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La brisa de la historia

El futuro es negro porque la brisa bolivariana, es decir, los vientos de la dictadura, del hambre y de la muerte, soplan a nuestro alrededor.

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Este es uno de esos días en los que me gustaría ser inteligente y decir algo importante. Como ustedes saben, hoy hay elecciones en la Argentina, pero hoy no es hoy domingo sino miércoles, el día en el que cada semana escribo esta columna desde hace 15 años. Pero hoy (ya sea que elijamos el miércoles o el domingo) es un día especial, porque las circunstancias históricas son distintas a las que conocí en mi vida. Supongo que eso pasa con todas las circunstancias históricas, porque nunca son exactamente iguales. Pero en esta me he quedado sin nada inteligente para decir. No es que en otras ocasiones lo haya hecho, pero al menos tuve la ilusión de que podía hacerlo si me esmeraba.

Creo que no tengo nada inteligente para decir porque nunca había visto que un dictador sangriento se burlara de mí en la televisión diciendo, como lo hizo Nicolás Maduro imitando al Guasón, que sus planes para que la región se parezca al régimen asesino que él encabeza van mejor de lo que esperaba y terminó llamándose a sí mismo “Superbigote”. No me gustó la película Joker, pero menos me gustó verla encarnada en tamaño payaso siniestro. Tampoco se me ocurre nada para decir sobre otro presidente vitalicio de la región gracias al fraude y a una Justicia cortesana que le permite presentarse para siempre a elecciones (elecciones que trampeará cuando sea necesario) violando la Constitución porque, de lo contrario, se violarían sus derechos humanos. Son extremos de cinismo que no tengo forma de comentar.

Y después está lo de Chile. En Chile tengo un amigo A y un amigo B. Después tengo otros amigos, C, D, etcétera (tampoco crean que son tantos), que me dicen, como si cantaran en un coro, que no entiendo nada, que la gota derramó el vaso, que están felices y quieren que renuncie el presidente de derecha al que los partidos que apoyan no pudieron derrotar en las elecciones. Pero mi amigo A es de derecha y me dice que es imposible que la gente haya quemado espontánea y simultáneamente veinte estaciones de subte, porque para ello se requiere mucha más organización que una lata de nafta y un fósforo. Mi amigo A me convence de que, detrás de las protestas, hay una organización que tiene muy claro cómo hacer progresar en Chile los planes de Superbigote. Por último, mi amigo B es anarquista y me dice que lo importante es que los descontentos rechazan tanto a los partidos de derecha como a los de izquierda, burocracias que forman parte de las élites arrogantes que estrangulan sus vidas. Sobre todo los jóvenes, hartos y aburridos de la vida que el capitalismo les propone en estos tiempos. No estoy en desacuerdo con la idea, solo que tampoco tengo una gran opinión de los jóvenes.

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Y así llegamos a la Argentina, donde, más allá del resultado de la elección de hoy, el futuro es negro porque la brisa bolivariana, es decir, los vientos de la dictadura, del hambre y de la muerte (encarnados en el discurso de los cultos) soplan con intensidad creciente a nuestro alrededor. Y nadie dice cosas inteligentes cuando la brisa anuncia un viento que se llevará la casa. Por el contrario, solo queda esperar que las tempestades que vendrán después la dejen entera. Hay un momento en el que nada se puede hacer y nada optimista se puede decir. Creo que ese momento ha llegado.