Hoy es 12 de junio, y como es la víspera del cumple de Lugones, los supersticiosos celebran el Día del Escritor. Entre los fastos programados este sábado se destaca un evento de la librería Eterna Cadencia, donde a las 19, al cabo de la intervención de una banda de música, tendrá lugar una entrevista abierta con uno de los mayores exponentes de nuestras letras, colaborador de PERFIL, autor de esta columna y calificado entre los quinientos mejores escritores vivos de lengua española. Aunque lo de “escritor vivo” es el mayor elogio que le gustaría seguir oyendo por un tiempito, el evento brinda una oportunidad a los que suelen manifestarse por mails a su correo y comentarios hostiles en la página web de este periódico, para que, por una vez y sin preocuparse por la ortografía y la sintaxis, puedan enrostrárselos en su propio rostro o, como se dice, en su ajada cara. Siguiendo con efemérides, recuerdo que se cumplen veintitrés meses de la tarde de aquel 12 de julio de 2008, en la que Néstor subió a la Biblioteca Nacional para dialogar con los de Carta Abierta. Todavía se puede conseguir en Internet la crónica que hizo Verbitsky en Página/12. Su relato testimonia un Néstor afable y tolerante, no sólo de las críticas sino hasta de las silbatinas –sí, “silbatinas”, constata Verbitsky– que respondieron a algunas de sus manifestaciones sobre el tren bala, el fraude del Indec y la política gremial favorable a los “gordos”.
Eran otro Kirchner y otra Carta Abierta. Hoy se cumplen catorce días del lanzamiento de una nueva Carta Abierta en plan electoral. Sus apretadas filas de funcionarios, profesores, becarios e investigadores del Conicet se entreabrieron para dejar lugar a nuevos participantes venidos de las elites culturales de la CGT moyanista y de los municipios K del Conurbano. Allí lanzaron su nuevo eslogan: “No hay vuelta atrás que pueda resultarnos tolerable. No hay interrupción que consideremos viable”. Hay un gradiente de interpretaciones del término “tolerable”, y alguna de ellas podría llegar a ser intolerable. Para la Presidenta, en el discurso a sus colegas de América latina, la reticencia del cabildo de mayo a formar un gobierno patrio era intolerable, por lo que elogió el gesto de quienes amenazaron con las armas y nos pusieron a celebrar, doscientos años después, una serie de acontecimientos que “no fueron –según sus palabras– tan pacíficos ni consensuados”. Ahora no hay virreyes ni vocales, pero –no poco deficientes– hay una Corte de Justicia, muchas Cámaras y un montón de cuerpos legislativos. ¿Podrán dar lugar a decisiones “intolerables” y a “vueltas atrás”? En tal caso: ¿qué imaginamos que harán los oficialistas intolerantes?