Si alguien pensó que el advenimiento del albertismo se iba a relajar la polarización extrema que vive el país hace más de una década se equivocó.
Un mundo de polarizaciones. La grieta no es un invento del periodismo, está más presente que nunca, entrenando y adecuándose a los nuevos tiempos y debates. Pareció allá en los días de marzo, con el inicio de la cuarentena, que algo había cambiado en el juego bipolar cuando Alberto Fernández trepaba en las encuestas, y presentaba la mesa tripartita con Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof. Falsa alarma. Con el correr de los meses los melones se fueron acomodando en el carro y vuelve a surgir la división política, que tiene una base social medianamente sólida, pero que encarna percepciones y miradas del mundo completamente diferentes. Estas visiones antagónicas tienen un equipamiento cultural básico centrado en cuál es el rol del Estado y va encontrando acoplamientos en diferentes temas, muchas veces muy distantes de lo estrictamente político como las preferencias artísticas de los sectores en pugna.
Decidir que de un lado de la grieta está el kirchnerismo y del otro se encuentra el macrismo es una simplificación extrema que no permite ver otras instancias históricas donde la dualidad tiñó el panorama desde el debate morenistas y saavedristas al inicio de Argentina como proyecto nacional, hasta el peronismo-antiperonismo de los años 50 pasando por el personalismo-antipersonalismo de la época de Yrigoyen. Sin embargo, hay quienes ven una continuidad lineal en aquellas dualidades sin ver las particularidades. Negar las características de esta etapa va de la mano con la reducción al “siempre hubo grieta”. La grieta tal como está planteada en la Argentina, pero también en otras partes del mundo como España y los Estados Unidos, y se trasforma en una herramienta para procesar la actualidad, más que en una ideología organizada, con doctrinas y programas.
Medios sin mensajes. En suma, la grieta no es la agenda temática la que organizaría a las orientaciones políticas sino el lugar desde donde se las impulsa. Esto contradice a la teoría establecimiento de agenda (Agenda Setting) que Maxwell McCombs y Donald Shaw impulsaron a inicios de los setenta y por la cual los medios de comunicación masiva no indicaban cómo había que pensar sino en “qué pensar”. Por el contrario, por ejemplo, en la Argentina de hoy cualquier reforma judicial encarada desde el gobierno es vista desde la vereda de enfrente con una intención espuria. Luego, toda postura o propuesta de la oposición tendría como finalidad arruinarle la vida al gobierno. De hecho, como se observa en innumerables encuestas el principal problema del país entre quienes se sienten cercanos al PRO o al radicalismo es la corrupción seguida por la inseguridad, mientras que para los cercanos al kirchnerismo y al peronismo el principal tema es la pobreza y la inflación. Luego entre quienes no se sienten cercanos a ningún espacio sus preocupaciones se orientan a la corrupción y a la pobreza. Para captar a estos sectores hubo una lógica discursiva que se ensayó desde algunos dirigentes asociando causalmente estos fenómenos, es decir que la corrupción originando pobreza, una hipótesis muy difícil de popularizar.
Mundo-voto. La traducción de la grieta en términos electorales se vuelve un tanto monótona con un 35% votando peronismo/kirchnerismo y otro 35% votando a lo que esté enfrente. Sin embargo, en tiempo de liquidez política aparece como contingencia qué es lo que piensa el 30% restante. Se podría quitar de esta ecuación un 10% que opta por fuerzas minoritarias que muy improbablemente pesen electoralmente, pero finalmente el 20% restante puede terminar definiendo una elección, rompiendo lo que en el día a día si nota como una discusión empatada. Nunca tan pocos definieron tanto. Todas las campañas electorales (aun por fuera de los periódicos de votación) trabajan para convencer a ese puñado de votantes que va flotando por el mundo o diciendo como en el póker: “pago por ver”. Es en definitiva lo que se discute cuando se evalúa si dejar o sacar la PASO, quitarte protagonismo a ese espacio que probablemente define su voto cuando realmente cuenta (en la elección general) mirando lo que pasó.
Si el votante flotante no se puede fidelizar, las alternativas que se bajaran en el submundo de la especulación política es la generación de sellos artificiales a fin de dividir los electorados bajo el viejo lema “divide y reinarás”. Es la crítica que desde el macrismo se les hace en estos momentos a los libertarios: ser funcional al kirchnerismo. No obstante, observando a los partidarios del espacio Espert-Milei, gasto público y altos impuestos parecen ser los temas que los nuclea. Aquí surge la pregunta sobre si este espacio tiene real futuro en la política argentina buceando en las profundidades de la grieta.
Tres hipótesis del futuro libertario. Se pueden plantear tres hipótesis que dan a lugar a tres escenarios con muy diferente probabilidad de éxito para estos sectores que corren por el carril de la derecha dura.
•El primero que simplemente capitalicen a los sectores más conservadores, partidarios estrictos del antiestatalismo. Esa experiencia no dista mucho de la de 2019, con guarismos que ni siquiera alcanzaron para construir un bloque parlamentario.
• Una segunda escena dónde los libertarios puedan atesorar el descontento de una parte de la sociedad con la política tanto como bloque dirigente pero también cómo actividad. Acá el relato de la antipolítica juega su partido, y de este modo podría surgir como un espacio con capacidad de conquista al 20% flotante. Hoy las encuestas los dan un crecimiento importante, pero un poco menos de la mitad de ese valor.
• En un tercer escenario apocalíptico que ya abriría una Caja de Pandora de imposible interpretación. Un posible contexto de crisis generalizada, hiperinflación y las siete plagas de Egipto les podría abrir una ventana en la cual podrían transformarse en la “nueva esperanza”. Ese escenario dantesco es el que precisamente los voceros de este espacio difunden. Sería cambiar el “que se vayan todos” por el que “venga ellos”. Serían los antigrieta menos pensados.
*Sociólogo @cfdeangelis