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¿La participación política genera el diálogo necesario?

La participación política de la ciudadanía es entendida como un síntoma de una democracia en buen estado de salud, como parte del ejercicio pleno de los derechos cívicos y políticos, pero también como una fuente legitimadora de las políticas de un gobierno.

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La participación política de la ciudadanía es entendida como un síntoma de una democracia en buen estado de salud, como parte del ejercicio pleno de los derechos cívicos y políticos, pero también como una fuente legitimadora de las políticas de un gobierno. Una dimensión de la participación política, netamente electoral, refiere al sufragio, las elecciones como forma de participación obligatoria, mientras la otra dimensión de la participación se encuentra en la esfera de iniciativa ciudadana.

Una investigación del Pew Research Center sobre la participación política que se llevó a cabo por medio de encuestas en 14 países, entre los que se encuentra Argentina, concluyó que la mayoría de la gente vota, pero otras formas de participación son mucho menos comunes. La participación es máxima en tres de los cuatro países con voto obligatorio (Brasil, Argentina y Grecia). Entre las 14 naciones encuestadas, una media del 78% dice que ha votado al menos una vez en el pasado, es decir que la participación electoral sigue siendo predominante, mientras otras formas de participación tienen una incidencia mucho menor, como el caso de asistir a un evento o discurso de una campaña política es el segundo tipo de participación más común entre los encuestados: una mediana del 33% lo ha hecho al menos una vez. Menos personas informan que participan en organizaciones de voluntarios (una mediana del 27%), publican comentarios sobre temas políticos en línea (17%), participan en una protesta organizada (14%) o donan dinero a una organización social o política (12%).

En esta esfera “voluntaria” de participación, es interesante enunciar los ejes que forman parte de una especie de agenda pública, donde la participación es menos organizada, pero está articulada en torno a intereses comunes, abriendo espacios desde la intervención colectiva. Hemos visto cómo hay colectivos que participan activamente en formato “rechazo”, a determinadas políticas económicas, tarifas, salario docente, aumentos, es decir una dimensión de participación que expresa una voz negativa, que deslegitima aquello que interpreta amenazante a sus intereses. También encontramos en estas manifestaciones de rechazo a estructuras que poseen también organización como movimientos piqueteros, cuya metodología de participación también emite un mensaje. Sin embargo, muchas de estas acciones no generan un diálogo, son acciones unidireccionales.

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Otro escenario encontramos con discusiones actuales, como la ley IVE, o la ley de Educación Sexual Integral, porque al apropiarse del tema y generar conversación entre distintos actores, legisladores, organizaciones, gobierno, sociedad civil, parece existir una apertura, un diálogo que debiera contemplar participación y opiniones, como síntoma de una democracia sana, donde la participación abone procesos de consenso para la toma de decisiones.

Las nuevas tecnologías, la era digital, y las redes sociales hacen su parte como canales, puentes, de diálogo, y el contexto muestra que hay un interés en discutir asuntos públicos, con información a la carta. Será un desafío incorporar la participación en tanto diálogo colectivo como un compromiso de cambio y desarrollo democrático.

*Politóloga - Mag. en Relaciones Internacionales.