De la franqueza de Moria Casán ya podemos dar entera fe, aunque su proverbial inteligencia, que en la farándula suele darse por descontada, acaso requiera todavía alguna verificación más rigurosa. Pero sincera es, de eso no cabe duda. Porque lo común en las estrellas de televisión es que le tiren besos al público y se den golpecitos en el corazón y le digan cuánto lo aman. Es cierto que esta clase de gratitudes las expresan por lo común a prudente distancia, detrás de espesos vallados o en remotas terrazas de remotos hoteles veraniegos.
La otra noche, en el programa de Tinelli donde por lo visto la emplean, Moria Casán ensayó otra sinceridad. Con el leve ademán del que espanta alguna mosca, dispensó a la tribuna estos dos pareceres muy precisos: “decorado” y “lumpenaje”. Las circunstancias no vienen al caso, son parte del fraguado de dimes y diretes que son propios de ese entretenimento. Pero acaso importe detenerse en estos juicios, porque no es usual que en la televisión se les diga a los televidentes lo que se piensa de veras de ellos. Y las palabras no fueron casuales. “Decorado” señala el lugar pasivo de quienes sólo pueden aparecer de fondo y como fondo. “Lumpenaje” es una brutal desestimación clasista, muy propia de quien se ha hecho rica en poco tiempo y porque sí.
Las cosas después siguieron su curso, porque las cosas siempre siguen su curso en la televisión. Pero no dejó de tener su interés la posibilidad de apreciar la diferencia que supone tener a la gente cerca o tenerla más bien algo aparte. Y hasta podría ser un criterio para medir los modos de la popularidad: la que admite y hasta precisa el contacto
con la gente y la que solamente funciona si la gente le queda lejos.