Y al final, Mauricio Macri será el Presidente. A la hora de escribirse estas líneas, iba seis puntos delante. Para el caso, da igual. Ganó Macri, ganó Cambiemos, sería mejor decir, si el adjudicamos el crédito del “trabajo en equipo” y si atendemos a algunas declaraciones en el sentido de gobernar entendiéndose con sectores de la oposición, incluyendo al derrotado hoy. Una necesidad, por otra parte, ya que en cualquier caso Macri estará en minoría en el Congreso y probablemente, también en la calle.
En “El peronismo es una hydra perfecta” (PERFIL, 15-9-13), se ha dicho:
“Además de su capacidad de autoreproducirse, desde la muerte de Juan Perón ya no tiene un cerebro reconocible, aunque cada una de las partes en las que se divide en su lucha con el entorno es capaz de generar una cabeza, parienta de las demás y por lo tanto pasible de volver a formar un solo cuerpo. El peronismo ha sido, entre otros varios “ismos”, vandorismo, camporismo, lópezreguismo, cafierismo, menemismo y, ahora, kirchnerismo. ¿Será el ‘massismo’ su próxima cabeza?”. Fin de la cita.
Tanto da. Unido o separado, incluso enfrentado entre sí, el peronismo controla provincias, intendencias, centrales obreras, sindicatos y, ahora, se ha introducido en el Estado a niveles inimaginables: decenas de miles de “ñoquis”, militantes políticos o, en el mejor de los casos, trabajadores incompetentes, con las excepciones del caso. Hoy son “camporistas”, porque los introdujo el derrotado kirchnerismo. Pero son peronistas, y mañana “La Cámpora” seguirá al nuevo líder o, si Macri intenta sanear el Estado, se refugiará en los sindicatos peronistas. Estos, a su vez, igual que las en auge centrales obreras no peronistas y el clasismo en las fábricas, tendrán verdaderas razones para oponerse y movilizarse ante la política económica; ya que cualquiera que sea, seguramente será difícil de digerir para los sectores medios y de menores ingresos.
Esto, por no citar los problemas de seguridad, el narcotráfico, o el funcionamiento institucional. Todos estos factores y otros muchos más, son problemas impostergables. No es posible concebir un gobierno que no los enfrente y no resulte desbordado por ellos, tarde o temprano.
Pero allí está la oportunidad. Más del cincuenta por ciento de los ciudadanos no votaron a un “nuevo líder carismático” –Macri está lejos de eso- sino a un cambio de estilo; contra la deshonesta, autoritaria, corrupta, incompetente y en muchos casos esperpéntica modalidad kirchnerista. Digo modalidad y no gestión, porque los resultados están a la vista de todos. Hasta de los verdaderos necesitados de los subsidios del gobierno. ¿Quién alimenta y educa a un hijo, de la edad que sea, teniendo en cuenta su monto, el precio de las cosas y la inflación? Es posible que la mayoría de los votantes de Macri no tengan en claro los problemas económicos, pero sí que quieren otra cosa, otro modo de gestión.
Pero mi primera, aunque fuerte impresión de este voto, ante la tele a las ocho y media de la noche, es que la gente está dispuesta a escuchar la verdad de las cosas y a participar para resolverlas. No sé, a lo mejor sueño, pero si atendemos a esta “onda” ciudadana, y consideramos las necesidades de la hora, allí está la oportunidad. Soñar por soñar, que no cuesta nada, si yo fuese Macri le propondría algo así como un cogobierno –las variables son infinitas- no sólo a Massa y a la izquierda, sino incluso a Scioli. Un programa ciudadano; una clara mayoría haciendo participar a la gente de la resolución de los problemas. Un funcionamiento institucional más parecido a los de Uruguay o Chile que al de Venezuela.
El lópezreguismo de Perón fue la faz trágica del peronismo; el kirchnerismo, hechas las cuentas, la farsesca. Al margen de sueños y fantasías, lo único que sabemos, hoy por hoy, es que una mayoría de la gente no quiere más de eso.
*Periodista y escritor.