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La metástasis del periodismo

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Periodismo | Bloomberg

Fue una lástima que el Gobierno promoviera sanciones a la periodista Laura Di Marco y La Nación+ por responsabilizar a Cristina Kirchner de los padecimientos de su hija Florencia, inhibiendo así a las organizaciones periodísticas a realizar su autocrítica para no cargar más peso sobre las espaldas de la periodista y del medio.

Este episodio no es más que uno de los tantos que se vienen repitiendo con distinta intensidad y de forma creciente en diferentes medios desde hace algunos años. Y hubiera sido una buena oportunidad para mostrar que no solo se critica la mala praxis de los medios K, públicos y también privados (de Szpolski, Electroingeniería y Cristóbal López en las dos presidencias de Cristina Kirchner), como hicimos desde el periodismo profesional por ejemplo con 6, 7, 8, sino también con lo que metafóricamente podríamos englobar en el campo de 8, 7, 6: la misma virulencia en sentido ideológico opuesto. Finalmente, la misma forma de periodismo militante. Lo que podría leerse como un triunfo cultural del kirchnerismo en su estética.

“Debo enseñarme a mí mismo a desconfiar de ese peligroso sentimiento o convencimiento intuitivo de que soy yo quien tiene razón. Debo desconfiar de ese sentimiento por poderoso que pueda ser. De hecho, cuanto más poderoso sea, más debo recelar de él, porque cuanto más poderoso sea, mayor será el peligro de que pueda engañarme a mí mismo; y con ello, el peligro de que pueda convertirme en un fanático intolerante”. Párrafo del filósofo racionalista inglés Karl Popper.

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En el comienzo del debate del kirchnerismo sobre los medios, la falta de formación epistémica produjo enfrentamientos personales aun entre los polemistas bien intencionados, porque si cada uno de ellos creía que basaba su posición en hechos, uno de los dos mentía. Contradecir era equivalente a acusar al otro de una falla ética.

La pretensión de cientificidad del periodismo como ciencia de la información se mal orientó hacia una epistemología superada porque, como sostenía Richard Rorty, “la ciencia es racional no porque tenga un fundamento, sino porque es una empresa que se autocorrige y puede hacer peligrar cualquier afirmación, aunque no todas a la vez”. 

Pero la filosofía más contemporánea rompe con la idea de oposición entre verdad (hechos) e interpretación (falso), y llega a que cuanto más interpretación haya, a mayor verdad se podrá acceder. Aceptar que el otro divergente también es auténtico (verdadero) en su intención permite el diálogo, principal función de la comunicación. Ese otro es un otro al que no se pretende dominar sino comprender, porque el entendimiento es otra de las funciones primordiales de la comunicación.

Los medios no son una tecnología, sino una relación y un vínculo social; el periodismo, como institución social constructora de realidad, debe apuntar a favorecer la construcción de la mejor realidad posible. En La decadencia de Occidente, Oswald Spengler argumenta que toda cultura –el periodismo– termina por petrificarse en lo que denomina “un declive de lo orgánico a lo mecánico”. La defensa corporativa irrestricta termina haciendo aplicable al periodismo una frase del director de cine Stanley Kubrick de la época de Vietnam: “Hemos conocido al enemigo, y somos nosotros”.

Los estudios de opinión en todo el mundo muestran una pérdida de valoración social del periodismo. Los medios son percibidos como grandes máquinas que producen el mundo con los sujetos que los constituyen. Y si bien es cierto que, para sostener su papel de amo, el amo precisa de su ceguera, precisa renegar de su castración, los medios y mucho más allá de ellos, los periodistas, para relegitimarnos, precisamos seguir lo que Gianni Vattimo recomendó para otra materia: “Debería ser débil para recobrar su fuerza; la debilidad a la que me refiero es a la teórica, ya que debería deshacerse de la pretendida metafísica que lo ha caracterizado, de imposición violenta de una supuesta evidencia objetiva, de leyes naturales de la sociedad o de la economía”.

Es cierto que los cambios en la infraestructura (televisión en lugar de papel, por ejemplo, para el caso de un diario que se convierte en canal de noticias) transforman su superestructura (estilo, hábitos, comportamientos, creencias). Paul Valéry sostuvo: “En todas las artes hay una parte física que no puede ser tratada como antaño, que no puede sustraerse a la acometividad del conocimiento y la fuerza moderna. Ni la materia, ni el espacio, ni el tiempo son, desde hace varios años, lo que han venido siendo desde siempre. Es preciso contar con que novedades tan grandes transformen toda la técnica de las artes y operen por tanto sobre la inventiva llegando quizás hasta modificar de una manera maravillosa la noción misma de arte”. Pero en esa adaptación del espíritu al cuerpo, el espíritu no puede ser traicionado sin convertirse en otra cosa.

En Gramática de la multitud, el filósofo italiano Paolo Virno irónicamente escribió: “¿Cómo se puede evaluar a un cura, a un publicitario, a un relacionista público? ¿Cómo se hace para calcular la cantidad de fe, de deseo de posesión o de simpatía que ellos serían capaces de generar? No tenemos otro patrón de medida que la capacidad de cada uno de permanecer a flote, de subir un poco más, es decir, de convertirse en obispo”, y si todo fuera solo así, en el caso en cuestión, el rating, la cantidad de audiencia.

Hace ya más de una década, el Columbia Journalism Review publicó: “El problema que enfrentan muchas organizaciones no es seguir en los medios, sino seguir en el periodismo” que para sobrevivir (mantener una audiencia) se adaptan a la industria del entretenimiento. 

El periodismo posee tres aspectos distinguibles. En primer lugar, es una actividad de recolección de noticias y construcción de historias en concordancia con ciertos estándares epistémicos y normas éticas. Esto incluye, entre otras cosas, evaluar cuáles son los eventos más importantes del día, describirlos y ponerlos en relación con eventos del pasado, del futuro y del presente. En segundo lugar, se encuentran las representaciones de la realidad a las que el primer aspecto da lugar. Como tales, se pretende que esas representaciones sean adecuadas, esto es, representen adecuadamente “lo que sucedió”. En tercer lugar, el periodismo es una institución y, como tal, cumple un rol en la construcción social de la realidad.

El periodista no es el único constructor de sentido; los poetas, los artistas también lo son. Los publicistas también comunican. Lo que hace al periodista periodista es su autolimitación al lenguaje verista diferenciándolo de quien construye narrativas con la ficción que son igual o mayormente útiles a la sociedad, pero tienen un claro “pacto de lectura”, porque no se presentan respondientes a los parámetros del periodismo. 

El entretenimiento es necesario y cumple una función social útil y aporta también a la audiencia otras formas de conocimiento. Pero el periodismo convertido en entretenimiento, sin aclararle a la audiencia de que de eso se trata, se transforma en la metástasis del periodismo.

En 1981, Karl Popper escribió bajo el título Tolerancia y responsabilidad intelectual: “Creo que hay mucho que nosotros podemos hacer. Cuando digo ‘nosotros’, me refiero a los intelectuales, a seres humanos interesados en las ideas; en especial, los que leen y, en ocasiones, escriben”. Y cita a Voltaire: “Voltaire apela aquí a nuestra honradez intelectual: debemos reconocer nuestros errores, nuestra falibilidad, nuestra ignorancia. Voltaire sabe bien que hay fanáticos completamente convencidos. Pero ¿es su convicción real y totalmente honrada? ¿Se han demostrado a sí mismos sus convicciones y sus razones? ¿Y no es la introspección crítica una parte de toda honradez intelectual? ¿No es a menudo el fanatismo un intento de encubrir nuestras propias e inconfesadas incredulidades, las cuales hemos reprimido y de las que, por eso, solo nos damos cuenta a medias?”.

En su libro Contra la censura, el Premio Nobel de literatura sudafricano J.M. Coetzee escribió: “El Conócete a ti mismo apolíneo critica y estimula la crítica de los fundamentos del propio sistema de creencia, tal es su confianza en sí mismos que incluso pueden acoger favorablemente los ataques que reciben”. Para ellos, la indignación es pre racional y “sospecha que no es otra cosa que un disfraz con el cual se engaña a sí mismo quien tiene una posición de debate débil”.