La Presidenta anunció el otro día la distribución de doscientos cincuenta mil netbooks, para la escuela media, de un plan destinado a proveer computadoras a otros tres millones de alumnos. El alcance del proyecto no se detiene aquí, sino que la intención es la de completar la entrega no sólo hasta abarcar a toda la enseñanza secundaria, sino además a la primaria. Lo que quiere decir que la escolaridad en su totalidad tendrá acceso al mundo digital y estará conectada en red.
La mandataria agregó que se sentía Sarmiento, y no es para menos, porque de ser éste un plan serio, los efectos en la educación argentina han de ser revolucionarios. No es fácil imaginar el cambio que puede llegar a producirse en la educación, en la formación de los estudiantes, maestros y profesores, con la entrada al mundo de la información infinita que permite la Web.
No tenemos más que impresionarnos, ya que la fantasía apenas alcanza para soñar con aulas en la que los alumnos podrán estudiar sus materias con espíritu de investigación combinando datos, ingresando a las páginas de la información científica y humanística, descubriendo mundos con imagen, sonido y gráficos sobre todas las áreas relacionadas con la inventiva del hombre, articulados por un maestro o profesor que distribuye tareas y propone temas.
Pensemos en una clase con los recursos de la Internet sobre el origen del universo, sobre la evolución de las especies, sobre la cuenca del Plata, la marginalidad en los países de América latina, la civilización romana, o un curso de historia de la música con videos de YouTube, etc, etcétera.
Quien aquí escribe está lejos de ser un aficionado a la tecnología digital, uso biromes y cuadernos, leo libros de papel todo el día y escribo en mi computadora. En mi acotada experiencia puedo decir que la Internet me ofrece la posibilidad de consultar lo necesario para mi trabajo de escritor de filosofía y obtener la información al instante. Puedo consultar bibliografía actualizada y hacer conexiones temáticas sorprendentes. Es absurdo hablar de algo que ya es un lugar común en todo el mundo y que tiene un dinamismo creador irrefrenable.
¡Bienvenida entonces la idea! Era hora de que saliéramos con algo nuevo después de tantas quejas sobre el estado de la educación en nuestro país. Ya es tiempo de que dejemos de hablar de nuestra juventud como de una camada de enfermos apáticos con faltas de ortografía y sólo interesados en celulares y zapatillas.
Una sociedad que habla así de sus futuras generaciones ha decidido suicidarse. Por eso, encarar el desafío de crear un ambiente de investigación, entretenimiento, trabajo es lo que puede verdaderamente estimular a los jóvenes plenos de energía, facilidad de aprendizaje, curiosidad ilimitada, que hoy duermen en pupitres sin estímulos a cargo de profesores abandonados por la sociedad y alejados del mundo del futuro.
No se trata de tecnocracia sino de aprendizaje. No es sólo lo tecnológico lo que ha variado, sino el mundo el que ha cambiado. Y así como Sarmiento no sólo se dedicó a fundar escuelas, sino a crear nuevas pedagogías para lo que llamó “educación popular” para la construcción del Estado argentino –digo bien, no sólo como política de Estado, sino como base de su existencia– este proyecto no tiene menos ambiciones.
Toda la enseñanza debe modificarse. Los programas deben cambiar en su integridad. Si hasta ahora varias generaciones han estudiado con los mismos elementos y las mismas cosas más allá de reformas que van y vienen al compás del progresivo deterioro, hoy la tarea exige pensar qué contenidos enseñar y de qué modo hacerlo al ingresar en el mundo de la información digital.
Nadie ataca al libro ni a la lectura, es hora de que dejemos de lado el miedo al progreso y a la novedad. El espíritu aldeano resiste en nombre de lo perimido por miedo a perder lo que tiene aunque lo que tenga esté destrozado y no sirva más. Lejos estamos de la charlatanería sobre la hermandad internética y del holismo comunicacional. Hablo del mundo del conocimiento que está relacionado –aunque hoy parezca exótico recordarlo– con la educación.
Todos queremos saber cuáles son los contenidos de la enseñanza del nuevo proyecto educativo argentino, qué se enseñará, cómo se lo hará. Queremos saber cuáles son los equipos de trabajo de científicos y pedagogos que hace tiempo deberían estar trabajando en las áreas correspondientes para elaborar los nuevos planes de estudio.
Indudablemente, con las netbooks y la conexión en red, sería un despilfarro en dinero guardar las computadoras en los armarios y seguir con los viejos textos de estudio y con clases impartidas como si nada hubiera pasado. Es de suponer que no repartirán las computadoras antes de saber qué hacer con ellas, me refiero no a cómo usarlas –lo que ya exige la instrucción correspondiente–, sino qué programas de estudio a nivel nacional se han de seguir de acuerdo a la extraordinaria oferta didáctica que nos ofrece el mundo de la información.
Si llegara a suceder que el reparto de netbooks se hace antes de que los equipos de trabajo para los nuevos contenidos hayan elaborado, examinado y revisado cada una de las propuestas para la modificación y la presentación de las materias del nivel medio, antes de que los docentes se hayan formado para, a su vez, enseñar a sus alumnos el uso de la nueva tecnología junto a los nuevos contenidos, la invocación al gran sanjuanino deberá ser sustituida por otra menos gloriosa, más referida a una estafa educativa que a una educación popular.
Por ahora el interrogante de quiénes son y en qué instituciones trabajan los responsables de los nuevos contenidos de la enseñanza a impartir, antes de que llegue el chasis con sus instrucciones de uso, no tiene respuesta. No sabemos si el Ministerio de Ciencia y Técnica junto al Ministerio de Educación se abocan al tema con el tiempo prudencial para que el proyecto sea realizable, desconocemos si el Conicet tiene presupuesto para que grupos de investigadores presenten propuestas para crear cursos de capacitación para el profesorado a cargo de la nueva enseñanza, creo que no sabemos nada.
Ya hubo un plan Educar que fue una pérdida de tiempo y dinero. El que ahora se anuncia puso el dedo en la llaga en un país que tiene pretensiones de grandeza, que invoca períodos gloriosos, que aspira a metas de envergadura, y que todavía depende de lluvias y sequías. Un proyecto como el anunciado no se basa en la distribución de computadoras, no se trata de eso, sino de hacer una revolución, una de las pocas revoluciones sin muertos ni dictaduras, la revolución educativa mediante el acceso a la información infinita con las condiciones adecuadas para su uso creativo.
Si los afanes de la pseudopolítica llevaron a que se hagan anuncios con fines electorales, y todo esto no es más que espejitos de colores para una sociedad cada día más incrédula y desprotegida de los poderosos que dicen cualquier cosa y mienten con alegría, sin lugar a dudas hay, por otro lado, muchos hombres y mujeres de buena fe a quienes el proyecto les interesa y quieren ser parte de su construcción.
*Filósofo, (www.tomasabraham.com.ar).