador de Chubut a Alberto Fernández tuvieron el beneplácito o la oposición de Néstor Kirchner? Ya hemos dicho que el jefe de Gabinete salió muy herido políticamente del terremoto del campo. Cobró por todos lados incluso del lado del matrimonio Kirchner. Nadie pone las manos en el fuego por la continuidad de Alberto hasta el final del mandato de Cristina. Siempre tuvo la fuerte oposición de algunos pingüinos, encabezados por De Vido, pero ahora también se sumaron algunos porteños que ven con pena cómo se cae a pedazos el PJ Capital. Por eso la duda tiene asidero. Pedir públicamente la cabeza de Alberto Fernández era algo impensado hace un par de meses para un gobernador kirchnerista de la primera hora como Das Neves. Sin embargo, los ladridos de los mastines albertistas para defender a su jefe fueron muy débiles frente a la magnitud del ataque. Algunos comunicados formales y livianitos. Sólo el gobernador de San Juan, José Luis Gioja, que fue fanáticamente menemista-duhaldista-kirchnerista, utilizó confusamente una metáfora peligrosa. Calificó a su par de Chubut como una rata que huye del barco. La primera parte del dicho popular plantea que eso ocurre cuando el barco se hunde. Se supone que el sanjuanino no creerá que el barco esté por hundirse, porque dijo que el barco –que es el Gobierno K– se mueve.

También conviene seguir con lupa el caso de Ricardo Jaime. Se lo considera un talibán de Kirchner que cosecha para la corona. Tiene demasiados expedientes en la Justicia que por ahora no avanzan. Pero en los últimos días han surgido dos temas que ponen signos de pregunta sobre su condición de intocable. Charly García diría que sus cuestionamientos viajan en tren y en avión. Jaime brilló por su ausencia en el viaje de la Presidenta a Francia. Uno de los temas importantes de la mini-gira era el tren bala y no estuvo en la comitiva el secretario de Transporte. Es un dato. Pero se le suma otro: en cualquier momento, la Presidenta firmará el decreto correspondiente para la designación del legislador salteño Marcelo López Arias y del ex ministro de Jorge Telerman, Juan Pablo Schiavi, como titulares de dos sociedades del Estado que van a funcionar bajo la órbita de Julio De Vido y que fueron creadas hace un mes por la ley de reordenamiento ferroviario. Los Kirchner quieren hacer una revolución productiva alrededor de los ferrocarriles: recuperar la industria y la cultura de los trenes. Argentina ya no fabrica vías ni capacita profesionales de este sector. Intentar revertir esa maldita herencia menemista es una buena noticia. ¿Cuántas rutas hay que construir para soportar los 600 mil camiones que hoy circulan y el crecimiento exponencial que se espera? Durante el gobierno de Perón, de los 65 millones de toneladas que se producían 50 se transportaban por ferrocarril. El año pasado la cosecha fue de 110 millones de toneladas y solamente 17 viajaron en tren. Pero el costado político es que esto también serviría para recortar el poder de Ricardo Jaime en un tema tan delicado y en donde se mueve tanto dinero.
Respecto del aire fue muy impactante la orden que Jaime le dio a Aerolíneas Argentinas de que no acatara un fallo de la Justicia. Muchos recordaron que el mismo consejo les dio Domingo Cavallo a los bancos respecto a los fondos atrapados en el corralito. Un par de jueces confesaron reservadamente a PERFIL que esa actitud constituye “por lo menos incumplimiento de los deberes de funcionario público” por si algún fiscal quiere tomar cartas en el asunto. Pero lo más grave es que ya es vox pópuli que Jaime en complicidad con el titular del gremio de los pilotos, Jorge Pérez Tamayo, están interesados en bajar el valor de la empresa para facilitar una operación de compra de acciones por parte de algún capitalista amigo del Gobierno. Se repetiría así una maniobra que ya se hizo en varias empresas energéticas y de medios de comunicación que son consideradas estratégicas por los Kirchner. Sólo que esta vez hay funcionarios que dicen que Jaime se cortó solo y que avanzó más allá de las órdenes de Kirchner y que por eso también está nominado.

Por sus iniciales podríamos decir que Karl Kraus es un intelectual K. Pero el escritor austríaco dejó entre otras genialidades una frase que puede aliviar la densidad de las situaciones más arriba narradas: “El problema con los políticos es que les mienten a los periodistas y después, cuando leen en los diarios lo que dijeron, piensan que es cierto”