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ECONOMISTA DE LA SEMANA

La salud de las cuentas públicas, otra deuda

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La próxima gestión de gobierno se enfrentará al reto de ordenar las cuentas públicas. Ello constituye un verdadero desafío que exige analizar cómo ha sido administrado el Estado Nacional argentino en la última década.

Si se relativiza el resultado fiscal obtenido con el valor de los bienes y servicios que ha generado cada año nuestra economía (PIB), se aprecia un creciente desequilibrio fiscal desde el 2009 en adelante. En aquel año el déficit representaba un 0,5% del PIB, que se profundizó los años siguientes, hasta cerrar el 2014 con un déficit equivalente al 2,5% del PIB. El promedio de estos últimos seis años arroja un ratio negativo del 1,3%, con clara tendencia a la profundización.
El deterioro fiscal evidenciado entre 2009 y 2014 corresponde paradójicamente con el período en que adquiere relevancia la asistencia financiera recibida por el Tesoro del Anses y el BCRA para financiar su gasto (dicha asistencia se registra desde el año 2006 como parte de los ingresos corrientes bajo la denominación rentas de la propiedad).

Si se descontara el auxilio del BCRA y del Anses, el desequilibrio fiscal se profundizaría en cada uno de los años entre 2009 y 2014. En promedio del período, el déficit representaría un 2,9% del PIB, más del doble del resultado con rentas de la propiedad (-1,3%).

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El deterioro en la salud de las cuentas públicas nacionales durante los últimos años obedece a la fuerte expansión del gasto público, por encima del ingreso. Por el lado de los recursos, su participación en el producto aumentó un 54% en la última década, al pasar de un 19,6% en el 2004 al 30,2% en el 2014. En su crecimiento influyó la mayor presión tributaria efectiva que en 2014 marcó un nuevo récord  (+26,7%). Por su parte, el peso relativo del gasto (medido como la relación entre el gasto total y el PIB) creció de manera sistemática durante la última década. Pasó del 17,4% en el 2004 al 32,7% en el 2014, es decir un aumento de 88%.

Como se estima que los ingresos podrían terminar el 2015 con una participación del orden del 32,6% del PIB; frente al 37,8% proyectado para el gasto, se tendrá un desequilibrio fiscal de no menos de 5 puntos del PIB, el más grande de los últimos once años. Neto de las rentas de la propiedad, el déficit se profundizaría hasta alcanzar aproximadamente un 8,3% del PIB.

A la hora de explicar los factores que generaron el mayor peso del gasto en la economía entre el 2004 y 2014 se destacan las transferencias corrientes al sector privado y gasto en personal, que contribuyeron en un 21% y 10%, respectivamente. En el caso de las transferencias, éstas vienen creciendo con fuerza en los últimos años, impulsadas por la sostenida expansión de los subsidios económicos, –principalmente los destinados al sector energético y transporte, que en conjunto concentran alrededor de un 92% de la masa total a distribuir–. Los subsidios económicos pasaron de representar un 1% del PIB en el año 2006 a un 5% en el 2014, equivalente al resultado fiscal deficitario neto de las rentas de la propiedad.
El creciente déficit puede también dimensionarse comparándolo con los distintos rubros del gasto.  Ello es particularmente relevante en el actual contexto, en que parte del debate de política económica se centra en establecer la posibilidad, y en tal caso la magnitud de los ajustes necesarios, para recuperar la senda hacia resultados fiscales más cercanos al equilibrio.

Cabe aclarar que se trata sólo de comparaciones numéricas, a fin de dimensionar el desequilibrio, pero no son de manera alguna una recomendación de política de cómo proceder con los diferentes gastos, pues ello implicaría analizar no sólo las consecuencias económicas sino también sociales que acarrearía tal medida.

Si se relativiza el resultado fiscal con los subsidios económicos, se aprecia que el rojo fiscal ha sido equivalente a una porción cada vez mayor de este gasto. Así, en los años 2013 y 2014 su valor nominal representó la mitad del gasto en subsidios. Ello significa que el equilibrio fiscal se podría haber logrado en dichos años con un recorte del 50% de los subsidios, mientras que en 2015, aún con la eliminación total de los mismos, no se podría recuperar el resultado equilibrado (el ratio para este año ascendería a 1,2).
 
Lo anterior también se verifica cuando se relativiza el déficit con el gasto en personal. Esta relación fue creciendo durante los últimos diez años, producto de un déficit que creció a mayor velocidad que el gasto. En el 2015 el ratio podría ascender a 1,5, por encima de los registrados años previos (0,6 y 0,8 en 2013 y 2014, respectivamente).

La creciente preponderancia del gasto en el producto de la economía por encima de los ingresos, y su consecuente desequilibrio fiscal, implica hacia el futuro una restricción de política económica, sobre todo cuando la tipología del gasto que más creció presenta inflexibilidades a la baja.
 
Por un lado, este accionar impone la necesidad de reunir cada vez más recursos, lo que dificulta la posibilidad de sostener el financiamiento del gasto sin generar condiciones negativas para la estabilidad y el nivel de actividad económica. Por otro lado, las mencionadas características de inflexibilidad a la baja de buena parte del gasto comprometido, configuran una fuerte restricción para encarar cualquier tipo de reforma tributaria que requiera una resignación de recursos fiscales. Dicho condicionante se potencia si el acceso al resto de fuentes de financiamiento típicas de un gobierno resulta dificultoso o excesivamente gravoso. De todos modos, se considera que es vital encarar una baja de impuestos que impacta en el sector formal de la economía y que permita que se pueda empezar a salir de un estancamiento económico de cuatro años

*Director de Investigaciones de Iaraf.