Hay algunas preguntas que se hace todo periodista consciente de su responsabilidad social, muchas veces hasta el punto de la angustia: cuál es el límite entre el respeto por la privacidad de personajes que se transforman en noticia, dónde está la frontera entre lo éticamente aceptable y lo que puede ser condenado como exceso o –peor– manipulación o violación a esa intimidad.
La semana anterior, el reencuentro de la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela Barnes de Carlotto, con su nieto Ignacio/Guido, arrancado a su madre, la hija de Carlotto, 37 años atrás, y entregado a un matrimonio de trabajadotres de campo en Olavarría, disparó naturalmente esos interrogantes. También generó debates en los medios acerca de hasta dónde es legítimo llegar con la información sobre el tema, cuánto revelar, qué buscar y qué no para cumplir con el precepto periodístico de llevar al público la mayor y mejor información.
Este ombudsman debe confesar que al publicar su columna del pasado domingo (http://www.perfil.com/columnistas/Verdad-justicia-memoria-20140809-0068.html) lo hizo con la certeza de que ese mismo día este diario ampliaría, y mucho, lo editado en su edición sabatina. Y, junto con la certeza, se le planteó una incógnita: ¿mantendría PERFIL el nivel de respeto por la privacidad que había exhibido el sábado? La nota sobre la familia adoptiva de Ignacio/Guido fue un buen ejemplo de cómo es posible poner límites a la seductora elección de violentar el derecho a la intimidad, pese a las habituales presiones del medio y a cierta tendencia a practicar el “vale-todo-porque-los-lectores-tienen-derecho-a-ello”. Fue respetuoso el tratamiento en los textos y en las imágenes, que no revelaron las fisonomías de quienes criaron al nieto de Carlotto. La frontera fue respetada y sería bueno para el medio, sus periodistas y los lectores que esto fuese tomado como ejemplo a seguir para casos similares. Sean éstos o no de tanta delicadeza y sensibilidad como lo es cada feliz reencuentro de niños apropiados por la dictadura, hoy adultos, con sus familias de sangre.
Respecto del tema, debo hacer además un mea culpa, motivado por la carta –correcta y certera– del lector Thomsen en la página anterior: efectivamente, no fue Carlotto parte del grupo original de Abuelas de Plaza de Mayo sino que se incorporó un año después. Agradezco al señor Thomsen que haya corregido mi error con tanta precisión y pido disculpas al conjunto de los lectores por haberlo cometido.
Para finalizar con la cuestión, vaya una crítica a los principales columnistas políticos habituales de este diario, en particular a los que suelen incorporar el tema de los derechos humanos a sus textos. El sábado 9, Alfredo Leuco dedicó a la recuperación de Ignacio/Guido apenas 247 caracteres de los 6.217 de su columna publicada en la página 16. El domingo 10, Nelson Castro no hizo comentario alguno sobre la cuestión, y tampoco Pepe Eliaschev en el suplemento Domingo. Creo que los lectores merecían un abordaje de parte de quienes cada semana se dirigen a ellos desde estas páginas para llevarles sus opiniones e informaciones, sean coincidentes o no con las de quienes eligen PERFIL.
Suplemento Acciones. En la página anterior, el lector Budmann hace una crítica a lo publicado el domingo 10 en la página 2 del suplemento Acciones, un texto sin firma que llevó por título “Los niños en la Franja de Gaza”. He consultado al jefe de redacción, Javier Calvo, acerca de ese tema en particular y en general sobre el contenido del suplemento, que carece de los lineamientos gráficos y de contenido que identifican a PERFIL, tanto en lo conceptual como en sus abordajes periodísticos. La respuesta, que intuía, fue que Acciones es un insert aportado por una agencia de publicidad, y sus contenidos no están sometidos a la supervisión periodística del diario. Por cierto, todo el conjunto de esas cuatro páginas responde en continente y contenido a conceptos no incluidos en las reglas de estilo de PERFIL. La falta de advertencia visible sobre esto genera, naturalmente, confusiones en los lectores, por lo que se decidió incorporar, a partir de su próxima aparición, un texto aclaratorio que ponga las cosas en claro.
Extensión de las cartas. Pese a que en la página anterior se dan las pautas a seguir para que las cartas de los lectores sean publicadas, tales reglas no siempre son cumplidas total o parcialmente, en particular las referidas a la extensión. Muchas veces se viola el límite de mil caracteres, lo que obliga a cortar textos o aceptarlos excepcionalmente en su amplitud original. El lector Villafañe observará que su carta fue severamente mutilada: envió 11.500 caracteres. Le sugiero ajustar en el futuro sus planteos al espacio adjudicado.