COLUMNISTAS

La noticia no deseada

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| Cedoc

El periodismo no es una profesión para hacer amistades. Lo más fácil es que las destruya. No sólo amistades, sino simpatías generadas por afinidades ideológicas o culturales que desbarrancan ante la publicación de una noticia no deseada.

Decía un célebre director de la revista Time de Estados Unidos que, para “doctorarse” en periodismo, un periodista tenía que ser nota él mismo y sentir en carne propia lo que es tener la prensa haciendo guardia en la puerta de su casa, preguntando a los vecinos y conocidos, y recibir llamados con insistencia, lo que le sucede a cualquier persona que pasa a ser noticia por algo.

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Esto sucedió con el juez de la Corte Suprema Raúl Eugenio Zaffaroni, sobre quien la ONG La Alameda, que lucha contra la trata de personas y el esclavismo, denunció primero que primero uno y luego seis departamentos de su propiedad estaban alquilados a prostíbulos. Una semana antes, la Presidenta había prohibido por decreto la publicidad de los servicios sexuales que se prestan en inmuebles como los denunciados.

Una información así en Estados Unidos acapararía la atención de toda la prensa y en cualquier parte del mundo sería un escándalo aun aceptando que el juez no estuviese enterado de lo que sucedía en sus propiedades. Pero en la políticamente polarizada sociedad argentina, la difusión o no de una noticia que afecta a un integrante del poder público es leída siempre con intencionalidad política: si es afín al kirchnerismo, se interpreta que se lo difunde para atacar al Gobierno; si es de la oposición, lo contrario.

Como el juez Zaffaroni simpatiza con el kirchnerismo, desde el kirchnerismo se califica a Editorial Perfil como parte del sistema de “medios hegemónicos”, y fue Perfil.com el que primero dio la noticia y cubrió el tema con intensidad, tal cual sucede con cualquier medio que tiene una primicia, desde ciertos sectores se interpretó que había una intención política. En esta época de enfrentamientos, es difícil aceptar que el periodismo profesional, por su velocidad y complejidad, tiene una lógica técnica autónoma.

No sólo no existe ninguna animosidad ideológica ni de ningún otro tipo de Editorial Perfil con Zaffaroni, sino todo lo contrario. Hace dos años, el juez fue quien entregó en nombre de la editorial el Premio Perfil a la Libertad de Expresión al periodista Robert Cox, y fue el orador de esa ceremonia.

Es más: en 2003, cuando Julio Ramos estaba vivo y desde su diario atacaba repetida y sistemáticamente al juez Zaffaroni por sus posiciones progresistas, escribí un extenso editorial en su defensa que se publicó en la revista Noticias, titulado “Hace 25 años (por cuando estuve detenido en El Olimpo) me enseñaron a respetar a los jueces garantistas”, texto que luego fue incluido en el libro Entretiempo, publicado por la editorial Aguilar.

En esa defensa a Zaffaroni, respondí al pensamiento conservador del director de Ambito Financiero diciendo que no era de la izquierda que tanto le preocupaba de donde provenían las fuentes del garantismo, sino del pensamiento liberal del iluminismo. Y llamé “cavernícolas” a los argumentos en su contra.

Comprendo perfectamente el malestar que embarga al juez Zaffaroni; hubiera preferido que esta información no hubiese existido, pero el flujo de las noticias trasciende nuestra voluntad. Como también los gustos de las audiencias y el tipo de informaciones que ellas priorizan: en Internet, entre lo más leído siempre  se encuentran los escándalos, lo que retroalimenta su difusión, lo mismo que en papel sucede con la prensa popular y en menor medida con las revistas.

En el diario PERFIL en papel esta noticia ocupó ayer una página interior, incluyendo una columna de opinión donde se defendían los méritos jurídicos de Zaffaroni, y en el día de hoy sólo esta página.

La contratapa de la edición impresa del Diario PERFIL.