Conmovía verlo, el martes pasado en la cena de recaudación de fondos de la Universidad Torcuato Di Tella, al ministro de Cultura, Pablo Avelluto, explicándole a Alejandro Bulgheroni los avances del Estado en la regulación con el sector privado.
—(...) Y pudimos después de mucho tiempo quitarle la concesión al restaurant del Cabildo porque no pagaba el canon; yo sé que no es un gigante, pero muestra que estamos cambiando.
Hay más chances de que el petrolero de la mayor fortuna del país se tome el tren Roca a Gerli que se sacuda con un relato sobre regulación estatal. El diálogo refleja lo suave que es el Gobierno cuando se trata de hacer llegar también a los empresarios la lógica de ponele-mafia-a-todo, que hasta ahora parece más apuntada a los sindicalistas que no comulgan con la Casa Rosada.
El ámbito de la evangelización de Avelluto era el ideal. La Di Tella es hoy la principal fuente de cuadros técnicos donde está abrevando Cambiemos, ya sea con graduados o con profesores de esos claustros. Varios funcionarios presentes, de hecho, se buscaban en el libro que se repartió por las mesas donde estaban todos los académicos de la facultad. “¿No nos sacaron de la lista por estar en el Gobierno, no?”, preguntaba un técnico de importancia del Banco Central, de profundo espíritu ditelliano. Fundada en 1991, la Di Tella tuvo su primera camada de graduados en 1995, que –según charlaban en algunas mesas– hicieron algún fugaz paso por la administración de la Alianza y luego emigraron a hacer posgrados y especializaciones en el exterior. Con la llegada de Mauricio Macri a la Presidencia encontraron una vía de regreso al país e ingreso masivo a la administración pública.
Algo así como esos jugadores que acá se vieron jugar poco, se fueron a Europa a hacer su carrera por la que fueron reconocidos, y ahora buscan ganar con la camiseta de su propio país. “El mejor equipo de los últimos cincuenta años” equivale a “nunca más vamos a tener otro Messi”. Los posgrados en las universidades del mundo y los títulos con mil denominaciones en inglés son los tres goles de Dybala en la Juventus cada fin de semana. La expectativa está en que exploten acá y cosechen éxitos. Que bajen la inflación. Ganar un mundial, o al menos ir. Los resultados por ahora están por verse.
—¿Qué responsabilidad para la Di Tella con tanta gente en el Gobierno, no? —preguntó este diario a un cuadro de universidad.
—Si sale mal, no fuimos nosotros... fue el técnico —se rió el funcionario del BCRA, mientras comía un bife con papas apiladas.
A lo Sampaoli. En el Campus Alcorta el martes había un técnico del área económica por metro cuadrado. Hasta el ministro Nicolás Dujovne llegó corriendo desde Córdoba para sumarse. “Ahora empezamos la fase del 3-4-3”, soltaba una de sus espadas en la cartera. Aunque tiene menos fútbol que HBO, parecía estar hablando de la táctica que puso el DT Jorge Sampaoli contra Perú. Pero no.
Se refería a las proyecciones de crecimiento económico. Este año ya descuenta una expansión de 3% del PBI, que dejaría un arrastre estadístico de 1,8% para 2018, para el que también augura un 4%. Y arriesga aún más. Espera un arrastre del 1,5% para 2019, con lo que la economía también crecería otro 3%. Si fuera cierto, sería el final de la “navegación a vela”, con un año de crecimiento seguido por otro de ajuste. Un homenaje de despedida al creador de esa expresión, Miguel Bein, ahora que deja la consultoría económica.
Como en el fútbol, el problema es el voluntarismo. “Y para 2019 ya va a haber inflación de un dígito, este va a ser otro país”, agrega el funcionario. Vale dudar: la Fundación Fiel acaba de medir que el mes pasado el costo de vida subió 2,1% y la “subyacente”, esa medición sin servicios ni productos estacionales, saltó 2,6%. Lejísimo de las metas oficiales.
“Estoy seguro de que vamos a ir al Mundial”, dijo el martes Sampaoli tras otra noche con los problemas de siempre. Ojalá.