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SI NESTOR LO DICE...

Kirchnerismo, no existís

Como Wally, el personaje del entretenimiento visual creado por el británico Martín Handford, Néstor Kirchner hace como que no está, pero, buscándolo bien, siempre aparece. Tras la humillación electoral de hace apenas cuarenta y dos días, el marido de la Presidenta juega con todos nosotros a que se fue, pero descontando que sabemos que no es así y apostando a que, justo cuando empezamos a preguntarnos ¿dónde está Kirchner?, nos resulte simpático u ocurrente o al menos sorpresivo descubrirlo al grito de ¡acatáaaa!

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Como Wally, el personaje del entretenimiento visual creado por el británico Martín Handford, Néstor Kirchner hace como que no está, pero, buscándolo bien, siempre aparece. Tras la humillación electoral de hace apenas cuarenta y dos días, el marido de la Presidenta juega con todos nosotros a que se fue, pero descontando que sabemos que no es así y apostando a que, justo cuando empezamos a preguntarnos ¿dónde está Kirchner?, nos resulte simpático u ocurrente o al menos sorpresivo descubrirlo al grito de ¡acatáaaa!
El jueves reapareció en Quilmes de traje negro, corbata roja y tono de mesurada Ave Fénix, aquel pajarraco mitológico de garras fuertes y pico agudo que solía renovarse en los incendios. Claro que la efectividad de los antiguos mitos dependía, básicamente, de que un montón de pelandrunes estuvieran dispuestos a creérselos.
Kirchner no volvió: él mismo se encarga de demostrar cada tanto que nunca se fue. Kirchner no salió fortalecido de la derrota: siempre esquivo a las autocríticas, ahora está buscando la mejor puerta de salida posible.

De ningún otro modo debería entenderse la frase más autoevaluatoria de todas las que enhebró en la Casa de la Cultura quilmeña, flanqueado por el intendente Francisco “Barba” Gutiérrez y el gobernador Daniel “Pupi” Scioli: “El kirchnerismo no existe... los “ismos” nunca existieron. Pertenecemos a un espacio nacional y construiremos una alternativa para 2011”, dijo el Pingüino.
Se ve que el hombre ha hecho sus cuentas, pero sigue sacando conclusiones bastante megalómanas. Decir que nunca existieron los “ismos” habiéndose formado desde chico en el peronismo y aceptado hace tan poquito que su única manera de ejercer el poder durante un período largo era tomando el control del PJ, sólo habla de que Don Néstor está enojadísimo con todos los peronistas que no advirtieron en su figura la reencarnación de Juan Domingo Perón.
Sí tiene razón, en cambio, en que nunca existió el kirchnerismo, un término que sólo tiene el peso de una abreviatura periodística para evitar referirse a “los que se encolumnan circunstancialmente detrás de Kirchner”.
Digamos que el kirchnerismo siempre fue más un deseo del matrimonio presidencial, estimulado por las debilidades y desatinos de sus rivales, que un movimiento potente basado en sólidas convicciones.
Algún día se le agradecerá a Néstor Kirchner que haya logrado revalorizar la figura presidencial y reencauzado a un país al borde de la autodestrucción. De ahí a hacer doctrina, sin embargo, hay un abismo.

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Así como sería muy productivo que un día algún radical hiciera un sesudo mea culpa sobre el estruendoso y dañino fracaso de la Alianza, Kirchner y Señora aún están a tiempo de explicarse por qué en su elección nacional más rutilante (la que llevó a CFK a la Presidencia) no superaron el 44% de los votos y por qué desde entonces fueron sintiendo la necesidad compulsiva de tratar de “traidores” y “destituyentes” a todos los que les pusieran algún pero, mientras ellos consolidaban alianzas con lo más rancio y corrupto de la política en base a un uso intensivo de la caja. Antes que a purificadas intenciones, la plata llama a la plata.


Es cierto: hay políticos muy malvados que siempre quisieron que a los K les fuera mal. Hay algo más cierto aún: la sociedad no está buscando liderazgos hegemónicos y autorreferenciales, sino personas intelectualmente honestas que les resuelvan los problemas. El INDEC tapó la inflación y el empobrecimiento. El discurso distributivo tapó una nueva vuelta de tuerca de concentración económica. El concepto “sensación de inseguridad” tapó al delito como única industria en alza. Las manos taparon al sol. Y lo ilusorio suele durar muy poco.
La frase de Kirchner en Quilmes tiene una segunda parte no menos significativa: “Construiremos una alternativa para 2011”. Sólo un loco de atar podría entenderla como la promesa de construir algo diferente a lo que hay, ya que lo que hay hasta 2011 se llama Cristina Fernández de Kirchner. Y sólo un pavote podría creer que Kirchner se adjudica alguna chance de ganar las próximas presidenciales. El mensaje fue dirigido hacia el interior del peronismo, ese “ismo” que, aun fragmentado, existe y lo desvela. Sólo les quiso aclarar a sus malqueridos compañeros que no está muerto quien pelea y, sobre todo, que necesitarán de sus votos, por menos que estos sean y resulte quien resulte finalmente el candidato.
Kirchner está emprendiendo la retirada. Comienza a bajar por los mismos peldaños que usó para empezar a subir, es decir, reinventándose como eje de una centroizquierda que ni sabía cómo se pronunciaba mientras gobernó Santa Cruz y a la que le dio la espalda cuando, ayer nomás, creyó que el PJ sería el tetrabrik más adecuado para su proyecto larga vida.
El 28 de junio se le cortó la leche. Quiere ver si le queda tiempo para la alternativa de venderla como yogur.