COLUMNISTAS

La ira

No me gustan la monarquías. Aún con todos los defectos del sistema político argentino, me siento orgulloso de ser ciudadano de una república y no de un reino. A pesar de que el sistema institucional de la Argentina no tenga la calidad del de los Estados Unidos, me siento identificado con los norteamericanos cada vez que polemizan con los ingleses sobre la superioridad de su sistema republicano, y por más que el rey Juan Carlos de España haya sido muy útil para la institucionalización de España y el príncipe Carlos motivo de bochorno para Inglaterra, ambas monarquía me resultan igualmente retrógradas.

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Quemado de indignación, ayer, el rey Juan Carlos le pide a Chávez que se calle y se retira de la Conferencia Iberoamericana. Un día antes, Uruguay había dado la nota.


No me gustan la monarquías. Aún con todos los defectos del sistema político argentino, me siento orgulloso de ser ciudadano de una república y no de un reino. A pesar de que el sistema institucional de la Argentina no tenga la calidad del de los Estados Unidos, me siento identificado con los norteamericanos cada vez que polemizan con los ingleses sobre la superioridad de su sistema republicano, y por más que el rey Juan Carlos de España haya sido muy útil para la institucionalización de España y el príncipe Carlos motivo de bochorno para Inglaterra, ambas monarquía me resultan igualmente retrógradas.
Si yo fuera ciudadano español, cuando ayer durante la Conferencia Iberoamericana se enfrentaron las posiciones de España y Venezuela, me hubiera sentido más representado por la forma en que Zapatero le contestó al iracundo Chávez que como lo hizo el rey Juan Carlos con su ya célebre: “!Por qué no te callas¡”. Zapatero, más republicanamente, retomó la palabra tras las reiteradas interrupciones del venezolano, diciendo: “Presidente Hugo Chávez, creo que hay una esencia y un principio en el diálogo y es que para respetar y para ser respetado debemos de procurar no caer en la descalificación; se puede discrepar radicalmente con las ideas, denunciar las ideas y los comportamientos, sin caer en la descalificación”.
Pero mi opinión no concuerda con la de la mayoría de los españoles. Los diarios de ese país en Internet reproducen los comentarios de algunos de ellos. Francisco Javier, de Guadalajara: “¡Viva el Rey! Me parece muy bien que el Rey haya actuado así ante un personaje como Chávez, que presume de coartar la libertad de expresión en su país y ser amigo de un dictador como Castro. Ya está bien de tanto insulto”. Valerio, de Lugo: “¡¡¡Por fin!!! Parece increíble que haya pasado tanto tiempo sin que nadie mandase a callar a semejante ‘especimen’. Me alegro de que el Rey lo haya hecho. Hay que defender la democracia y la libertad en Latinoamérica, y abolir la dictadura y el autoritarismo absoluto. ¡¡¡Que viva el Rey!!!”. Paloma de, Teruel: “Así se hace... Que Chávez el verborreico se entere de una vez: detrás de la frase del Rey estamos millones de demócratas. Un abrazo a los venezolanos, los acompañamos en el sentimiento”. Antonio, de Santander: “Bien por el Rey. Por fin alguien ha salido a defender los intereses de España, tuvo que ser el Rey; estoy harto de que nos insulten y ZP sólo se dedique a enfrentarse al PP y no nos defienda ante sus amigos tiranos fascistas (ellos sí que lo son), bien por su majestad”. Tony, de Barcelona: “¡¡¡YA era hora!!! Totalmente de acuerdo, ese ¿señor? no tiene derecho a hablar de quien no puede defenderse. ¡¡¡VIVA EL REY!!!” Carlos ,de Alicante: “Genial, Don Juan Carlos”. Y así decenas más de comentarios similares.
Encontré sólo uno que decía: “Muy inapropiada la actitud irresponsable del rey. No es una discusión en ‘el bar de abajo’ sino el foro iberoamericano. El rey tiene que responder de forma inteligente y no dejarse llevar por los nervios. No se puede mandar a callar a nadie”.
Pero la libertad para expresar la ira puede ser un atributo más real del que se supone. El también español Fernado Savater sostiene que “pese a que la ira es un pecado, se la puede atribuir a Dios. Sería escandaloso hablar de lujuria, avaricia o envidia en Dios, pero es evidente que la divinidad se reserva el derecho de la ira”. Y los reyes, con el anacronismo de que su autoridad viene de Dios, también podrían expresar ese rayo de furia. Pero no sólo los reyes, sino también aquellos políticos que actúan como tales. En el mismo texto de Savater sobre la ira, se dice: “Los políticos populistas utilizan la ira en sentido social, como un buen truco para tener en un puño a los sectores populares. Se acercan a la cólera quienes se sienten inmunes e impunes, que consideran que están en esta tierra para obligar a los demás a creer lo mismo que ellos”.
Y este es el punto que me parece más interesante: que Chávez y Kirchner, aunque en bastante menor proporción, se comporten como reyes. “La ira es una especie de droga que hace sentir intensamente vivo al iracundo, quien lo pasa de forma estupenda mientras está enfadado porque suben sus energías y se carga de adrenalina”, dice Savater. Pero Confucio decía: “Si te enfadas, piensa en las consecuencias”. Y en esas consecuencias es que Kirchner y Chávez muchas veces no piensan.
Hubo dos conflictos que estallaron durante la Cumbre Iberoamericana: el mencionado de Chávez ayer, y el sucedido entre la Argentina y Uruguay el día anterior. Ambos comparten la misma raíz: son fruto de la agresividad y la hipocresía.
¿Por qué Uruguay autorizó el funcionamiento de Botnia justo el día que su presidente se volvió a encontrar con su par Argentino? Porque si Tabaré Vázquez hubiera autorizado la apertura de Botnia mañana lunes, como todos esperaban, no hubiera podido transmitir su mensaje a varios frentes. A los propios uruguayos que sienten su orgullo herido por la forma que Argentina manejó el conflicto, a la oposición del Frente Amplio que aprovecha ese sentimiento para acusar de pusilánime al jefe de Estado, a la comunidad internacional reafirmando que Uruguay es un país con seguridad jurídica donde los extranjeros puede invertir, al Mercosur –y Brasil en particular– señalando que Uruguay precisa otros socios, inclusive los del ALCA, y a Kirchner para transmitirle su enojo. Si Botnia hubiese comenzado a funcionar mañana, nada material habría cambiado, pero todo lo simbólico sería distinto.
Hasta hace pocos años, mientras que en los países andinos de Sudamérica había tensiones y enfrentamientos, el Mercosur era un área sin conflictos. Sólo cuatro países sudamericanos tienen sus costas totalmente bañadas por el Atlántico: Venezuela, Brasil, Uruguay y Argentina. Los últimos tres convivían pacíficamente, integrando el Mercosur. Luego llegó Kirchner y sumó a Chávez al Mercosur, y hoy esa alianza austral está al borde de hundirse.
¿Serán Kirchner y Chávez inocentes de este fracaso diplomático, o sus pasiones arrebatadoras sembraron el camino de la incomprensión? La agresión puede resultar una herramienta eficaz en el corto plazo, pero a la larga envenena cualquier relación, no alcanza los objetivos y el agresor termina agrediéndose a sí mismo.

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