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La abundante escasez

En todas las realidades complejas, las sociedades, por ejemplo; hay aspectos que son síntomas de anomalías o malformaciones estructurales. Es importante comprender el síntoma, dejarlo fluir, no enmudecerlo para que nos muestre en su desnudez las problemáticas profundas de una sociedad.

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En todas las realidades complejas, las sociedades, por ejemplo; hay aspectos que son síntomas de anomalías o malformaciones estructurales. Es importante comprender el síntoma, dejarlo fluir, no enmudecerlo para que nos muestre en su desnudez las problemáticas profundas de una sociedad. Lo que viene ocurriendo en el país en las últimas semanas tiene que ver con esto. Muchas veces las personas hacen fiebre, porque la temperatura coloca al cuerpo en mejores condiciones para resistir o atacar a un virus o a una bacteria. Pero a nadie le gusta tener fiebre y sobre todo si ésta produce convulsiones.
La Ciudad de Buenos Aires, el centro político nacional, fue el epicentro de diversas confrontaciones en la vía pública y en los medios masivos. Sin embargo, es perfectamente lógico que se produzcan estas controversias ante problemas profundos que subsisten o que se generan a partir de un gobierno que desde el 2003 viene estimulando, bien o mal, a la sociedad.

Este Gobierno, desde su inicio avanzó sobre caminos que parecían vedados y provocó debates sobre reclamos demorados. Pero las metodologías empleadas, que también son política, generan antinomias que el cuerpo social rechaza.
Los estremecimientos de las últimas semanas tienen un eje estructural común: la escasez. Los conflictos como el de Kraft o el del subte constituyen un desafío al modelo tradicional sindical. Comenzaron con acciones no legales de la empresa multinacional respecto a la representación obrera; y esto fue el detonante que deflagró sobre la delegación laboral y se trasmutó en un conflicto intrasindical, como también en el subte. Acá, la escasez está en la disminuida representación; problemática estructural que atraviesa no sólo a todo el sindicalismo nacional, sino también a otras instituciones. Esto rebotó en la complicada relación dentro del triángulo CGT, gobierno, CTA; en momentos en que sigilosamente las dos centrales sindicales estaban conversando con el objetivo no inmediato, pero posible de unidad.
La otra línea de conflicto que ganó las calles de la Ciudad fue la demanda de las organizaciones piqueteras para estar dentro de los proyectos sociales de trabajo cooperativo. Allí hubo un cruce entre piqueteros oficialistas y no oficialistas. Obviamente, la pobreza estructural es la causa profunda y su resolución definitiva no puede depender de algún derrame económico, neoliberal o desarrollista. La lucha es por la distribución del ingreso en que sectores que viven la escasez luchan por estar incluidos. Es la detención y empeoramiento de los indicadores sociales luego de un fuerte mejoramiento en los primeros años del kirchnerismo, lo que más enfervoriza a los demandantes.

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Usted estará pensando en que puede haber dirigentes vivos o pícaros de esos movimientos sociales que buscan provecho propio de estos planes. Esto es verdad, pero esa verdad es secundaria frente a la urgencia de los pobres.
Ahora bien, ¿qué otra escasez mostró el escenario central en estos días?: la escasez del Estado como proveedor de soluciones a la sociedad, sobre todo a los que menos tienen, cuestión que se arrastra de años. Y finalmente, en el fragor cotidiano con la toma de las calles, la escasez que demandaba la clase media respecto a un Estado que no controla, que no ordena el conflicto y que tampoco da respuestas efectivas a demandas sobre seguridad que alcanza al 70% de la población. Con un Estado ausente, los medios masivos alcanzan su paroxismo intervencionista sobre la cosa pública.
Lo que ocurrió, entonces, es la externalización de una realidad profunda, que está enquistada en nuestra historia contemporánea y que se expresa y expresará con esta fiebre intermitente. En el ir y venir de las controversias, surgieron como un eco del pasado algunos anacronismos. Vincular a la CTA con la IV Internacional o exhibir retratos de Lenin y Trotsky como identidad de clase son expresiones cuya vigencia demuestra la disminuida modernidad de nuestra cultura política.

*Sociólogo.