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funcionario singular

La tercera vía brasileña

Fue refrescante escuchar al ministro de Asuntos Estratégicos del Brasil, Roberto Mangabeira Unger, en su reciente presentación en el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales. Se trata de un personaje singular: mezcla de político e intelectual, de brasileño y norteamericano, fue un joven profesor en Harvard y se suele comentar que el primero al que le publicaron en la escuela de leyes un artículo sin notas al pie. Hasta se le adjudica haber revitalizado una corriente crítica dentro de la famosa universidad con sede en Boston.

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Fue refrescante escuchar al ministro de Asuntos Estratégicos del Brasil, Roberto Mangabeira Unger, en su reciente presentación en el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales. Se trata de un personaje singular: mezcla de político e intelectual, de brasileño y norteamericano, fue un joven profesor en Harvard y se suele comentar que el primero al que le publicaron en la escuela de leyes un artículo sin notas al pie. Hasta se le adjudica haber revitalizado una corriente crítica dentro de la famosa universidad con sede en Boston.
Durante el primer mandato de Lula mantuvo una distancia crítica del gobierno, pero luego el presidente lo sumó a su equipo para trabajar sobre cuestiones estructurales, como el futuro de la Amazonia y temas de defensa regional. En su visita a la Argentina tuvo mucha actividad y puso en marcha la realización de un seminario para octubre con una conocida ONG del medio local.
Mangabeira se manifiesta lejos del marxismo y de las centroizquierdas tradicionales, que en sus palabras “buscan humanizar lo inevitable”. Sin embargo, se califica como un hombre de izquierda, partidario de un reformismo radical con efecto acumulativo. “Hay que pensar distinto para crear un nuevo modelo de desarrollo para Argentina y Brasil”, lanzó, y se permitió disentir con la concepción integradora actual, que hace eje en proyectos conjuntos de infraestructura y energía.
En la base de su modelo está la democratización de las oportunidades económicas y educativas. Sería como tratar de romper con la lógica que sostiene que “primero hay que crear riqueza, tratar de distribuirla y luego solucionar las fallas que subsisten con planes sociales”. En su visión, no alcanza con regulaciones estatales y compensaciones para los más pobres; el viejo dilema Estado-mercado está muerto y se debe fomentar una economía de mercado incluyente, creando las instituciones que la promuevan. Hay que “reconstruir el mercado” desde el Estado. ¿Cómo? Van los títulos de algunas de sus recetas.
u Combatir el bajo ahorro local que nos lleva a depender de los capitales internacionales (ahorro externo) y a recortar el gasto público. La ortodoxia económica se corta al dejar de depender de la confianza de los mercados internacionales. Tener realismo fiscal, pero exigir un aumento drástico del ahorro interno para movilizar recursos hacia la innovación productiva.
Romper con la idea de producción a gran escala, en procesos rígidos, con mano de obra de poca calificación. Basta de fordismo tardío y de darle poco retorno al trabajo. En su visión urge organizar un post fordismo basado en descentralizar la producción y en la innovación. “En Brasil, las regiones pobres no deben ser San Pablo primero, deben saltar esa etapa”, comentó Mangabeira, para argumentar que se necesita un diseño institucional nuevo para la política industrial (crédito, tecnología) que ponga en el centro a las pymes.
En educación, habló de abandonar la idea enciclopedista para dirigirse a un esquema analítico. Enseñar desde distintos puntos de vista, lo contrario del autoritarismo tradicional. Bregó por generar una revolución de contenidos y métodos en la escuela, y por terminar con la educación técnica tradicional de herencia germánica.
Otro de sus conceptos básicos giró en torno de una reforma administrativa para crear un Estado “capaz de hacer”.
Otro de sus puntos tiene resonancias directas para la Argentina: apostar por la agregación de valor a la producción del campo, superando el dilema entre agricultura familiar/pequeña y empresarial. Se trata de llevar a los productores más pequeños las habilidades de los grandes a través del diseño institucional (crédito para tecnología, precios mínimos). Su idea consiste en fortalecer al productor frente al comprador (la gran empresa multinacional).
El mundo del trabajo no está ajeno a sus propuestas. Afirma que no se debe apostar por el trabajo barato sino a valorizarlo con aumentos de productividad; opinó que se necesita otro modelo de relación entre capital y trabajo, que incluya y permita representar a los trabajadores precarios o informales. Todo un desafío para la Argentina, donde los sindicatos defienden los intereses de sus afiliados y casi un 40% de los que trabajan no tiene protección ni representación.
Ni flexibilización laboral ni derechos adquiridos que protegen sólo a una minoría. Su respuesta es democratizar el mercado haciendo efectivo que los trabajadores participen de las ganancias de las empresas.
En la concepción de Mangabeira este proyecto tiene una base y un destinatario social: la clase media y media baja, los trabajadores.
Es cierto que por momentos suena a expresión de deseos o a tercera vía estilo brasileño. No faltarán los que digan que es una forma de camuflar el giro a la ortodoxia de Lula, aunque muchas de estas premisas irritarían al más centrista de los ortodoxos. En fin, el estimulante paso de Mangabeira por Buenos Aires muestra que los brasileños tienen afición a pensarse y repensarse a futuro. Su cierre incentivó al debate: “Hay que mezclar dosis de rebeldía e imaginación”.

*Licenciado en Economía y periodista.