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La magia frente a la política petrolera

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Con la desaparición de Dumbledore se han extinguido los grandes magos, aquellos que, encabezados por Merlín en la época de Arturo y la Tabla Redonda, o Gandalf en la Tierra Media, eran capaces de grandes hazañas.

En la actualidad tenemos magos, también llamados prestidigitadores o ilusionistas, pero a diferencia de aquellos, éstos se valen de trucos y de una gran habilidad para hacernos creer y hasta ver cosas que no existen. Pero cuando el show es mediocre, los espectadores descubren rápidamente los trucos y los magos pierden toda su gracia.

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En el Gobierno existen varios “magos”. Uno es el ingeniero Miguel Galuccio, el timonel de YPF, y otro es el “chiquito” y ministro de Economía, Axel Kicillof. Sin embargo, se trata de magos mediocres que sólo pueden engañar a un público pago y a obsecuentes profesionales.

El Gobierno, en una “gesta gloriosa”, echó a los españoles de Repsol de YPF acusándolos de haber vaciado la empresa, y como castigo no pensaba pagarles nada; antes bien, ellos debían resarcirnos. El vaciamiento de YPF fue un truco del Gobierno, ya que en su momento, para que pudiera entrar como accionista un grupo amigo, se facilitó que dicha compra se pagara con las utilidades futuras y se llegó a distribuir más del 100% de las mismas.

Entonces, para reflotar YPF se convocó al ingeniero Galuccio, con fama de mago. Eso dio lugar a varios actos de magia. El primero fue anunciar que la petrolera había sido estatizada, aunque el 49% sigue en manos privadas. El segundo, a cargo de Kicillof, fue darles una lección a los españoles pagándoles más de lo que querían, tal como hizo con la deuda reconocida al Club de París.

Galuccio rápidamente percibió que la producción y las reservas de gas y petróleo venían cayendo en forma vertiginosa por la “exitosa política energética” del trío De Vido, Cameron y Baratta. Ante la necesidad de invertir y la escasez de recursos, puso en práctica dos trucos de magia: uno fue incrementar los ingresos con ajustes en el precio de los combustibles por encima de la inflación. Y el otro, buscar socios con el atractivo de Vaca Muerta para que “acompañen” su plan de inversiones.

Pensaba, “si refloto YPF, pasamos todos al frente”. También tenía que mostrar rápidamente resultados. Al poco tiempo se vio que la producción de YPF aumentó: ¿éxito o truco? Truco, y muy visible, porque YPF compró Apache, y la suma de ambas producciones puesta en cabeza de YPF hizo parecer que había aumentado, pero la suma de las dos sigue siendo la misma.

Para colmo, empezó a caer vertiginosamente el precio del petróleo y puso en evidencia los errores del Gobierno. Cuando el crudo estaba a más de US$ 100 el barril, no había inversiones porque la política sectorial no ofrecía incentivos. Y ahora que está cerca de US$ 50, el mago Galuccio las quiere forzar, y junto con su colega Axel va a subsidiar a las petroleras.

Además, Galuccio quiere mostrar habilidad de prestidigitador al estilo “nada por aquí, nada por allá”. Se niega a mostrar los acuerdos con Chevron argumentando que YPF es una empresa con capitales privados, pero al mismo tiempo pretende diseñar la política de hidrocarburos desde ella basándose en que es mayoritariamente estatal.

Ahora, Galuccio y Kicillof han emprendido un nuevo truco: aprovechan la baja del precio del petróleo para importar (lo que está bien, pero no dicen que tienen que importar porque el nuestro es insuficiente) y luego se lo revenden más caro a las petroleras (compran a US$ 49 y venden a US$ 77 el barril).

El acto de magia (muy burdo) es que así parece que reducen el enorme volumen de subsidios, pero en realidad lo que están haciendo es transferirles los costos a los consumidores directos e indirectos.

*Ex secretario de Energía.