Hablar de la vida de Alfredo Palacios –el primer diputado socialista de América–, de cuyo fallecimiento se cumplió medio siglo el 20 de abril, determinaría numerosas páginas de nuestra historia de la que fue privilegiado y comprometido protagonista.
Este polifacético personaje, gestor de numerosas leyes y autor de decenas de proyectos, muchos de los cuales con los años fueron realidad, se puede encuadrar en cualquiera de todas las actividades que desempeñó con brillo: catedrático, docente, orador, escritor, dirigente político...
En esta nota evocativa nos referimos a que, cuando sólo tenía 25 años, resultó electo por su barrio... Nació entonces “La Boca ya tiene dientes”. La expresión fue efectuada por el dramaturgo oriental Florencio Sánchez en la redacción de un diario porteño, según lo consigna Ramón Columba en su recordado El Congreso que yo he visto. Le preguntaron qué noticias tenía de La Boca y dijo “Ya tiene dientes...,” Y vaya si
los tendía, no sólo La Boca, sino toda la República.
Un dato para tener en cuenta es el del contexto en el cual ocurrieron las elecciones en las que se impuso Palacios en su ámbito, La Boca, característico barrio de inmigrantes. Vivían allí 38.164 personas, de las cuales 20.609, es decir, el 54%, eran extranjeras y, de éstas, 14.838, o sea, el 72%, italianas, mayormente genovesas.
El 13 de marzo de 1904 se produjo este hecho trascendental: propuesto por el barrio de La Boca, Alfredo Palacios fue elegido diputado y se transformó en el primer legislador socialista de América. Un gran logro para aquel letrado que había colocado en la puerta de su casa la siguiente placa: “Abogado. Atiende gratis a los pobres”. Palacios es el que lleva por primera vez al Congreso los reclamos, protestas y esperanzas de la clase trabajadora.
El militante socialista estrenó su banca de legislador el 2 de mayo de 1904 y su primer proyecto fue pedir la derogación de la Ley de Expulsión de Extranjeros (Ley Número 4.144). Defendió su proyecto con un discurso pronunciado el 27 de mayo de ese año en contra de esta nefasta ley. Explicó el proceso económico social con su secuela de desocupación y miseria, que conduce a las huelgas, como una manifestación de la lucha de clases, erróneamente atribuido a “activistas extranjeros”.
Vale la pena recordar un párrafo de ese discurso: “De acuerdo con la Ley de Expulsión de Extranjeros, el Poder Ejecutivo va a juzgar que perturban el orden público los vagos; y luego, desconociendo como desconoce las leyes que rigen estos movimientos obreros, va a considerar que son vagos todos aquellos individuos que se encuentran desocupados, y que aparecen en las agitaciones obreras”. No logró su derogación lisa y llana en 1904, pero al volver a la Cámara de Diputados, en 1912, propuso su modificación en un proyecto.
Durante sus años como diputado, el 31 de agosto de 1905, se aprobó la ley que establece el descanso dominical. Fue una ley arrancada a la oligarquía, y lleva el número 4.661.
En la discusión parlamentaria del proyecto se mezclaron adrede todo tipo de situaciones, desde decir que es lo mismo “domingos” que “feriados”; el término “dominical” con “hebdomadario” (semanal) hasta discutir si los feriados son una cuestión religiosa e incluso plantear si se puede imponer el descanso dominical a los trabajadores judíos. Pero el proyecto logró su aprobación.
El domingo 16 de octubre de 1904, en un acto desconocido en la historia política del país, en el Salón Verdi de La Boca, el diputado Alfredo L. Palacios rinde cuentas a sus electores de su gestión parlamentaria del año. “El Centro Socialista de La Boca, reunido en su asamblea extraordinaria (…) aprueba su conducta”. Está presente Juan B. Justo, fundador del Partido Socialista. Al finalizar la asamblea, suenan los acordes de La Internacional. Los asistentes, en manifestación que encabeza Palacios, recorren las calles de La Boca.
*Periodista y escritor. Su último libro es Laborismo. El partido de los trabajadores.