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La foto que se mueve

La imagen de Cambiemos se ha construido como una tapa de revistas que ahora, por desgracia, no para de moverse.

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Macri. Su ausencia en la crisis y la falta de tradición política. | Presidencia

Existe un mundo que se expresa en fotos y tiene la ventaja de la asignación. La foto representa ideas de su tiempo, de modo que respeta en general el estilo de su época con ropas y colores, poses e imágenes socialmente aceptables, pero con la ventaja de la inexistencia del diálogo. No se puede charlar con Pampita o Nicole Neumann en el momento en que son expuestas voluntariamente en la tapa de una revista. Con la revista en mano, quien se dispone a leerla o mirarla asigna maravillosas ideas de perfección e interés para lo que el mundo de esas imágenes ofrece. Pero Pampita en su programa se mueve, habla, tiene que hablar seguido sin detenerse y batallar contra la presión de haber acumulado una masividad fotográfica que ahora es secuencia que puede dañar la cosificación de años en tapas de revistas.

La sociedad premia esos símbolos porque se sobreponen a su caos de complejidad heterogénea, pero al mismo tiempo hace a sus protagonistas presos de sus propias ilusiones. Pampita sigue al rating con desesperación, como Cambiemos sigue al dólar. Ambos sienten que la realidad los conflictúa, sobre todo porque los destruye como símbolos.

Los partidos tradicionales tienen su identidad en el pasado, en sus recorridos exitosos o trágicos, de modo que pueden reclamar un origen o un apego a valores que son de alguna manera verificables por la historia. Si bien se trata de tradiciones creadas y resignificadas en el devenir de sus necesidades, como tales encuentra en las biografías de las personas su conexión. Se pueden exponer en fotos de campaña, pero estas resultan en una combinación condicionada entre el sujeto que protagoniza la campaña y el partido o la tradición que lo acompaña. Los radicales se recuerdan en la reforma universitaria o en el denominado golpe de Estado económico a Alfonsín; los peronistas, en el obvio 17 de Octubre y en la proscripción, y los socialistas, en Juan B. Justo y sus batallas legislativas. Cambiemos, por el contrario, se jacta de la inexistencia de tradiciones por ser una nueva corriente que reemplaza el pasado. El dilema es que su imagen se ha construido como una tapa de revistas que ahora, por desgracia, no para de moverse.

Era imaginado, por algunos, que esto del gobierno de los CEOs se iba a expresar en economía. Ellos y las empresas estarían unidos en una gestión de consolidación de beneficios mutuos, por lo tanto habría que estar atentos a cómo las empresas serían remuneradas por gentilezas del Estado. Por estos días, esta idea ha sido desmontada brutalmente por la acción del mercado y dejado, por el contrario, en evidencia otra más compleja sobre la necesidad real de la prestación política. No es en el supuesto beneficio de las empresas donde se nota el pasado corporativo de Macri, sino en el modo de gestionar las relaciones con otros actores también de poder en la política Argentina. Para Macri, los gobernadores han sido hasta ahora gerentes de sucursales con los cuales se podría negociar la colocación de productos. Macri haría la publicidad, y por allí se vendería después su marca.

La ausencia del Presidente, o al menos su demora en asumir protagonismo físico y verbal durante la crisis del dólar, se expresa como un síntoma de carencia de tradición política. En las grandes empresas el CEO controla la operación a través de su directorio, que a su vez tiene por debajo una amplia estructura ejecutora que llega hasta el territorio. Si bien la política tiene una burocracia también en etapas y en secuencia, la figura del líder central interviene públicamente en la gestión de las relaciones con las provincias, con sus brazos ejecutores y con la población.

Los CEOs no hacen discursos para los que recorren las góndolas del súper porque son las marcas las que hablan por ellos; a los CEOs no los conocen sus consumidores. Cambiemos es experto en vender productos.

Los desajustes repentinos frente al dólar y la aparición del FMI están obligando al renacimiento de lo que Cambiemos intenta negar: el rol simbólico y ejecutor de la política. Lo que ha llevado al éxito impresionante de Macri es lo que hoy también se presenta como el riesgo de su desplome. No alcanza con un mejor presupuesto para las provincias, a los gobernadores les gusta charlar de política y pasar el rato, y eso para Macri es incomprensible. El problema es que labura de presidente.

*Sociólogo.