Tiendo a pensar que la ausencia de fotografías de una persona en la web es directamente proporcional a su verdadera importancia en las cosas que cuentan. De la historiadora británica Heather Dalton se encuentran solo tres fotografías, y las tres fuera de foco. Con lo cual queda demostrado que la señora Dalton tiene cosas muy importantes de las que ocuparse.
Hace poco, la señora Dalton estaba mirando un libro con pinturas del pintor renacentista Andrea Mantegna y se topó con algo que le llamó la atención. Tenía delante a la Madonna de la Victoria y, como ocurre a menudo, que algo le llamara la atención no significaba que supiera en qué consistía ese algo. Así que hizo lo que están habituados a hacer quienes se dedican a analizar imágenes, cuyo nombre de juego infantil rivaliza con la importancia y seriedad de los resultados que suele propiciar su ejercicio: el “veo-veo”, es decir, la visión pormenorizada, lenta, pulcra y obsesiva, centímetro a centímetro, de toda la imagen. Hasta que la vio: en la parte superior de la pintura, posada en una pérgola ricamente decorada con ramas y frutos, había una cacatúa sulfúrea, blanca y con el típico mechón en la cima de la cabeza. Dalton reconoció al pájaro, muy común en el Pacífico Sur y en Australia, donde justamente se encontraba para hacer un doctorado en la Universidad de Melbourne. Primero pensó y luego se hizo una pregunta. Lo que pensó fue: Mantegna pintó este cuadro en 1496, pero Australia fue descubierta por el capitán Cook recién en 1770. Entonces (aquí la pregunta): ¿qué hace una cacatúa australiana en una pintura del Renacimiento?
Las preguntas suelen dar lugar a muchas cosas, abren las puertas a muchas otras preguntas que invaden al que osó preguntar por primera vez. Así fue como comenzó un período de investigación que duró diez años y concluyó con la publicación de un estudio en la revista Renaissance Studies, donde Dalton dice que esa cacatúa pintada por Mantegna probablemente provenía de la parte sudoriental del archipiélago de Indonesia, y su presencia allí sugiere un sistema de intercambios comerciales entre Europa y Oceanía mucho más amplio, sofisticado y sobre todo antiguo de los que creíamos hasta entonces.
La particularidad de la cacatúa de Mantegna radicaba, entonces, en su proveniencia geográfica. En una entrevista concecida al New Yorker Dalton dice que en su investigación buscó la opinión de otros historiadores, pero al parecer nadie había prestado atención a esa cacatúa. Algunos habían mencionado la extrañeza del pájaro, pero nadie había ido más allá.
Dalton publicó su estudio en 2014. Algunos años después recibió un mail de Pekka Niemelä, un zoólogo finlandés que le aseguraba que la cacatúa de Mantegna no era la primera en haber sido retratada en Italia. Niemelä, de quien no hay fotos en la web, ni siquiera fuera de foco, le contó que en los años 80 había podido visitar la Biblioteca Vaticana, y que allí había encontrado un manuscrito del siglo XIII donde había visto el dibujo de una cacatúa de mechón anaranjado.
Dalton y Niemelä hicieron lo que suele hacer la gente para redoblar esfuerzos: se pusieron a trabajar juntos, y llegaron a la conclusión de que las cacatúas habían llegado a Italia en el siglo XIII desde el Pacífico Sur pasando primero por China y luego por El Cairo. Es decir 500 años antes de lo que hasta entonces se creía que signaba el nacimiento del comercio entre Europa y Oceanía. Y todo gracias a una cacatúa.