Hay un poema de Patti Smith que comienza diciendo: “Por favor, Godard, filma esto.” El pedido me resulta de una autenticidad, un respeto y una honradez envidiable (todo lo contrario al gesto reciente de Patti Smith de acercarse hasta la plaza San Pedro a estrechar la mano del Papa Francisco, que más bien me dio vergüenza ajena). El poema parece haber sido escrito para que Godard lo lleve a la pantalla –y no sé si finalmente lo hizo.
Hay un escritor estadounidense de quien en español sólo se encuentran dos de sus libros: Mucho Mojo y Cuando el río suena. Se llama Joe Richard Harold Lansdale, y gracias a internet y a la piratería, hace unas semanas pude bajarme gratis veintiséis libros de Lansdale al Kindle, con lo que puedo afirmar que me convertí en un hombre feliz. Me importan un bledo los derechos de autor. No los bajé en su lengua original, sino en italiano. Italia es un país donde el género policial proveniente de cualquier idioma se cultiva con fruición y una histeria benéfica inusual en un país donde prácticamente lo único que se lee es literatura italiana (descubrieron a Pessoa hace poco más de veinte años, gracias a las traducciones de Tabucchi).
Lansdale es un autor particular por muchos motivos. Entre otros, es el creador de varios métodos de defensa personal, el Maverick Kenpo, el Matsukaze Budo y el Shen Chuan (“Puño del espíritu”; lindo nombre, ¿no es cierto?) mezcla de muchas artes marciales, e imparte clases en Nacogdoches, en su Texas natal, en una escuela llamada Lansdale’s Self-Defense Systems.
Incursionó en muchos géneros, desde el terror y la ciencia ficción hasta el policial. Sus novelas de terror y ciencia ficción son divertidas, llenas de canibalismo y animales prehistóricos aparecidos en pleno siglo XX. Pero se puede vivir sin ellas. En cambio tiene una serie policial protagonizada por dos personajes muy especiales: Hap Collins y Leonard Pine. Hap, el narrador, es blanco, vive al día, se enamora de cuanta mujer se le pone delante y sufre de una melancolía a prueba de cualquier cosa. Leonard, su amigo, es negro, ex combatiente en Vietnam, gay y cínico. Y tiene una mirada que hace saber a quien lo mire que puede ser muy peligroso. Ellos protagonizan hasta hoy una docena de novelas y un libro de relatos. La semana pasada leí tres novelas de esa serie: Una estación salvaje, El mambo de los osos y Bad Chili. Hap es un perdedor, de esos que “si hubiese caminado durante diez kilómetros alrededor de un prado lleno de vacas para mantener la mierda lejos de sus zapatos habría conseguido de todos modos un montón fresco de mierda de perro en el que meter el pie”. Amo ese tipo de personajes porque se parecen mucho a mí. Lo que ocurre en esas novelas es terriblemente sangriento, pero las intervenciones de Leonard las vuelven un raro tipo de novela policial capaz de provocar al mismo tiempo escalofríos y carcajadas. La gente en el subte me pregunta qué estoy leyendo. Pero nunca hago a tiempo de explicarlo porque siempre tengo que bajarme antes.
Por favor, Rodrigo Fresán, publicá a Lansdale en la colección Roja y Negra.