Frankfurt parece haberse vuelto mala palabra. La alegre noticia de que Argentina es invitada de honor en la Feria del Libro 2010 ha detonado críticas, enconos, rabietas. ¿Quiénes van? ¿Y por qué? ¿Quién elige quiénes nos representarán? La Cancillería armó su Proyecto Sur y financia las traducciones que sean escogidas por foráneas editoriales. Yo no digo nada porque me han elegido varias editoriales, pero leo que escritores ultrajados por este “seleccionado” aducen omisiones imperdonables. Claro que son imperdonables. Pero acá la Cancillería no seleccionó nada: los libros son los que las editoriales pueden (o quieren) editar, en su delirio o su capricho.
Si esta representatividad (con más Che, Evita o Maradona que libros) ya es de por sí complicada, les presento ahora un caso alarmante. Hay un equipo de fútbol de dramaturgos alemanes y quieren jugarles un regio partido a los dramaturgos argentinos. Me piden que arme la selección. Puedo incluir a algún autor de otro género, si corre en cancha de 11. Me recuerdan que Valdano escribe y que Maradona debe haber redactado alguna biografía…
La parte “cultural” son unas lecturas de los dramaturgos involucrados. Claro: es la tonta excusa. Lo que realmente quieren estos alemanes malnacidos es pisotear la camiseta albiceleste. Si no, no se entiende que lo confíen a mis manos; yo de fútbol comprendo tanto como las maestras alzadas de esa obra mía que escuchan la remota ley del orsai de labios de un criminal evangelista.
Me puse sensato y todo me suena escandaloso. Pero sólo un rato. Que escándalo es el hambre. Y la literatura –se sabe– no tiene un pelo de sensata. Si yo visitara Frankfurt y optara entre ir a ver una presentación palabrosa de algo en tapa dura o un partido donde 22 escritores se dejan el alma por una causa innoble, ¿dónde la pasaría mejor?
Pido ayuda. Voy a organizar esa fiesta. Boceto mi seleccionado: Feldman, Gobernori, Catalán, Kohan, Mendilaharzu, Cucurto, Llach, “Funes” Olivera, Casas, Tomas, Piro al arco, Spregelburd al banco, Cappa de DT… La literatura qué importa. La literatura no es espectáculo. No es objeto de feria. Es íntima. Es huidiza. Lo bueno de la literatura es que sabe estar en todas partes.