Hay, a nuestro juicio, dos comportamientos que definen la actual coyuntura de mejora relativa de la evaluación del oficialismo y sus prácticas, en un sector de la opinión pública. Un primer gran elemento a considerar es que cambió favorablemente la percepción del Gobierno de un sector independiente que el 28-J marcó sus preferencias por la oposición, por la mejora en la gestión oficialista y aumento de expectativas.
Dos son los pilares recientes:
1. El plan de asignación a menores, con alto impacto sobre segmentos vulnerables, que transfiere el equivalente a U$S 96 por beneficiario en tanto, por ejemplo el plan Bolsa Familia de Brasil transfiere por beneficiario U$S 42.
2. Las perspectivas de crecimiento económico y el consumo, beneficio de alto impacto sobre segmentos medios, que Miguel Bein estableció hace un trimestre ya en torno al 6% para todo 2010 y un 7% para el segundo semestre, mientras economistas del establishment insistían en sus pronósticos apocalípticos.
También consolida la mejora del oficialismo la falta de volumen político de la oposición tras el 28-J y, tal como lo señalara el politólogo Julio Burdman, en su trabajo La sobreoferta baja el precio sus incumplidas promesas de cambiar dramáticamente el curso del Gobierno, estableciendo imaginariamente en quienes votaron oposición una especie de “gobierno parlamentario” impracticable. Finalmente, sucedió lo obvio en un sistema presidencialista como el argentino: la oposición parlamentaria no alteró un milímetro el curso de la gestión ejecutiva –en parte porque en la campaña opositora todos callaron que lo esencial a la gestión oficial ya estaba votado antes de la nueva composición parlamentaria– incumpliendo la promesa hecha a la ciudadanía que los votó provocando un fuerte desencanto, cuyo indicador de insatisfacción emblema es la caída vertical de la popularidad de Julio Cleto Cobos, que inició una etapa de sobreactuación de su perfil de rudo vicepresidente-opositor, destinada a remontar su caída con muy dudoso éxito…
Un segundo elemento a considerar es el efecto de quiebre de la espiral de silencio sobre muchos adherentes al oficialismo que hoy ya “se animan” a expresar sus opiniones de manera frontal, por dos motivos:
1. Quiebre de la convicción personal de minoría y el temor subjetivo del aislamiento social que sobrevendría al expresar la opinión tras el 28-J.
En efecto, sabemos que la “Espiral de silencio” es un mecanismo sociológico estudiado por Elisabeth Noëlle-Neumann, por el cual dentro de un grupo determinado, aquellos que saben que sus opiniones son minoritarias permanecen callados para no romper el falso consenso. Neumann afirma: “Puesto que uno permanece en silencio, los que lo rodean también callarán, y con ello las definiciones de los medios de difusión y la ausencia de apoyo manifiesto de las propias opiniones en la comunicación interpersonal originarán la espiral”.
Noëlle-Neumann parte de la idea que todos poseemos cierta intuición personal que nos permite imaginar cuándo nuestras opiniones son socialmente minoritarias o no. Como somos seres sociales valoramos la aceptación e integración al grupo, por lo que si estamos convencidos de que nuestras ideas provocan rechazo masivo, no las haremos públicas.
2. Restitución de la convicción de participación en las discusiones públicas y renovada capacidad de intercambio de opiniones con chances de convencer al interlocutor. En los últimos tres meses se superó la restricción colectiva acerca de que las ideas de defensa del oficialismo no valían la pena siquiera expresarlas públicamente, porque se suponía que el debate estaba ganado por los adversarios. En ambos sentidos, como dispositivos centrales para la construcción del efecto de silencio, el paulatino quiebre de la hegemonía de los grandes medios, debe tenerse en cuenta para observar una de las causas centrales de la ruptura creciente de la espiral de silencio que pesaba sobre las opiniones afines, con algún grado de proximidad al oficialismo, tras el 28-J. Con el quiebre de la hegemonía de los medios dominantes se redefinió, entonces, el escenario por el cual los ciudadanos de a pie y los dirigentes cercanos al oficialismo, los menos altivos, no estaban dispuestos a expresar su opinión al sentirse en minoría y preferían retener sus verdaderas sensaciones y percepciones in pectore, antes que tomar el riesgo de ser aislados por la opinión que incluso ellos consideraban dominante. Siguiendo la lógica del análisis de Noëlle-Neumann, estamos ahora instalados en una nueva etapa, ya no sólo en materia de gestión oficialista y el posicionamiento de la nueva oposición surgida tras el 28-J, sino también en orden a la construcción de opinión pública, donde la defensa del oficialismo comienza a romper la membrana de aislamiento impuesta por los medios hegemónicos y mostrando un perfil colectivo cuyas proporciones son aún inciertas.
Director de Consultora Equis, que asesora al Gobierno.