“Afuera está ventoso, pero aquí está tan caliente… Cada noche tenemos una batalla para evitar que nuestras chicas se quiten toda la ropa. ¡Oh, vamos, quédense! ¿Quién sabe? Puede que hoy perdamos la batalla.”
Joel Grey, maestro de ceremonias de “Cabaret” (1972), dirigida por Bob Fosse (1927-1987).
Cayó Bielsa, cayó Cappa y cayó el pobre Borghi. Con Carlos Kunkel la cosa ya era más complicada: el tipo estaba sentado y además es una mole de casi dos metros con bastante ventaja de peso sobre Graciela Camaño. El golpe de derecha tan temido finalmente llegó, simbólico, directo a la boca. ¡Pahh…! Eso sí: faltó rotación de cintura, un mejor balanceo corporal y medio pasito atrás para darle consistencia y recorrido al cross. Igual no estuvo tan mal. Por un par de días la diputada salió en los medios más que Ricardo Fort, lo cual es casi un récord. A Lilita Carrió le encantó, por ejemplo.
Fueron tres finales muy diferentes para tres tipos raros del ambiente. Gente que gana, pierde, empata, ¡incluso piensa…! Un exceso que, tarde o temprano, se paga. Marcelo Bielsa estaba tranqui, sentado como Kunkel, pero se levantó y se mandó a mudar. Adío. Puro principismo: lo explicó con detalles, con un discurso más largo que los de Fidel. Angel Cappa lució en la teoría y murió en la práctica. No pegó una. Se lo notó incómodo jugándola tan de visitante. Fue como María, la Novicia Rebelde recién llegada al palacete para educar a los hijos ricos y caprichosos del capitán Von Trapp. No podía durar. No duró. A Claudio Borghi, dicen, se lo devoró el “mundo Boca”. Ahá. ¿Y de qué se alimentará ese caníbal? ¿Piensa o es puro instinto? ¿Que busca? ¿Dónde vive? ¿De qué hablamos cuando hablamos de “mundo”, muchachos?
Es notable cómo la costumbre, la repetición obsesiva en los medios, la presión comercial, el interés político o la simple estupidez vocacional han convertido en dogma un ideario que parece pensado por deficientes mentales. Da lo mismo cómo y con quién: si gana, sirve, sea lo que fuere; si pierde, no existe, a otra cosa.
Contratar a un técnico y pedirle que cambie su estilo en medio de la competencia es ridículo. Es como traer a Plácido Domingo y ponerlo a cantar con los Ratones Paranoicos, dicho esto con todo respeto. Eso le pasó a Borghi –que viene de ser campeón con esa misma idea– y a los que, como él, no creían que la cosa era para tanto. Y, sí. Boca es “A vencer o morir”, como el ERP, pero con la chequera en la mano. Todo lo demás es bla bla.
Alguna vez alguien debería pedirles explicaciones a los “invictos”. Así llamaba Passarella a los periodistas, tan geniales a la hora de hablar con el resultado puesto. “¡Ahí llegan los invictos!”, anunciaba, irónico. Bueno, parece que hay otros invictos. Los dirigentes de fútbol. Gente de discurso rústico –ojo, intento ser amable–, expertos en lugares comunes, frases hechas, sutiles como un rinoceronte en una cristalería a la hora de opinar o candidatearse. Igual, con plata se tapa todo. O casi. ¡El rey está vestido!, les gritan mientras les dura el poder y se pasean en pelotas. Aj.
En un país donde el rating televisivo define horario, vida y muerte de programas, artistas y políticos y los espectáculos son noticia por la gente que “meten” –como vacunos en Liniers–, el fútbol no podía ser la excepción. Lo que sí perturba es el avance de la ficción como realidad legitimada. Es como en el programa de Tinelli: a nadie le importa si mienten. Pasa en la tele, y si pasa ahí, pasa “de verdad”. De verdad son, entonces, los cracks que ya no pueden levantar las piernas, los chicos que a los diez minutos reciben el cartel de “fenómenos” y los proyectos a futuro que se hacen humo en cuanto la pelotita les pica mal. Es inútil: la gilada consume, cómplice, y da por sentado que la verdadera gilada… son los otros. ¡Oh, santo Sartre!
Alguna vez Boca fue un club y no un “mundo”. Hubo un Heller con su idea y un Macri con otra, bien opuesta. Daban para debatir, para apoyar o disentir. ¿Y ahora? ¿Qué quedó? ¿Qué es este zoológico de barrabravas con carné que bajan línea por la radio y andan en autos que bien podría comprar Fort? No sólo el equipo dejó de sumar, parece.
Borghi es un tipo simpático. “Boca es como hacer el amor con la puerta abierta”, dijo, y no pudo ser más exacto. Fue un jugador genial y hoy es un técnico serio, con una idea madre que puede funcionar o no de acuerdo a sus intérpretes. Es increíble pero los de
Argentinos, un outlet futbolero, le funcionaron mucho mejor que la elite que tuvo en Boca. Suele pasar. Palermo está grande, Battaglia está lento y Riquelme, ¿está? Ah… quién sabe. Los demás hicieron lo que pudieron. Pudieron poco. Lo pagó Borghi, a quien muchos no se bancan –pese a tanto elogio sobreactuado–, por demasiado frontal, ingenuo quizá; tan sin filtro. Alguien así es, obvio, un peligro. Mejor volvete a Chile.
¿Algo más? Sí, una desmentida. Niego terminantemente que Borghi sea “demasiado bueno” para el ambiente del fútbol. Por dos razones.
a) Es el ambiente del fútbol lo que está “demasiado podrido” para cualquiera.
b) ¿A quién puede importarle la otra?