COLUMNISTAS
EJE PARA EL DESARROLLO

La continuidad del Mercosur

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El arribo de Dilma Rousseff a la presidencia de Brasil supone la continuidad conceptual de la integración productiva como eje en las relaciones con Argentina, distinta a lo que podía esperarse de haberse impuesto otras propuestas políticas que no veían en el Mercosur un ámbito estratégico desde el cual pensar el desarrollo económico de ambos países.

En particular, este hecho mantiene abierta la posibilidad de dar respuestas a una necesidad cada vez más notoria, como es la de sostener un proceso de “desarrollo industrial que se dé en nuestra región de manera conjunta y coordinada”, tal como lo manifestara recientemente Marco Aurelio García, asesor especial de Lula para asuntos internacionales y principal formulador en esa área del programa de gobierno de Rousseff.

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Hoy el mundo nos ofrece oportunidades reales. Existen al menos mil millones de nuevos habitantes de clase media que demandan nuestros productos, y la pregunta es: ¿con qué estrategia nos insertaremos en este escenario?

Es claro que nuestra ventaja no puede pasar solamente por nuestros recursos naturales. La diferencia estará, hoy como ayer, en la definición de una agenda estratégica a nivel de Mercosur, con objetivos concretos orientados a continuar el cambio de la matriz productiva, la que permitirá incluso resolver de manera más simple los conflictos puntuales que puedan ir surgiendo en el intercambio comercial intrabloque.

Hoy se habla de los BRIC, pero son muchos los que entienden la importancia de la dimensión territorial de toda integración económica, total o parcial. El propio Lula resaltaba lo necesario que era para Brasil tener como vecina a una Argentina industrial, desarrollada, no sólo por lo que ello implicaría en términos de demanda sino también por las potencialidades del accionar geopolítico en distintos ámbitos.

Es indudable que desplegar los respectivos desarrollos nacionales en las fronteras ampliadas de la integración permitirá, entre otras cosas, a la región una mayor autonomía en la toma de decisiones frente a los intereses globales.

En la misma línea, la actuación conjunta en el G20 supone también un abanico de nuevas oportunidades como para influir en la conformación de un nuevo orden económico mundial, basado en la valoración productiva y en una agenda permanente para el desarrollo de la economía real. Argentina y Brasil son los dos únicos miembros sudamericanos de este importante organismo.

Existen hoy áreas obvias de complementación que deben potenciarse y fortalecerse, como la aeronáutica, naval, maquinaria agrícola, energía, transporte, así como otras en las que resta fortalecer el trabajo conjunto. Es necesaria la definición de una agenda a largo plazo que, considerando las asimetrías existentes hacia adentro del bloque, sepa evitar los riesgos que supone crecer sobre una tendencia subyacente de primarización de la producción.

Así, aun en un contexto de superávits comerciales, del orden de US$ 28 mil millones globales, todos los países de la región muestran grandes déficits en el comercio de manufacturas de baja, media y alta tecnología, que en conjunto mostraron en el año 2009 un déficit de 162 mil millones de dólares.

¿Cómo reducir las brechas de productividad que nos separan aún del mundo industrializado y el déficit de trabajo decente que esto trae asociado? O, en el mismo sentido, ¿cómo se logran avances significativos en intensidad tecnológica, innovación y agregación de valor a nuestros productos primarios?

Estos son algunos de los interrogantes que con urgencia la región debe resolver para superar limitaciones históricas, no sólo en términos de generación de divisas, sino también para garantizar la generación de empleo de calidad, con mayores salarios, escala y productividad.

Celebramos así el triunfo de Dilma Rousseff en Brasil, que es el de Lula, el de Marco Aurelio y el de tantos otros que soñaron y sueñan con un Mercosur eje de la transformación estructural de las economías que lo conforman. Señalamos asimismo que hay mucho por hacer, y deben primar por sobre todas las cosas la visión estratégica y los intereses comunes de la región.

Sólo así podremos pensar en dar el salto al desarrollo sin convertir en futuro permanente las malas experiencias del pasado.


*Ex ministro de la Producción.