¿Por qué hay dos pequeñas fotos del general Perón en la billetera personal que utilizaba justamente el general Perón? He reparado en el detalle y me quedé con la duda (quién las puso, cuándo fue, por qué razón). Aunque mi situación financiera me excluye por completo de la subasta que propicia el albacea Mario Rotundo, revisé con interés las diversas reliquias ofrecidas: la lápida afectuosa para el perrito Canela, el disco autografiado por el gran Aníbal Troilo, el abrigo levemente anacrónico de los inviernos de Europa. Pero fue la billetera, la última billetera que empleara Perón, lo que llamó mi atención decididamente. Y en el interior de esa billetera, en el espacio reservado para los afectos, esas dos fotitos carnet: una de Juan Perón, la otra también de Juan Perón.
Siempre me despertó cierta intriga que Perón se declarara peronista. No le bastaba con ser Perón, precisó ser peronista. Le importaba menos lo sustancial de su ser Perón que el acto de voluntad de hacerse y de ser peronista. ¿No comprendía así el líder, con claridad meridiana, lo propio del movimiento? La potencia del peronismo inscripta en la fuerza de la adhesión, antes que en su entidad específica. Porque ya se sabe que no hay respuesta satisfactoria para la añeja pregunta de “qué es el peronismo”. Y en cambio no deja de constatarse la perduración de su existencia en la adhesión: cuanto menos se sabe qué es, más fervor en la adhesión suscita. Así también el propio Perón: ser Perón le parecía obvio, todo el mundo es el que es. Ser peronista, en cambio, suponía una decisión y daba inicio a la gesta política.
Si tuviese la posibilidad haría mi oferta por la billetera de Perón con las dos fotitos de Perón incluidas en ese sector que todas las billeteras ofrecen para poner a los seres queridos. La atesoraría como una cifra, una clave de la vida política argentina, sus mitos y sus enigmas. Me perdería inclusive el disco de Aníbal Troilo, a quien admiro como admiro a pocos, sobre todo por esa joya que se llamó “For export”, y que según me entero le obsequió el general Perón con su firma de puño y letra.