Un mono, en un tiempo infinito, cambiando palabras al azar –conjeturó Borges– tendría que llegar a escribir el Quijote. Sin embargo, hay sucesos en nuestra vida que parecen tener detrás un guionista. ¿A quién no le pasó? Uno se levanta pensando en una persona que no ve hace miles de años y esta persona aparece frente a nosotros no bien salimos a la calle. Un nenito acaba de perder a toda su familia en un accidente y los tíos lo llevan a la cancha y entre los papelitos que le caen encima está el recorte del aviso funébre de la muerte de sus padres. ¿Cómo puede ser? Hace unos días yo atravesaba una zona de turbulencia laboral. Tenía que decidir cosas que cambiarían toda mi vida. Esa noche, prendo la tele y agarro empezada una película donde Kevin Kline le enseña a jugar al ajedrez a su empleada doméstica. En un momento le dice: “Los que arriesgan pierden, pero los que no arriesgan, pierden siempre”. Me pareció que Kevin me hablaba –y me miraba– a mí. Unos días después estoy viendo un partido nocturno de mi club del alma. De golpe, el Pitu Barrientos mete un gol descomunal desde cincuenta metros. Cuando lo entrevistan, dice que tuvo un poco de suerte y que vio al arquero adelantado y que como tenía las piernas frescas –había ingresado recién– pateó. Pero yo, que tengo la tele de Yrigoyen sé la verdad. En un mes voy a cumplir cincuenta años. Pienso en eso a menudo. Cincuenta metros la distancia del tiro de Barrientos, un homenaje secreto para mi vejez.