COLUMNISTAS

Lamentable ingenuidad

La misa en conmemoración a Chávez que brindó la parroquia de Caacupé, en Barracas, se asemejómás a un acto político que a uno religioso.

Cristina Fernández de Kirchner en la ceremonia religiosa. | Foto: EFE
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Hay declaraciones tan poderosamente elocuentes que tornan irrelevante todo comentario o adjetivación. Ésta dice: “Viva la Iglesia, viva la Virgen, viva el Papa, viva Chávez y Viva Cristina”. Fue la consigna que salió de la boca de la “guía” de la misa que se celebró este miércoles 5 de marzo la parroquia de Caacupé en la Villa 21-24 de Barracas en ocasión del primer aniversario de la muerte de Hugo Chávez. Lo que estaba previsto técnicamente como una misa, fue un acto político en el sentido más integral de la palabra, con un añadido importante: no solo fue un acto político; fue un acto político-partidario. Fue un acto faccioso.

 

La presidente, vestida de blanco y con una importante flor sujetada a su cabellera, dijo en la misa que “a Hugo Chavez lo custodia definitivamente su pueblo”. El cura Lorenzo “Toto” de Vedia admitió que rezaba “especialmente por Chávez, a petición de Cristina”. Luego agregó: “Los pueblos de América Latina estamos fuertemente unidos por la fe que nos dieron nuestros mayores, fe que también profesó Hugo Chávez, y que lo llevó a trabajar por un socialismo humano y cristiano”. Elk cura De Vedia es uno de los curas villeros con mayor proyección en las barriadas de emergen en los últimos años, siguiendo el sendero abierto por el padre José María “Pepe” Di Paola.

Cuando Jorge Bergoglio fue designado Papa, el gobierno argentino quedo estupefacto y congelado las primeras 72 horas, convencida la ortodoxia gobernante que Bergoglio expresaba de lo que ellos llaman “la derecha procesista”. En esos primeros días, una masiva batería de denuncias periodísticas a través del oligopolio mediático presidencial aludió a la supuesta complicidad del cardenal Bergoglio con torturas y desapariciones en la época de la dictadura. Pero no tardó mucho el Gobierno en dar un violento giro, típico de su trayectoria; cada vez que ha sido necesario así lo ha hecho. Cuando aún no había transcurrido una semana del primer mensaje gélido y absolutamente protocolar con el que la presidente saludaba al papa Francisco, el Gobierno se puso en marcha y operó un violento reacercamiento a la Iglesia Católica. Como parte de este reacercamiento se lo designó al secretario de Cultura a Jorge Coscia como “embajador” presidencial en esa villa, en su condición de secretario de Cultura.

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En esta misa, el padre De Vedia pronunció palabras que pusieron en marcha un mecanismo complicado y lleno de peligros. Efectivamente, hace muchos años que en la Argentina hay sacerdotes católicos al servicio de los pobres. Son los conocidos “curas villeros”. Ha habido curas villeros desde la década de los años Setenta y los sigue habiendo hoy. La condición de sacerdotes católicos, como ellos lo saben perfectamente bien, no exime a nadie de la posibilidad de equivocarse ni de pecar. Varios sacerdotes católicos de la década del Setenta, en la Argentina y en América Latina, consideraron que la violencia armada y la guerrilla eran un camino de salvación, ya sea de manera directa, como sucedió con Camilo Torres Restrepo en Colombia, o de manera indirecta, como el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo en la Argentina. Fueron curas que simpatizaban explícitamente con la lucha guerrillera y con el cambio revolucionario en pos del socialismo.

Esos tiempos parecían superados, pero como la Argentina involuciona sin parar y permanentemente, ahora tenemos una suerte de curioso “revival”. Es realmente asombroso que un sacerdote como De Vedia elogie a Chávez y a su supuesto “socialismo cristiano”, siendo Venezuela un país donde la Iglesia debería predicar concordia, diálogo y la búsqueda de una concertación.

No hay tal mensaje cristiano de parte del régimen venezolano: hay en cambio una constante exhibición de fuerzas militares, anuncios apocalípticos y amenazas de nuevas acciones, incluyendo rupturas con países, y denuncias de complot. ¿Dónde ve el padre de Vedia ese socialismo cristiano en Nicolás Maduro? ¿Es, acaso, misión de la Iglesia prestarle marco, encuadramiento y escenario al apetito enorme de poder de un gobierno como el de Cristina Kirchner que, de manera aviesamente oportunista, decide asociarse a los curas villeros como si los logros de esos barrios fueran un mérito del Gobierno?

El argumento de estos curas, que son austeros, viven en la pobreza y han terminado encarnándose en esa dinámica según la cual toda ayuda es bien recibida, es pretendidamente ingenuo. Dicen los curas (que no trabajan solos, porque sin la asistencia de muchísimos voluntarios y voluntarias laicas, su trabajo no sería relevante) que no le pueden cerrar las puertas a nadie. Entiendo que no se le puede negar una misa a nadie. Así es la ley de la Iglesia. Pero lo de esta semana no fue solo una misa. No tuvo ni siquiera el decoro protocolar de asegurar que el mensaje fuese estrictamente religioso. Fue un mensaje político, partidario y faccioso, que lamentablemente encuadró a la gente de Caacupé al servicio de una causa que no era la propia, la que busca históricamente. Lo que ha recibido de las almas bellas y nobles que ayudan a esas poblaciones es entrenamiento para mejorar,  tener una vida mejor, hacer frente a la pobreza, la droga y el crimen, y superarse.

Lo de este jueves 5 de marzo fue un festejo ideológico que convirtió a la misa de Caacupé en una orgía de demagogia. Esto es inadmisible, censurable y lamentable. El Gobierno sabe muy bien lo que hace, pero me pregunto si curas como el padre De Vedia saben lo que están haciendo y en qué senderos han explícitamente y voluntariamente metido a la propia Iglesia Católica.

(*) Emitido por Pepe Eliaschev en Radio Mitre.