Alguien que defiende al kirchnerismo a capa y espada, y que supo aparecer en cuanto medio y lugar fue requerido a fin de ponerle el cuerpo al duro conflicto entre el Gobierno y el campo, se sinceraba, hacia el fin de la semana que pasó, con aire de desconcierto. Decía, entre otras cosas, que “es increíble lo que está pasando. No lo podemos entender. Los que nos identificamos con los postulados progresistas del kirchnerismo estamos haciendo una evaluación autocrítica de todo este proceso y vemos cómo todas las acciones que llevó adelante el Gobierno han terminado por favorecer la concentración de los grandes pooles de siembra y de los feed lots en desmedro de los pequeños productores.
Escapa a nuestra comprensión las causas por las que ni Néstor ni Cristina se dan cuenta de esto”.
Hasta ayer mismo eran muchos los que no atinaban a poder explicar claramente en qué dirección concreta se mueve en este y otros rubros la administración compartida por la Dra. Fernández de Kirchner y su esposo. Y entre esos muchos que comparten esta incertidumbre, hay numerosos miembros del Gobierno.
El matrimonio presidencial sigue demostrando una capacidad infinita de perder oportunidades.
Esto también lo reconoce un número creciente de funcionarios del Gobierno en confesiones en las que aflora el desconsuelo.
Sólo un puñado de ellos parece ajeno a esa realidad. El problema es que estos son los que, paradójicamente, tienen una mayor cercanía y llegada segura a quien es la principal fuente de poder de esta administración: Néstor Kirchner.
Es impresionante comprobar cómo siguen vigentes tanto su injerencia como también su participación en el gobierno de su esposa.
Aníbal Fernández comprendió, desde el primer momento de su gestión al frente de la Jefatura de Gabinete, que el tema del campo era y es prioritario.
Esto no tiene que ver sólo con una realidad económica sino también con otra de dimensión política.
El Dr. Fernández recuerda lo que el matrimonio presidencial ha olvidado: la Dra. Fernández de Kirchner ganó la elección presidencial de octubre de 2007 con el aporte de una gran cantidad de votos provenientes del sector rural.
El jefe de Gabinete, a quien no le sorprendió la derrota de Néstor Kirchner en la provincia de Buenos Aires, sabe, a su vez, algo que tanto el ex presidente en funciones como su esposa parecen ignorar: no hay posibilidades ciertas de triunfo del justicialismo en las elecciones presidenciales de 2011 sin el apoyo de sectores vastos del ruralismo.
Esta circunstancia, de no corregirse, también tendrá efectos en el presente.
La diáspora que se está produciendo dentro del bloque de legisladores del Frente para la Victoria es un botón de muestra. Ha comenzado ya con tres diputados por la provincia de Entre Ríos. Promete seguir.
A la luz de esto, alguien le advirtió a la Presidenta que había que hacer algo para exhibir algún atisbo de iniciativa ante un panorama francamente adverso que se avecina en el Congreso y al que los legisladores más fieles no saben a ciencia cierta cómo enfrentar.
La respuesta a eso fue el anuncio del proyecto de ley por el que se recortan los así llamados “superpoderes”. Esto que antes del 28 de junio hubiera sido considerado como un gran gesto republicano, ahora fue tan sólo un acto de realismo político.
“No podemos engañarnos a nosotros mismos; era claro que si la Presidenta no hacía algo la oposición nos los derogaba de un plumazo”, reconoce un legislador K que sigue azorado al ver las cosas que pasan en el poder.
Pero volvamos a la novela Gobierno versus campo.
Estábamos en las intenciones de Aníbal Fernández. Aquí hay que señalar que el jefe de Gabinete es el único funcionario del Gobierno a quien el matrimonio presidencial le permite una cierta independencia de movimientos.
Se nota en él, además, un cambio en el tono y el vocabulario de su lenguaje.
Puesto a trabajar en el tema, el Dr. Fernández logró que hubiera movimientos de acercamiento entre las partes.
Consiguió así que hubiera enviados del Gobierno que se entrevistaron con los representantes de las cuatro entidades que conforman la Mesa de Enlace.
En una de ellas, que tuvo lugar en San Pedro, hubo un mensaje transmitido por el emisario en cuestión: que entre los pedidos a realizar por los dirigentes del campo hubiera uno referido a dotar a estas negociaciones de un marco institucional.
Esto fue acogido y aceptado por las entidades.
Prueba de ello es que en el documento que le presentaron al Dr. Fernández en la reunión del viernes pasado, encabezaba la lista de pedidos uno referido a la necesidad de rejerarquización de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca, organismo cuya trascendencia política ha sido pulverizada por el Organismo Nacional de Control Comercial Agropecuario (ONCCA) y la Secretaría de Comercio Interior, en la que sigue reinando Guillermo Moreno.
“Les tiramos todos los centros que nos pidieron para la reunión del viernes y no llegamos a entender por qué el Gobierno no hizo ni siquiera un gol”, confesaba alguien que participó activamente en la preparación del documento de tres carillas que llevaron los ruralistas al encuentro en la Casa Rosada.
El Gobierno le dedicó también su tiempo al asunto.
En esa línea fue que pergeñó el anuncio para el sector lechero que la Presidenta hizo en la ciudad cordobesa de Villa María, el jueves por la tarde. En ese acto quedó exhibida, una vez más, la metodología del “divide y reinarás” que el Gobierno utilizó con relativo éxito en el pasado. Pero claro, el presente es otro.
Si bien algunos tamberos aprobaron el acuerdo, fueron muchos los que lo salieron a criticar.
El viernes hubo una reunión extensa e intensa en la Residencia de Olivos en la que la Presidenta escuchó las posturas existentes dentro de su gobierno.
Hubo halcones y palomas. Entre las palomas estuvieron Aníbal Fernández, el ministro de Infraestructura y Planificación, Julio De Vido, y el secretario de Agricultura, Carlos Cheppi. Entre los halcones, Guillermo Moreno, el titular de la AFIP, Ricardo Echegaray, el titular de la ONCCA, Emilio Eiras y la ministra de la Producción, Débora Giorgi. Triunfaron estos últimos. De hecho, la postura que llevó el Gobierno al encuentro con el campo fue la que propuso el señor Eiras.
La reunión en la Casa Rosada fue cordial. Incluso hubo un pedido de disculpas por parte de la dirigencia agropecuaria por algunos dichos vertidos durante la semana en la Rural.
La alusión fue directa a expresiones francamente reprochables por su nivel de intolerancia hacia el Gobierno, volcadas por el presidente de la Sociedad Rural Argentina, Hugo Biolcati.
Biolcati y el resto de los dirigentes deben comprender que el protestar y reclamar son actos legítimos de los que se nutre toda democracia, pero que esto no da derecho a fomentar la intolerancia o cualquier idea o acción que siquiera sugiera la posibilidad de la remoción de un gobierno por una vía diferente de la del voto popular.
A este respecto es importante insistir –en momentos en que el tema de lo institucional afortunadamente parece ganar espacio en la consideración pública– que es necesario que el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner complete hasta el último segundo del último minuto de su mandato.
El campo sabía que el tema de las retenciones a las exportaciones de la soja no iba a ser resuelto en esa reunión. Aspiraba a otras cosas concretas. Eran tres: leche, carne y maíz.
No hubo avances significativos en ninguna de ellas.
La postura del Gobierno, tal cual lo expresó la ministra de la Producción, fue la de “ya les hemos dado demasiado”. Así las cosas, el futuro depara sólo interrogantes. Nadie sabe cómo seguirá esta historia. Lo único seguro es la incertidumbre y su secuela de dudas que, en un marco de crisis económica, no hace más que agregar dificultades a las ya existentes, que son muchas.
La oposición debería hacer también su aprendizaje de todo esto. En su paisaje abunda la pobreza de propuestas. Una buena tarea sería la de proponer ideas alternativas, serias y factibles, a las que hasta aquí ha llevado adelante el Gobierno.
Este es un aporte que falta y que representa un desafío al que aún la oposición mayoritariamente no ha respondido. Además, algunos parecen haberse quedado todavía en el 28 de junio. Mientras tanto, en la intimidad de Olivos, Néstor Kirchner sigue con sus maquinaciones.Acumula bronca y más bronca contra los “traidores” del Conurbano bonaerense.
Promete venganzas.
Alguna vez, alguien que supo creer en él le escuchó decir a bordo del Tango 01 en vuelo hacia México que “ahora que asuma Cristina, habrá una renovación total del Gobierno y yo me voy a dedicar a viajar por el mundo respondiendo a las 46 invitaciones de distintas universidades que desean otorgarme el título de Doctor Honoris Causa”.
De aquella promesa, de aquel momento y de aquel apogeo de poder, hoy nada queda.
Producción periodística: Guido Baistrocchi