¿Cuánto hace que no aparece un libro de crítica literaria que pretenda explicar no sólo la manera en que se lee, sino las formas en que se escribe, la responsabilidad que ese acto conlleva, que ponga en escena los mecanismos en que los libros circulan en la actualidad, que reclame un nuevo lugar para la crítica literaria y que, además, esté escrito (con el riesgo personal y profesional que ello implica) por un editor en actividad? Bueno, ése libro fue publicado en 2008, lleva por título La cena de los notables (Editorial Periférica), fue escrito por Constantino Bértolo (responsable de uno de los sellos más innovadores del mercado español, Caballo de Troya, es decir, una empresa del poderoso sello Random House: una cuota más de complejidad y riesgo de esta jugada) y es tan desafiante e inteligente como revelador. Un libro escrito por un ex crítico (con las herramientas de la teoría marxista y la sociología de la cultura, y una elegante prosa de barricada) desde el centro de la industria editorial que, a su vez, denuncia e intenta poner en crisis esa misma industria de la que participa. Incluso, desde antes de que el propio ensayo comience, desde la misma página de legales de la edición: “El editor autoriza la reproducción de este libro, total o parcialmente, por cualquier medio, actual o futuro, siempre y cuando sea para uso personal y no con fines comerciales”.
Desde el prólogo, Bértolo (Lugo, España, 1946) delimita su campo de acción en tres: la escritura, la lectura y la crítica. “Leemos para aprender a preguntarnos por qué leemos”, escribe al final del prólogo de La cena de los notables, antes de recorrer el camino histórico de la literatura, desde el paso de la lectura en voz alta a la lectura privada y personal, silenciosa; y antes de comenzar a apedrear las verdades humanistas y afirmar que no, que el acto de leer no hace a los hombres mejores. Luego, disecciona las complejas operaciones mentales que intervienen en el proceso de leer (su clasificación en cuatro: lo textual, lo autobiográfico, lo metaliterario y lo ideológico), y que dan como resultado, a su vez, distintas lecturas (dime cómo lees y te diré quién eres): la adolescente o proyectiva, la sectaria, la letraherida, la civil y la del crítico. Es ahí donde quiere llegar Bértolo en definitiva, a la postulación de los deberes de la crítica: “La lectura del crítico no debe ser una lectura imparcial o neutra, sino tan radicalmente personal y parcial que ponga en evidencia y transparente los materiales culturales, biográficos e ideológicos sobre los que se asienta lo personal, el hardware y el software de su personalidad lectora”.
“Mercado y literatura son instancias que conviven con mayores o menores tensiones desde tiempos muy lejanos. Lo novedoso es que la autonomía de la mercancía literaria se está diluyendo de manera acelerada y la literatura se integra sin demasiados problemas en las industrias del ocio y el entretenimiento (…). Y eso acabará suponiendo un desplazamiento del lugar de la crítica hacia posiciones cercanas a las que ocupa la publicidad”. Eso es lo que intenta advertir Bértolo en esta suerte de actualísimo e incómodo tratado literario, en esta una apelación (esta exigencia) hacia una nueva crítica literaria.
*Desde Madrid.