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AYUDA comunitaria

La Fundación Tzedaká, la Cáritas de los judíos pobres

Una de las instituciones más dinámicas de la comunidad judeo-argentina, la Fundación Tzedaká jugó un papel importante en la crisis de 2001, cuando más de 20 mil judíos fueron arrojados a la pobreza, entre ellos decenas que terminaron en villas miseria. Innovadora, ofreció ya en ese momento tarjetas de comida cargadas con dinero que permitían a los beneficiarios usarlas con libertad. Hoy, además de asistencia, brinda apoyo escolar, medicamentos y capacitación laboral.

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“Si en la Tierra que te da el Eterno, tu Dios, hubiere una persona indigente entre vosotros, cualquiera de tus hermanos en cualquiera de tus ciudades, no endurecerás tu corazón ni cerrarás tu mano a tu hermano indigente. Sino que le abrirás tu mano; le prestarás lo que te pida, cualquier cosa que le falte”, dice la Biblia en el Deuteronomio. Con ese espíritu, la Fundación Tzedaká asiste a miembros de la comunidad judeo-argentina que han caído en la pobreza y carecen de recursos para comer y afrontar los problemas de vivienda y salud.

“El calor humano hace que en tus desgracias te sientas menos desgraciado, gracias al apoyo, la contención. Esto te sostiene en los peores momentos y en las buenas, ellos se alegran de tu felicidad, de tus logros”, afirma Rosa, una de las beneficiarias de 58 años que ingresó en los programas de la institución a fines de 2001.

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Tzedaká fue fundamental durante la crisis para sostener cerca de 20 mil judíos sumergidos en la pobreza; incluso a varias decenas que vivían en villas de emergencia. “La gente necesitaba comida y ayuda para sostener la vivienda. Pudimos hacer estas tareas porque llegaron fondos de afuera, gracias al respaldo del American Jewish Joint Distribution Committee”, destaca Rut Kamenszain, directora de Programas Sociales.

Pero la fundación ya trabajaba desde 1997 en distintos programas asistenciales, cuando notaron el empobrecimiento que vivía la clase media. Al contabilizar cada vez más casos de indigencia, crearon un sistema descentralizado, distribuido entre clubes, sinagogas e instituciones culturales, y salieron a buscar a la gente.

“Las características de la nueva pobreza tienen que ver con esconderse, no mostrarse, meterse para adentro, y con la vergüenza. Dijimos: ‘Vamos a buscar a la gente, a golpearle la puerta’ y a decirle: ‘Sé que sufrís, que la estás pasando mal’”, dice Kamenszain.

Esta experiencia les permitió afrontar la crisis de 2001 con un bagaje de experiencia y lanzar programas innovadores como el de las tarjetas de comida, que consistía en entregarles a los beneficiarios una tarjeta cargada con dinero para poder comprar en el supermercado lo que ellos desearan, en lugar de darles la caja de alimentos e imponerles lo que tenían que consumir. “Las tarjetas de comida restituyen la dignidad. No hay comparación entre que uno pueda ir y elegir lo que quiere comer y darle a sus hijos, a que te lo den”, resalta.

La nueva etapa. Desde finales de 2003, la situación comenzó a mejorar en el país y, con esto, se redujo la cantidad de beneficiarios, aunque aún cuentan con sectores de difícil solución, en su mayoría son adultos mayores o menores de 12 años que carecen de la posibilidad de obtener ingresos de otros lados.

Esta nueva realidad, llevó a Tzedaká a modificar su foco de trabajo: ya no se trataba sólo alimentar a las familias sino que había que fortalecerlas en lo que respecta a la salud, educación y vivienda, para sentar los pilares que les permitan salir adelante y que sus hijos puedan trabajar en un futuro, algo que sus padres no pudieron.

“La apuesta está centrada en los hijos de estas familias. Necesitan de mucho apoyo. Ya no sólo sirve ayudarlos a terminar el colegio secundario, sino que también tenemos que ocuparnos de generarles las redes, los vínculos de capital social para que puedan insertarse”, afirma Kamenszain.

Esto va ligado directamente con la salud, ya que sin ella es imposible sustentar todo lo demás. Así, descubrieron que muchas familias jamás les había realizado un chequeo general a sus hijos y nunca habían controlado si tenían sus carnet de vacunación completo. “Empezamos a trabajar para tratar de revertir esto y a entender que si no le cuidás la salud tampoco va a rendir en el colegio. Es una de las características de la Fundación: entender que si el abordaje de la familia no es de manera integral, solucionás en parte el problema o lo emparchás. Esta es una apuesta a largo plazo donde ponemos todo”.

La situación cambiante que vive el país los obliga a mantenerse alerta, por lo que ya han empezado a notar el impacto de la actual crisis: desde comienzos de año han recibido cerca de mil pedidos de ayuda, lo que ha llevado a que el número de beneficiarios se incrementara de 9 mil el año pasado a cerca de 10 mil este año. Es decir, es algo así como volver a empezar.