Son extraños los recuerdos. A veces vienen y se quedan, a veces se van, y nunca sabemos bien por qué. Por ejemplo, yo tengo un recuerdo borroso y lejano, tan difuso que no logro reconocer si es un recuerdo o simplemente imaginación. Creo que era el año 1984, o 1985, no más allá. Un reportaje a un escritor, pero no me acuerdo quién, ni tampoco en qué diario o revista. El escritor hablaba de cómo era la Feria del Libro durante la dictadura, y en un momento dijo algo así como: “La Feria era uno de los pocos lugares en los que los escritores podían encontrarse, era un lugar de resistencia”. ¿La Feria, un lugar de resistencia? ¿Será mi imaginación? O quizá sea cierto, quién sabe. En todo caso, no sé por qué en este revival de los 70 ya casi ni se habla del tema, hace mucho que no se menciona cómo era la Feria en esos años.
Pensaba en todo esto, mientras caminaba por un pasillo lateral de la 34ª edición de la Feria del Libro, cuando de repente, sin darme cuenta, me llevé por delante el stand de la Policía Federal (stand 598, Pabellón Azul). El stand está justo a lado del de Zona de Poesía (stand 496, mismo pabellón), en donde se encuentran editoriales como La Bohemia y otras que publican poetas nacionales y extranjeros tanto contemporáneos como clásicos. Obviamente, pensé en que la Policía estaría allí para vigilar a la bohemia, pero me pareció un chiste demasiado fácil así que lo descarté. Y entre tanto, una muy amable mujer vestida de policía, es decir una policía femenina, me entregó un par de folletos y el último número de La Federal. 365 días al Servicio de la Comunidad. Honestamente, yo no conocía la revista (esto es para los que dicen que en la Feria no hay nada que no se pueda encontrar afuera), pero rápidamente me di cuenta de que ya iba por el “Año II”, y que se trataba de su edición Nº 45. La nota de tapa me pareció sugestiva: “Cuidemos el medio ambiente. Preservar los recursos naturales de la tierra es el principal objetivo para salvar a nuestro planeta”. En ese momento advertí que en la Feria no había ningún stand de Greenpeace. Grave error: secretas líneas de continuidad existen entre el stand 598 y el ausente stand de la organización apadrinada por Mario Pergolini. En fin, la verdad es que la revista policial no es mala, de hecho es mucho mejor y más progresista que el house organ de una gran empresa alimentaria de capitales nacionales que yo redactaba cuando tenía 20 años. ¿En esa época, la del comisario Pirker, había una revista parecida? Difícil saberlo (recuerdo a Pirker, jefe de la Federal alfonsinista, diciendo en pleno ataque a La Tablada: “Si me dan dos horas y una compañía con gases lacrimógenos, desalojo el regimiento”. No le hicieron caso y a los pocos días murió de un ataque de asma. Un demócrata).
Y no sé cómo, saliendo de ese pasillo lateral, me encontré en un bar temático, casi en la entrada a la Feria, frente al stand de un gran diario argentino. Me acerqué a la barra y pedí una carta. El menú constaba de cinco platos, a saber: a) Emparedado Borges (bagel con salmón ahumado, queso crema, eneldo y revuelto de huevos. $ 14). B) Tentempié Girondo (pan de manteca, lomo roti, mostaza de Dijon y queso ementhal, $ 12). C) Grillé Sabato (clásico tostado de jamón y queso, $ 12). D) Bocata Cortázar (francesito con jamón crudo y manteca, $ 10). E) Bocadillo Arlt (francesito con jamón cocido y queso, $ 10). La persona de delante de mí se pidió un Grillé Sabato (¿existirá el stand de Hepatalgina?).
En fin, ¿qué nos deparará el futuro? ¿Milanesas Aira? ¿Chorizitos Fogwill? ¿Pletzalej Tabarovsky? ¡Ah, la consagración literaria! Algo más. Soy íntimo amigo del editor de una pequeña editorial independiente, de las llamadas prestigiosas (el prestigio… ¡desconfiar siempre del prestigio!). Me contó que no tenía stand propio porque era demasiado caro. Y agregó: “Una pena, porque hubiéramos vendido muchos libros. El año que viene vamos a hacer todo para estar”. Sabia decisión.