“La historia se desarrolla en círculos sucesivos”, concluyó Giambattista Vico hace cuatro siglos. Incuestionable, si por ejemplo uno observa la historia argentina de los últimos cien años: una sucesión republicana de gobiernos liberales y populistas, trufada de dictaduras cívico-militares nacional-populistas o liberales.
Círculos sucesivos… Pero Vico sugería que ese ir y venir era una espiral hacia adelante, mientras que a Argentina la define el retroceso. Sus tragedias o calamidades nunca son nuevas, sino las mismas, agravadas. En situaciones así, Ursula Buendía, el inolvidable personaje de García Márquez, se resignaba diciendo que “el mundo no hace más que dar vueltas en redondo”.
Hace menos de un mes, el presidente Mauricio Macri dijo que acababa de pasar “los peores seis meses” de su vida, aludiendo a la “tormenta” económico-social que atraviesa el país, como él metaforiza una crisis grave. Luego, logró que la mayoría de los gobernadores, peronistas o no, aprobaran su presupuesto nacional de ajuste para 2019, basado en las clásicas recetas del Fondo Monetario Internacional, que debe ser refrendado por el Congreso. Al escribirse este artículo, el Presidente y su ministro de economía anunciaban con gran pompa una ampliación de la ayuda del FMI y sus exigencias, reconociendo al mismo tiempo que el precio económico a pagar será alto en términos de recesión y que la inflación tardará en ceder, si es que cede.
Si se deja de lado evocar los sucesivos fracasos de las políticas liberales aquí y en todas partes –con las variantes del caso– y se tiene en cuenta que aquí y en todas partes las alternativas al populismo y al liberalismo brillan por su ausencia, es posible convenir que, en la coyuntura argentina de 2015, el ajuste liberal era el único “remedio” a la vista.
Pero el presidente Macri prefirió no explicar a la ciudadanía la situación heredada con cifras y detalles precisos, y aplicar su receta en dosis homeopáticas. O sea, ni chicha ni limonada y, como resultado, aumento de la inflación y la pobreza, recesión y las consiguientes protestas sociales que ahora, tres años después, “reviven” o mantienen vigentes a personajes política y moralmente siniestros como Cristina Fernández de Kirchner.
Lo que debería haber sido dicho y hecho al asumir, cuando los datos de la crisis económica, social, política, ética y moral herencia del peronismo eran evidentes para casi cualquiera, comienza a decirse ahora, cuando esos datos se han agravado y solo es destacable un mejor funcionamiento de la Justicia y un mayor respeto a la libertad de expresión.
El populismo engaña a la gente haciendo concesiones económicas y sociales imposibles de sostener, en la medida en que no altera las estructuras vigentes y, al contrario, las consolida y daña al mismo tiempo con un incremento desmesurado de la corrupción. El liberalismo, que hoy por hoy solo expresa a la especulación financiera (de allí lo de “neo”), “hace política” aplicando el recetario Durán Barba: “No proponer, no explicar, no atacar, no defenderse”, tal como denunció un economista afín al macrismo. Por ejemplo: “Si vos explicás qué es la inflación, vas a tener que decir que la emisión monetaria genera inflación; que entonces debería reducirse la emisión y que si hacés eso tendrías un ajuste fiscal donde la gente va a perder su trabajo y eso no queremos que lo digas. Cuando seas gobierno hacé lo que vos creas, pero no lo digas ahora, en medio de un debate” (https://www.clarin.com/politica/duran_barba-consejos-sturzenegger-debate_televisivo-coaching_0_ryaJUHFD7l.html). O sea, engañemos a todo el mundo.
¿Qué hay detrás de todo eso? “Lo que está bien concebido se expresa claramente, y las palabras para decirlo acuden fácilmente”, señaló Nicolás Boileau en su Arte poético, también cuatro siglos atrás. Hoy, ni populistas ni neoliberales nada claro tienen que decir, porque nada tienen bien concebido.
*Periodista y escritor.