Nuevamente, se ha retomado la idea de reducir los subsidios al consumo de energía, como una manera de mejorar la situación fiscal y aliviar, entonces, la emisión monetaria inflacionaria que realiza el Banco Central para transferirle al Estado nacional los recursos necesarios para hacer frente a dichos subsidios.
Para aclarar, “la ruta del dinero”. El Banco Central emite pesos que le transfiere, bajo diversos rubros contables, al Estado nacional, que a su vez, usa dichos pesos para girarlos a las empresas generadoras de electricidad para cubrir la diferencia entre el costo de generar energía y el precio que pagan las empresas distribuidoras para comprarla y revenderla al público. (Se usa una empresa “mayorista” intermediaria en esta operación.) A la vez, las empresas distribuidoras, como parte de sus costos no son sólo la energía que compran, necesitan recursos para pagar el resto de los insumos, salarios, y el gasto de mantenimiento y expansión de la red. Estos recursos en parte surgen de las tarifas que cobran a los clientes, en parte los aporta el Estado, también de estos fondos, y en parte surgen de “crédito” que les da la empresa mayorista, al no cobrarle la factura por la electricidad que les vende. Asimismo, como para generar energía hace falta gas u otro combustible, y como a los productores no se les pagó en estos años el verdadero precio de los combustibles, se desalentó la oferta y se alentó el derroche. Por lo tanto, hoy no es suficiente lo que se produce internamente, y el Estado importa la diferencia. Para pagar la importación, el Banco Central, a su vez, le “vende” esos dólares al Estado. En síntesis, el desastre del manejo del sector energético de estos años afecta la macroeconomía de dos maneras, por un lado obliga a emitir pesos y genera presiones inflacionarias, y por el otro, lleva a perder reservas. Siendo rigurosos son las dos caras de la misma moneda, porque siempre un exceso de pesos se traduce en una demanda de dólares.
De allí que una eventual reducción de los subsidios podría tener dos efectos macro importantes: primero, menor emisión de pesos. Segundo, menor demanda de dólares, dado que el aumento del precio de la energía debería impactar en el consumo y requerir menos importaciones.
Por supuesto que todo esto es pura especulación. Por un lado, se desconoce el diseño de dicha reducción de subsidios, como para medir su impacto tanto en materia macro, como en materia de distribución del ingreso y protección a los sectores más vulnerables. En segundo lugar, el monto de los subsidios es un “blanco móvil”, teniendo en cuenta que los costos para las empresas siguen creciendo, en especial los laborales y los correspondientes a insumos importados.
Asimismo, para que la mecánica arriba enunciada funcione, la recaudación del “impuesto a la energía” (una reducción del subsidio funciona de manera equivalente a la creación de un impuesto), la recaudación de dicho impuesto debería reemplazar la emisión del Banco Central, de manera de compensar, al menos parcialmente, este nuevo impuesto con un menor impuesto inflacionario.
Pero puede suceder que el Gobierno caiga en la tentación de usar los recursos provenientes de la reducción de los subsidios para gastarlos en otra cosa, en un intento por minimizar los efectos del ajuste proveniente de la devaluación, de la suba de la tasa de interés, y de la caída del salario real, por aumentos nominales inferiores al de los precios (incluido el gasto en energía, para los que reciban el impacto de los menores subsidios).
En ese caso, estaríamos en el peor de los mundos, porque en lugar de reemplazar emisión por impuestos, y reducir la demanda de dólares, el mayor gasto terminaría presionando sobre la demanda, con efecto sobre los precios y sobre las reservas y el tipo de cambio real.
Cabe destacar, además, que la quita de subsidios no soluciona el problema sectorial, dado que las empresas recibirán lo mismo que ahora, pero financiado de otra manera. (No hay aumento neto de tarifas, al menos en el diseño que ha trascendido.)
En síntesis, la quita de subsidios a la energía, para los sectores de mayores ingresos de la población, es condición necesaria pero no suficiente para el problema macro, y no es solución para el problema energético en sí mismo.
Otro “legado” que deja el populismo para el próximo gobierno