Detengámonos un momento en el derrotero de declaraciones que el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, realizó esta semana:
Negó que el Gobierno estuviera estudiando una modificación del impuesto sobre bienes personales. Al día siguiente, debió decir que iba a mandar al Congreso el correspondiente proyecto de ley elaborado por el titular de la AFIP, Ricardo Echegaray. Finalmente, Capitanich debió desdecirse una vez más cuando Axel Kicillof señaló que ese proyecto era una fantasía.
Vino luego el “Tomategate”. El miércoles, el jefe de Gabinete dijo que la Presidenta había instruido al ministro de Economía para que propiciara la importación de tomates desde Brasil “para garantizar abastecimiento y precio a los consumidores”. Ante el revuelo que produjo, el jueves, el secretario de Comercio Augusto Costa debió salir a decir que de ninguna manera se importarían tomates. Así pues, el viernes, con absoluto impudor dijo Capitanich: “No hay contradicciones en la política oficial. Lo que hay es la ratificación de un rumbo”.
Este ridículo casi diario a los que se expone Capitanich, demostrando muy poco aprecio por sí mismo, resume el momento de desconcierto que se vive en el Gobierno. La causa principal es una: la realidad. Nunca hasta aquí la Presidenta había tenido que lidiar con la adversidad política ni socioeconómica en soledad. En 2009, un año crítico para su gobierno, Néstor Kirchner aún vivía y era el que manejaba, en su calidad de ex presidente en funciones, el día a día de la gestión y, más allá de los errores económicos que existían, ellos no tenían la dimensión de los que se cometieron y se siguen cometiendo desde la instalación del cepo cambiario en noviembre de 2011. Hay, además, un dato al que no hay que minimizar: Guillermo Moreno no está más. Cuando él estaba, las internas –tan feroces como ahora– permanecían acalladas. Era el interlocutor final de la jefa de Estado y todo lo que proponía –fracasos absolutos- se hacía. La ausencia de Moreno ha abierto el cauce para un nuevo modelo de gestión en el que la Presidenta manda tras bambalinas y otros son los que hablan. El problema es que en un Gobierno en el que no hay reuniones de gabinetes los cortocircuitos se multiplican sobre todo cuando son varios los que se disputan el rol de interlocutor privilegiado de ella. Cuando además esto sucede en medio de una crisis originada por una suma de factores –derrota electoral, saqueos, cortes de luz, pérdida de reservas, inflación y ausencia de ideas claras acerca de cómo enfrentar los problemas y solucionarlos– potencia las internas que quedan expuestas a través de las contradicciones entre los funcionarios.
“No hay con quién hablar. Nadie sabe bien qué es lo que pasa”, señala un importante dirigente industrial, preso del desánimo y del desconcierto.
Axel Kicillof lucha por acrecentar su poder. Hay algunas áreas en las que las cosas se le siguen presentando difíciles. El INDEC es una; la AFIP es otra. En el INDEC la gente de Moreno sigue fuerte y resiste los embates del ministro.
La particular iniciativa de Echegaray de modificar la base imponible de bienes personales fue producto de una verdad indiscutible: la recaudación fiscal de 2013 no alcanzó las cifras esperadas, dato que desmiente todos los anuncios de récord de recaudación que se hicieron. Lo que ocurrió es que, junto con el revuelo que la iniciativa generó en la ciudadanía, hubo también gran preocupación dentro del Gobierno. Empezando por la Presidenta y siguiendo por muchos ministros y secretarios de Estado, todos cayeron en la cuenta de que ellos serían afectados por la medida. Ese fue el certificado de defunción del proyecto. Habrá que ver de dónde más buscará Echegaray (su situación es insostenible tras su bochornoso viaje a Río de Janeiro, que exhibe puntos cada vez más oscuros) sacarle plata a la gente.
Donde también hay ruido es en YPF. En una de las reuniones que mantuvo esta semana en Olivos, la Presidenta ordenó cuidar al presidente de la compañía, Miguel Galuccio. El ingeniero Galuccio enfrenta una gestión dificilísima a causa del déficit de producción de petróleo, de la falta de inversiones y de las operaciones internas del Gobierno que debe padecer. Hay varios que quieren su puesto. En la semana que pasó cobró alguna fuerza el nombre de Ezequiel Cufré para reemplazarlo. Cufré es el ministro de Hidrocarburos de Chubut. La idea era ofrecerle a Galuccio un futuro Ministerio de Energía, cosa que de ninguna manera estaría dispuesto a aceptar.
La caída estrepitosa de Capitanich no ha hecho más que consolidar las aspiraciones de Daniel Scioli. El gobernador disfruta del deterioro que cada vez que sale a hablar experimenta la figura del jefe de Gabinete. Para el sciolismo, la opción Capitanich, que quiso ser instalada por el kirchnerismo, es cosa del pasado. Lo novedoso del presente es un ambiente de aceleración de los tiempos que se ha instalado en los ámbitos políticos tanto del oficialismo como de la oposición. Por ello, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, que tiene por delante negociaciones paritarias muy difíciles con los docentes, está pensando en algún tipo de movida hacia el mes de marzo, orientada a consolidar su futura candidatura presidencial.
Marzo y abril serán meses complicados. Las negociaciones paritarias serán un verdadero dolor de cabeza. De ello se va a hablar en Mar del Plata, en la reunión que mantendrán dirigentes sindicales de distintas corrientes. La conflictividad social estará en el centro de las conversaciones. El impacto sobre el bolsillo de los asalariados que los aumentos de precios que se produjeron entre fines de diciembre y los primeros días de enero es brutal.
Atentos a todas estas circunstancias propias de un fin de ciclo, hay quienes están preocupados por el después. Su foco, pues, está puesto en la Justicia. A esas preocupaciones responden las movidas ingentes destinadas a ocupar con gente adicta vacantes en sectores clave de la Justicia. Son concientes de que si no se aseguran, muchos funcionarios de este Gobierno la habrán de pasar muy mal.
Producción periodística: Guido Baistrocchi.