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SISTEMA EDUCATIVO

La escuela secundaria, el gran desafío

En el afán de contribuir a un debate, por otra parte imprescindible, sobre la enseñanza media, formulamos algunas ideas generales que intentan describir su contexto actual, y elaborar posibles líneas de acción para atender a este nivel educativo, que la opinión generalizada acuerda en considerar el más expuesto a la crisis por la que atraviesa el sistema.

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En el afán de contribuir a un debate, por otra parte imprescindible, sobre la enseñanza media, formulamos algunas ideas generales que intentan describir su contexto actual, y elaborar posibles líneas de acción para atender a este nivel educativo, que la opinión generalizada acuerda en considerar el más expuesto a la crisis por la que atraviesa el sistema.

El escenario actual de la educación, alejado de las bases que le dieron fundamento en el siglo XIX, expone una debilidad que la vacía del sentido sobre el que enormes masas de población vieron satisfechas sus necesidades educativas como apuesta al futuro.

Esta concepción estaba fundada sobre el convencimiento de que la educación era condición para un futuro promisorio y en el que confluían, aparentemente, las necesidades de la población, fundamentalmente inmigrante, con las necesidades del Estado de construir una Nación.

Aunque parezca contradictorio, la escuela sigue siendo hoy reconocida como institución confiable y generadora de posibilidades. La escuela no da garantías de un progreso seguro, de una inserción social y laboral cierta; sin embargo, sin ella no existe ni siquiera la posibilidad de competir en una sociedad cada vez más sujeta a los dictados de los mercados.

La crisis por la que atraviesa, cuya expresión más notoria es el retraso, la reiterada repitencia y el abandono de una enorme franja de jóvenes de la escolaridad media, da cuenta del sostenimiento de la desigualdad, de la segmentación y del carácter elitista que la caracterizó en sus comienzos.

En momentos en los que el capitalismo neoliberal desplaza la lógica de organizar a una población en un territorio para formar ciudadanos a partir de la ley, y se instala la del consumo como patrón de constitución de la subjetividad –somos en tanto poseemos– la escuela se encuentra despojada del sentido que la originó.

La irrupción en la escuela de situaciones imprevistas: la violencia de distintos tipos, el cuestionamiento a la autoridad, el asistencialismo, el trabajo infantil y adolescente, la maternidad y paternidad anticipada de los alumnos, el consumo y la adicción variada generan impotencia frente a la representación de lo esperado y esperable, y fracaso escolar debido, entre otras causas, al desencuentro entre generaciones.

Es necesario construir una escuela que consolide lazos, a pesar de la fragmentación imperante.

Esta situación nos lleva a pensar en una escuela que admita principios distintos a aquellos que dieron origen a la institución actual, y tienda a aceptar y generar la pluralidad y la diversidad. De este modo, se tenderá a que las diferencias no aparezcan como una excepción sino como el ingrediente fundamental, capaz de construir un espacio y tiempo habitables. Convertirse en adolescentes es inscribirse en procesos desiguales según su pertenencia a distintos grupos.

Estas reflexiones invitan a pensar en la necesidad de transformar un sistema fundado sobre principios que promueven la uniformidad, la centralización y la distribución de conocimientos para todos. La realidad demostró que la escuela reproduce el orden social al generar la expulsión de quienes se encuentran en situación de inferioridad por un sistema que no contempla las diferencias, ratificando así la injusticia.

No se puede seguir sosteniendo en función de principios democráticos un sistema único, cuando ya se demostró su ineficacia. Es posible pensar circuitos novedosos en estructuras, modos de organización y enfoques pedagógicos en función de distintas necesidades, y pensar una escuela que desarrolle competencias y capacidades semejantes con aprendizajes diferenciados.

Se requiere instalar la reflexión pedagógica con un proyecto concreto y evaluable, pensando el aula como un espacio privilegiado para la elaboración de nuevas concepciones y prácticas acordes en el desarrollo de los procesos de enseñanza-aprendizaje.

Un sistema que contemple estas cuestiones es una invitación al pensamiento y una apelación a imaginar una escuela que produzca cambios también en poblaciones actualmente excluidas.

Tenemos conciencia de que el voluntarismo no podrá por sí modificar la situación actual signada por una regresiva distribución del ingreso, con situaciones económicas y sociales lacerantes.

Un proyecto educativo diferente requiere la incorporación no sólo de profesores en cantidad y calidad suficientes, sino también profesionales de otras disciplinas, como psicólogos, trabajadores sociales, expertos en comunicación y administradores. En este enfoque, la educación no se limita al trabajo con los adolescentes sino que abarca de un modo integral a sus familias.

Las limitaciones de espacio no nos permite abundar sobre el perfil de los egresados ni plantear, aunque sea en forma general, los lineamientos sobre los que se debe apoyar un proyecto renovador de escuela secundaria. Sólo podemos enunciarlos y son: una escuela con una fuerte formación general y con más de una orientación; que asegure la permanencia; de puertas abiertas; con identidad y para la democracia.

Queda lanzado el desafío. ¿Alguien recogerá el guante?


*Profesor Honorario de la UBA.