COLUMNISTAS
desconciertos

La Feria en la ciudad

Cuando la Feria del Libro se desarrollaba en el Centro Municipal de Exposiciones, me era más comprensible. No porque vaya a suponer que la literatura, que es pura periferia, pueda ocupar ninguna clase de centro; pero que ese centro fuera un centro municipal, vale decir, un centro modesto, local, aldeano, de corto alcance, producía el ajuste necesario para esos términos.

|

Cuando la Feria del Libro se desarrollaba en el Centro Municipal de Exposiciones, me era más comprensible. No porque vaya a suponer que la literatura, que es pura periferia, pueda ocupar ninguna clase de centro; pero que ese centro fuera un centro municipal, vale decir, un centro modesto, local, aldeano, de corto alcance, producía el ajuste necesario para esos términos. Y por fin, “de exposiciones”: veinte días de exposición literaria. ¿Exposición de libros? Sí, ni más ni menos que Expococina, que venía antes, o que Expomueble, que venía después. Exposición de libros pero también de escritores, los retraídos y los desenvueltos conminados a exponerse por haber escrito un libro, o por haberlo firmado al menos.

La Feria del Libro, allá en el Centro Municipal de Exposiciones, quedaba situada así entre dos lugares de significación: de un lado, el ya fenecido Italpark; del otro, la Facultad de Derecho. Lo que terminaba señalando con asombrosa precisión una colocación muy elocuente de la literatura en la ciudad: un resquicio abierto entre el uso instrumental del lenguaje (el lenguaje plano y burocrático de los códigos jurídicos) y el espacio abierto y ligero del parque de diversiones (el entretenimiento pasajero y vacuo). Entre una cosa y la otra, sin ser ni una cosa ni la otra, la literatura.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Por atrás pasaban los trenes. Se los sentía pasar. Yendo y viniendo, ajenos al parecer, cumplían una función decisiva para el desarrollo de la Feria: recordarnos a todos, de manera casi constante, que si bien mucha gente acudía al recinto de los libros, había muchos otros, muchos otros y muchos más, que pasaban perfectamente de largo y no iban a detenerse por nada. A la mayoría de la gente la literatura no le interesa, y eso había que tenerlo presente.

Desde que la Feria del Libro transcurre en la Sociedad Rural Argentina, con pabellones que convocan por ejemplo el apellido Martínez de Hoz, con la Embajada de los Estados Unidos justo al lado y el Zoológico de la ciudad justo enfrente, me siento algo desconcertado. Sé que todo eso algo está significando sin dudas, pero no alcanzo a adivinar del todo qué.