Dentro de pocas horas comenzará el ciclo lectivo 2015. Hasta último momento se llevaron a cabo interminables conversaciones acerca de los ajustes salariales reclamados por los docentes hasta el punto de producir una fuerte inquietud sobre todo en la provincia de Buenos Aires y en la Capital Federal.
El doctor Alieto Guadagni es miembro de la Academia Nacional de Educación y dirige el Centro de Estudios sobre Educación de la Universidad de Belgrano. Por ello acudimos a su experiencia para lanzar una mirada abarcadora sobre el panorama educativo argentino.
—Me parece que estamos viviendo un fenómeno inédito en la historia de la educación argentina–reflexiona Guadagni–, porque de la Ley 1420 de 1884 hasta el año 2002 nunca cayó la matrícula escolar primaria. Y lo que estamos teniendo desde 2003 a 2013 (que son las últimas cifras con las que contamos) es un hecho alarmante: 380 mil chicos se han ido de la escuela primaria estatal. Esto significa que se redujo la matrícula estatal en un 10%. Pero lo más grave es que esta reducción ocurre también en primer grado. Fíjese que el primer grado es aquel en el que la familia decide un tipo de escuela para sus hijos, y si en 2003 cien familias se decidían por la escuela estatal, en el año 2013 eran sólo ochenta familias las que tomaban esta determinación. Por ejemplo, hay provincias como el Chaco donde uno de cada tres chicos dejó de matricularse en primer grado. Y creo –insiste Guadagni– que la gran pregunta que debemos hacernos es ¿por qué esta fuga de la escuela estatal? El Gobierno dice que es porque la gente ha mejorado su nivel de vida. Es una pobre explicación: si la gente mejoró su nivel de vida y deja la escuela pública por la privada quiere decir que la escuela pública no sirve.
—¿Y qué le dice su experiencia con respecto a este fenómeno?
—Mire, en economía se llama un bien inferior a aquel bien cuyo consumo baja cuando mejora el nivel de vida de una persona, ¿no es cierto? Y ésta no es una buena explicación. A mi juicio, hay dos cosas que están influyendo en todo esto y que son objetivamente demostrables: la primera es el incumplimiento de la ley…
—¿Qué significa?
—Le explico: la ley estableció en 2006 que hacia el año 2010 el 30% de los niños de las escuelas primarias estatales debían estar en jornada extendida o jornada doble. Bueno, pasaron bastantes años con desigualdades enormes. La ciudad de Buenos Aires, en jornada extendida (o de doble turno) tiene prácticamente el 45% de asistencia, pero usted cruza la avenida General Paz y encuentra una marginación notable en todo el sistema escolar del Conurbano. ¡Pasamos de ese 45% en la Ciudad de Buenos Aires a un triste 2% en Provincia! En Córdoba tenemos 30% pero, en cambio, en Corrientes también encontramos cifras muy bajas. Es decir que hay una gran desigualdad regional…
El doctor Guadagni reflexiona en silencio y luego se pregunta:
—¿Por qué es difícil hacer jornada extendida? ¿Acaso es muy caro? Vamos a ver… ¿Acaso Chile es más rico que Argentina? No. Fíjese que en Chile el producto bruto por habitante (medido, por ejemplo, en dólares) es equivalente al argentino. Sin embargo, ¡Chile tiene doble jornada escolar para la totalidad de los chicos de la escuela primaria! Por eso a Chile le va tan bien en la prueba PISA y en la prueba de Unesco para América Latina, donde los chilenos sobrepasan a los argentinos.
—La PISA es una prueba internacional…
—Sí, comprende 65 países y mide el nivel de conocimiento en lengua, ciencias y matemática de los adolescentes de 15 años (estén cursando en el año que sea). Miden la edad de los chicos. Hay entonces allí 65 países entre los que Argentina ocupa el puesto 60. En América Latina estamos prácticamente al final de la lista. Salvo Perú. Pero Perú ha ido mejorando fuertemente desde el año 2000, ¡cosa que no ocurre con Argentina! Fíjese que en la prueba PISA Chile, México, Brasil y Uruguay están mejor que nosotros en lengua, ciencias y matemática. Y la explicación que brinda el Gobierno es, por lo menos, curiosa: el Gobierno dijo que el problema, en Argentina, es que muchos adolescentes de 15 años no están en la escuela secundaria sino en la primaria. Pero, bueno, ése es el problema. Es un problema de deserción. Hay cifras que son impresionantes: por ejemplo en la prueba PISA la pregunta clave es acerca del nivel de conocimiento en matemática. En el mundo, el 25% de los chicos no sabe matemática. Es un nivel bajo. Pero miremos los números de Japón: 10%, y en China, el 3%, mientras que en Argentina… llegamos al 65%.
El doctor Guadagni baja el tono con mucho pesar y explica:
—Quiere decir que, de cada tres adolescentes, hay dos de los nuestros que ¡tienen un nivel bajo en matemática! Entonces, uno se pregunta ¿cuál es el futuro? ¿Dónde habrá progreso, crecimiento económico? ¿Dónde habrá avances científicos y tecnológicos?
—¿Y la otra prueba que usted mencionaba?
—Es la que efectúa la oficina regional de la Unesco y que se llama prueba Terce (Tercer Estudio Regional Comparativo y Explicativo). En esta prueba participaron 15 países latinoamericanos. ¡No había ni chinos ni japoneses! En una de las encuestas anteriores efectuadas por la Unesco Cuba ocupaba el primer lugar y la Argentina, el segundo. Esta prueba Terce mide el conocimiento entre tercer y sexto grado. En la Terce que se publicó en 2014, Cuba no se presentó (ignoro por qué motivo), pero el orden fue el siguiente: Chile, Costa Rica, México, Uruguay, Perú, Brasil, Colombia y Argentina. Nos siguen: Ecuador, Honduras, Guatemala, Panamá, Paraguay, Nicaragua y República Dominicana. Aquí vemos que las grandes naciones de Latinoamérica están por encima de Argentina.
—¿Usted no cree que uno de los motivos de las inasistencias y la falta de concentración de nuestro alumnado puede ser (más allá de las dificultades económicas) la excesiva cantidad de feriados que distraen la concentración de un joven, quitándole un ritmo de estudio sostenido?
—Totalmente de acuerdo. Aquí tenemos un problema con el calendario escolar: no lo hace el ministro de Educación. ¡Lo hace el ministro de Turismo! –se enoja Guadagni–. Pero además, hay más estudiantes que turistas. ¿Cuánta gente veranea? ¿Y cuántos van a la escuela en Argentina? Entre más de 40 millones de habitantes hay 13 millones que van a la escuela o al jardín de infantes o a la universidad. En Argentina se cuentan 60 mil unidades escolares (hay escuelas de dos turnos), y pregunto: ¿con qué derecho se cierran las puertas de las escuelas? Es el propio Estado el que cierra esas puertas. Por ejemplo, el año pasado se recordó la muerte del General San Martín, y como caía en el fin de semana se decretó feriado el lunes siguiente. Y aquí va mi pregunta: ¿no hubiera sido mejor que aquel día todas las unidades escolares estuvieran abiertas y se les explicara a los chicos quién fue San Martín, cuál fue su significado histórico, su lucha por la Independencia…? ¡Tengo serias dudas de que los chicos de hoy sepan bien qué fue lo que hizo realmente San Martín! Fíjese que es una falta de respeto por nuestra propia Historia, y además es burlarse del futuro de los chicos. Como decirles: “Yo cierro las escuelas. Vos, ¡si querés andá a la playa o a jugar al potrero!”. Y este tema de los feriados nos lleva a otro tema, que es el calendario escolar.
—¿Cómo lo confeccionaría usted?
—No está demostrado que, necesariamente, más días de clase mejoren el nivel de aprendizaje pero, a mi juicio, hay bastante evidencia de que menos días de clase no contribuyen a mejorar la educación. Fíjese que, legalmente, el calendario argentino es uno de los más bajos del mundo. Tengo aquí la información de la Unesco y le paso algunos números: por ejemplo, en Chile tienen 1.083 horas de clase por año; en Egipto, 1.145 horas; en Israel, 990. Y si vamos a América Latina, en Perú son 900 horas; en México, 800 horas; en Paraguay, 773, y en Argentina, 720 horas. Es un calendario bajo, y en esta planilla de la Unesco veo que, sobre 44 países, ocupamos ¡el lugar 39! También le recuerdo que éste es el calendario legal que nunca se cumplió en su totalidad. Tampoco se cumplió la ley. Y eso que la ley es sabia: mire, hay una ley sancionada durante el primer gobierno de Néstor Kirchner, en 2005, que a mi juicio es una ley muy buena. Vamos, por ejemplo, al tema salarial y los conflictos de derecho de huelga: aquí hay dos derechos que se enfrentan: el derecho de huelga que está consagrado en la Constitución Nacional y está el derecho a la libertad de aprender, que también figura en la Constitución. Entonces, a mi juicio, el legislador, en la época de Kirchner, lo desarrolló bien porque dijo: “Artículo 1º: fíjese el calendario escolar mínimo en 180 días”, pero en el artículo 2º dice expresamente: “Ante el eventual incumplimiento del ciclo lectivo anual al que se refiere el artículo precedente las autoridades educativas de las respectivas jurisdicciones deberán adoptar las medidas necesarias a fin de compensar los días de clase perdidos hasta completar el mínimo establecido”. Pero ¿qué pasó? Aquí, dialécticamente, inventaron “la compensación de contenidos” y la ley ¡no habla de “compensación de contenidos”! Dice, “compensar los días”. Pero los gobiernos (particularmente el de la provincia de Buenos Aires) miraron para otro lado. ¡Están incumpliendo la ley! Los gremios tienen todo el derecho del mundo de hacer huelga (no como en Ecuador donde está prohibido) y está bien. Pero también está el derecho de los niños a aprender. Por eso la ley de Kirchner es sabia: “Hay que compensar los días que se perdieron”, dice. Y este tema del calendario es importante. Incluso hay un trabajo muy interesante del doctor Nino Salonia que señala una meta de 200 días. Pero no “200 días de clase” sino 200 días “educativos” en los cuales hay días escolares de clase y otros “educativos”. Es decir, visitas a los museos, al teatro, a exposiciones artísticas, a empresas industriales agropecuarias, a las universidades, a la Suprema Corte de Justicia, al Congreso para ver cómo se desarrolla la vida republicana del país… la lista es larga. Es también una forma de ir socializando al chico, y esto existe en muchos países. Como decíamos, es un calendario mínimo de 200 días “educativos”.
—¿Usted no cree también que, dentro de los múltiples problemas que hemos mencionado, hay otro, grave, que es la “no comprensión de textos”? Los chicos muchas veces no entienden lo que leen…
—Bueno, esto nos lleva a otra cuestión muy seria que tiene que ver con la formación de los docentes. Hoy la carrera docente no es una carrera atractiva para los niveles económicos medios y altos en Argentina. No es una carrera bien remunerada. Los salarios docentes en nuestro país (y no comparemos con Estados Unidos e Inglaterra) si los comparamos con Chile o con México, son bajos. Y también tenemos el serio problema de la envergadura de las carreras. Creo que hay que elevar el nivel de formación docente. Deben tener un nivel universitario. Yo miraría con cuidado la experiencia de países exitosos. Por ejemplo, en Finlandia, para ser docente hay que estar entre el 10% de los mejores alumnos de la escuela secundaria. Sólo los mejores pueden ser maestros. ¡En Corea hay que estar entre el 5% de los mejores! El ejemplo lo dio también el presidente Correa con su política de ingreso a la Universidad de Ecuador. Rafael Correa implantó el examen general de ingreso a la universidad. El puntaje máximo son mil puntos. Para entrar a carreras comunes, como Ingeniería, Abogacía, Ciencias Económicas, hay que lograr 550 puntos. Pero hay dos carreras para las que es necesario lograr 800 puntos, y son Medicina y docencia. ¡Dos carreras que cuidan al hombre! El maestro y el médico. Este es entonces un tema muy, muy serio. Hay que jerarquizar la carrera docente, introducir incentivos que retribuyan el mérito. ¡No puede ser que los únicos ascensos sean por antigüedad! ¡Por el paso del tiempo! La idea de la calidad, del esfuerzo, merece un debate muy serio. Y creo que no hay que olvidar un principio muy elemental: no hay aprendizaje sin esfuerzo.