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despotismos

La comedia de la inocencia

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Posa inaugurando un Coto, como si Cotos fueran la cosa que falta en este país, mientras se echa al personal de Fabricaciones Militares o se dan de baja los convenios con las universidades. Algo no le cierra a la farsa protocolar del Coto en Ciudadela y Macri decide una vez más –espontáneamente o por training de Duran Barba– secuestrar rápido a un niño para la foto. El chico se rebela. A los niños no les gustan estas cosas. No les interesa la política. Ni el manoseo. Podríamos incluso afirmar que no les interesa la ideología. Por un instante pienso que la fuga del gurrumín es inexplicable ya que los niños podrían haber sido los consumidores ideales de la propaganda antiideología que Cambiemos ofreció. Hay que ser un infante y vivir en el mundo de globos en el que viven los niños para no prever las consecuencias de tal mentira. Pero así y todo los niños huyen y es por instinto. Por eso su presencia es tan valiosa.
La mentira se usa siempre en la propaganda política. No sé cuántos niños habrán escapado de brazos de Cristina Fernández o de Jorge Rafael Videla, por dar ejemplos aislados en tiempo, espacio y forma, pero tampoco recuerdo que hayan tratado de abrazarlos contra su impredecible voluntad y para las fotos, allí donde el video hoy muestra la torpe maniobra. Entonces la publicidad era otra. A Videla no le interesaba ocultar bajo ninguna propaganda maquillante su plan siniestro, avalado por las corporaciones y las balas. Cristina se guardaba alguna buena noticia para el final de cada discurso, incluso en los de ajuste, para despedirse de su pueblo con una sonrisa estudiada. Pero Macri carece de buenas noticias. Su plan de disfraz es más elemental. Da asco. Necesita desesperadamente de la alianza imaginaria con la inocencia para rubricar su política de hambre, traición y despotismo. Tal vez por ello Macri es presidente y no –digamos– un López Murphy o una Lilita, a quienes la comedia de la inocencia se les da aun un poco peor.