Lo único que existe es el capitalismo. Vivimos, desde que nos construimos como sociedades, bajo su dominio. El comunismo fue un álter ego del capitalismo. Somos hablados, hasta en nuestros sueños más íntimos, por el capitalismo. El yo es capitalismo. La televisión es capitalismo. Los sindicalistas son secretarios privados del capitalismo. El capitalismo engorda y, también, puede adelgazar hasta la extinción a las personas. Los que se opusieron de verdad al capitalismo terminaron –como Antonio Gramsci– pudriéndose en una cárcel. Bono, el cantante de U2, es puro capitalismo sensible. El Indio Solari, que pide no pagar impuestos para poder juntar a su grey, es capitalismo astuto. Theodor Adorno no es un teórico de la izquierda, es un teórico del capitalismo. Los vip son pesebres vivientes del capitalismo. Nuestro jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, en realidad se llama, en su vida privada, Jorge Capitalismo. El capitalismo tiene rayos ultravioleta y ataca a nuestros niños desde su más tierna infancia cantando canciones de reyes y princesas auspiciado por Disney que es, como bien sabemos, capitalismo. Hay una fábula que dice que Walt Disney –gracias a que consiguió mucho dinero– está hibernando en una cámara especial a la espera de que se encuentre la cura contra el cáncer que lo atacó. Los que no tienen dinero, en cambio, mueren derretidos bajo el calor abrasador del capitalismo. Hace poco Reinaldo Merlo, el técnico de Racing, dijo: “Yo voy a revertir esta situación del equipo porque soy un ganador”. El capitalismo, para poder expresarse correctamente, necesita de una ristra inmensa de ganadores. Los perdedores también son necesarios siempre y cuando acaten las reglas de juego del capitalismo. Los que no son nada, los que no quieren ser nada, simplemente se desvanecen en el aire. Johnny Fontane llega a la fiesta de casamiento de la hija menor de Don Corleone para cantarle especialmente porque necesita que El Padrino interceda y le consiga un papel en una película que le resulta esquiva. Siguiendo la misma estrategia de Johnny, Ramón Díaz les agradece a Los Borrachos del Tablón por motorizar el aliento de su equipo. Los barrabravas otorgan un servicio premium, especial, a los que se benefician con el capitalismo. Por eso nunca van a ser erradicados.