COLUMNISTAS
Las semanas de Peicovich (4)

La llegada del Homo Obama a la Casa Blanca convirtió a la política en un género poético

El escritor y periodista trae a Perfil.com su resumen semanal. Este domingo está marcado por la asunción del presidente norteamericano.

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| Cedoc

Lean sus labios. Veanló. Oiganló. Homo Obama ha venido y nadie sabe cómo ha sido. Ponga atención el Guiness. Joven hawaiano negro preciso jugador en basket callejero se autoencestó en la Casa Blanca. “Frutos”, el capítulo faltante en la serie “Raíces” de los 70, termina de filmarse.

Es que (créase o no) lo suyo asombró más que la huella en la Luna. Esto fue aquí, en la Tierra. Es que (créase o no) de la galera blanca de USA saltó un conejo negro y convirtió a la política (pese a Platón) en un género poético. ¿Cómo aceptar de golpe que todo esto es cierto? ¿Quién va y se cree que a 1050 días de caída la estatua de Hussein viene otro Hussein a sentarse a la vera de Lincoln?

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Como lo de la Luna para muchos, esto suena chapita. A no verdad. A paloma equivocada. Pero que sí, que la fórmula Obama-Blackberry ganó, juró y está en funciones. Lleva 100 horas. Obama, por ahora, se parece a lo que dijo. Créase o no, también escribe versos. Pero hay que ver, porque el Ripley tampoco puede bancarse tanto dato extraordinario. O este chico es un genio salido de la lámpara o un Extra elegido para el montaje jamás mejor montado. Apiñar 2 millones de personas en el Mall Filadelfia para crear una mega burbuja de emoción y suspensión de juicio de todos los presentes. ¿El objetivo? Impedir que aún teniéndolo ante la nariz, advirtieran que entre ellos, sonriente, “humanizado” por el sistema, reptaba el tejano genocida Juniors Bush.

Dudemos (hace bien a la salud) ¿Y si lo visto fue un tinglado para distraernos de su presencia? Sí, la del Pirata de las Azores, aquel que con dos caníbales más (Blair y Aznar) y sabiendo que la causa era infame, se arrojaron sobre Irak a comerse 1.000.000 de personas. Que haya subido Obama no tapa la primicia catástrofe del martes: huía Bush mimetizado en Bush. El que apostó cuarto millón de hombres a invadir Irak, echar al dictador, plantar una filial petrolera y ganarle a su papá. Sonreía nervioso el Mariscal de las Azores.

¿Era un doble o el mismo Bush que un día miró a la cámara (nos miró), descerebró cada palabra y con boca deslabiada dijo: “Estamos en Irak para salvar su grandiosa civilización”. Frase bomba. De echarse al suelo. Taparse los oídos. Gritar. Lo visto fue un acto único, popular, sensible. Lo justo para no reparar en el monstruo global rondando careta por allí (¿los chicos bien?, ¿cuándo te operan?, ¿jugamos al golf el domingo?).

Lo justo para cumplir y huir al helicóptero. Tiene más suerte que Sadam. Sigue suelto. Y amparado ¿todavía? por el protocolo del imperio. Al que sicario de banda petrolera pulverizó miles de piezas de la cultura de la Mesopotamia matriz, se lo despidió como estadista. Sonreía el imbécil, aun imperial y amnésico ¿Pero sabrá Bush que es Bush? Quien no deberá ignorarlo ( si es consecuente con las palabras que sostienen como malla su formidable ideario humanista) es Barack Obama.

¿Será fiel a su frase de campaña “Durante mucho tiempo pateamos la latita a lo largo del camino. Bueno, ahora llegamos al final de ese camino”? En solo un día, Estados Unidos de América dejó dos siglos atrás. Su pasado local. Su futuro y parte del nuestro dependen de que revise su presente. Tiene con qué: su pueblo pide cambio. Y con quien: Obama sabe encestar en el corazón. Pese a Platón, que no los quería en su República, Obama también es poeta. De escribir y decir “La esperanza es audaz”. Finishella Platón. Estamos en espera.

* Especial para Perfil.com.