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La era de la transparencia

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“Hay muchas cosas que no pueden soportar la implacable, brillante luz de la constante presencia de otros en la escena pública; allí, únicamente se tolera lo que es considerado apropiado, digno de verse u oírse; de manera que lo inapropiado se convirtió automáticamente en asunto privado”, escribió Hannah Arendt en La condición humana, en 1958. Medio siglo después, los avances tecnológicos derrumbaron los límites entre la esfera pública y la privada transformando definitivamente las relaciones entre la personas y los grupos que conforman. Por sí sola la tecnología remodela los vínculos entre los distintos grupos sociales y hasta redefine a los grupos en sí.

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WikiLeaks vino a modificar para siempre la diplomacia y a los diplomáticos. Y a mostrarnos cómo una herramienta diseñada originalmente para la defensa de los Estados Unidos –Internet– cobra autonomía frente a los actores que la crearon, confirmando la autopoiesis de la tecnología. Es la ciencia la que construye a la sociedad tanto como ésta a aquélla.

Gianni Vattimo, en su libro Posmodernidad: ¿una sociedad transparente?, advirtió que el uso masivo de Internet sería uno de los motores de cambio de la sociedad porque deja de ser posible hablar de la historia como de algo unitario. Para él, el factor más importante que desencadenó el final de la historia unitaria fue el surgimiento de la sociedad de la comunicación o sociedad transparente.

El que haya surgido la sociedad de los medios de comunicación masivos hace a la sociedad más compleja y caótica. Al revés de lo que pensaba Adorno que iba a suceder con la expansión masiva de los medios, finalmente, no sólo la sociedad no se estereotipó ni homologó sino que las nuevas tecnologías permitieron que proliferaran diversas visiones del mundo.

Para Vattimo la posmodernidad es una especie de “Babel informativa”, donde la comunicación y los medios adquieren un carácter central. Los medios se han convertido en difusores de verdades parciales, contrapuestas, diversas, complejas, en ningún caso guiados por objetivos ontológicos o de narraciones unitarias del suceder histórico. El hecho de que haya tantas visiones de la realidad hace que la misma realidad parezca mentira. Y gracias a esto, “… se abre camino un ideal de emancipación a cuya base misma están, más bien, la oscilación, la pluralidad y, en definitiva, la erosión del propio principio de realidad… La comunicación generalizada parece orientarse a lo que de un modo aproximado se puede denominar fabulación del mundo”.

Hay tantas realidades distintas que se complica la posibilidad de comprenderlas a todas. Los datos son difíciles de analizar y por eso no son tenidos en cuenta, mientras que sí lo son las interpretaciones. El mundo verdadero se ha convertido en fábula, como escribió Nietzsche en El crepúsculo de los ídolos.

Walter Benjamin sostenía en su Tesis sobre la filosofía de la historia que “la historia concebida como un decurso unitario es una representación del pasado construida por los grupos y las clases sociales dominantes”. WikiLeaks viene a confirmar la pobre capacidad de construcción de un relato unificador que tienen hoy en día los medios tradicionales. La multiplicación de medios generados por la tecnología nos sitúa en un mundo cada vez menos unitario y más diverso, aunque más incierto y menos tranquilizador.

Para Vattimo, los medios de comunicación han sido la causa determinante para disolver los “grandes relatos”. El tiene una lectura distinta de la que hacen Horkheimer, Adorno u Orwell, para quienes los medios nos llevaban a métodos extremos de control, dominio y homologación de la humanidad. Un lugar en el cual la civilización tecnológica y la razón instrumental dominarían, despreciarían o ignorarían aquello que no se encontrase bajo su control. Una razón instrumental totalitaria concebida como antítesis de una razón ilustrada emancipadora, crítica e idealista, enfrentada a una tecnocracia como sistema autónomo de su sociedad, cuyo objetivo central sería preservar y desarrollar su buen funcionamiento.

Satélites, Internet, celulares como computadoras itinerantes, sumados a millones de cámaras de filmación, paulatinamente fueron convirtiendo a la sociedad en un enorme panóptico donde todos son vistos. Pero también donde todos pueden ser el locutor y ser oídos. Donde se prioriza el acto de comunicación sobre lo comunicado y hasta la comunicación sin objetivo ni público porque el emisor se ha convertido en el principal receptor. Y donde hay una necesidad de expresarse en sí, aunque sea para sí mismo. Comunicar por comunicar, expresarse sólo por el hecho de expresar; es decir, la lógica del vacío como desarrolla Gilles Lipovetsky en La era del vacío.

Para Lipovetsky, la lógica de relegación de la retórica del deber es hija de la comunicación de masas. Coincide con Vattimo sobre que la interpretación de la información va por encima de los hechos. Y para él, la filosofía de la información no es ni moralista ni amoral; es post moralista porque el principio de neutralidad y de objetividad han destronado a las lecciones de moral. Los medios masivos estarían más allá del bien y del mal. No condenan ni juzgan, pero lo muestran todo, exponen todos los puntos de vista y dejan al público libre de opiniones multiplicando y acelerando las imágenes e informaciones. En palabras de Zygmunt Bauman, hemos pasado de una sociedad sólida a una líquida, donde lo viejo es la historia como herramienta para conocer los procesos de la evolución de la humanidad, y lo nuevo, los flujos de acontecimientos sin ninguna conexión.

Leaks quiere decir filtraciones, WikiLeaks aspiraría a ser la enciclopedia de las filtraciones. Si por los “caños” informáticos corren trillones más de información por segundo que hace una década, ¿cómo de esos “caños” no va a haber más filtraciones?

Jean Baudrillard insistió con el concepto de hiperrealidad, particularmente en Estados Unidos donde han construido para sí un mundo más “real” que real. Internet podría ser el paroxismo de esa hiperrealidad. Otro concepto es el de sociedad del espectáculo de la que habló Guy Debord. Los políticos hacen el papel de actores y los ciudadanos, de espectadores. En esa teatralidad de la política, sus artistas ya no pueden reclamar derecho a la intimidad ni al off the record ante la emergencia de nuevos medios de comunicación que no se someten a prácticas como la reserva de las fuentes.

En La condición humana, Hanna Arendt explicó que en el pasado lo privado estaba relacionado con el orden de la carencia. Por ejemplo, privado de las suficientes posesiones materiales como para poder dedicarse a la vida pública, como era en la democracia directa de la Antigua Grecia. La tecnología enriqueció tanto las herramientas privadas que –paradójicamente– ya nadie escapa a la esfera de lo público. Y no por acción de un Gran Hermano estatal.