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Las cartas de Cristina

Sus misivas revelan una personalidad enferma, con rencores, necesidades, enojos y desprecio hacia quienes la contradicen.

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Menú a la carta, Cristina Fernández. | Pablo Temes

Las cartas de Cristina Fernández de Kirchner revelan varias cosas: su personalidad –enferma–, sus rencores, su resentimiento, sus necesidades, sus enojos, su pensamiento y su desprecio hacia quienes osan contradecirla, criticarla o juzgarla y sus objetivos.

La ex presidenta en funciones ha encontrado en este medio –la carta– una manera de confirmar su centralidad y de producir estrépito. Es curioso porque el estrépito más importante lo produce puertas adentro del Gobierno en el que ella es la que manda. Encabeza. Nada de lo sucedido con sus dos misivas es casual, sino causal. Busca ser el centro de todo. Así como en la carta del 27 de octubre –aniversario del fallecimiento de Néstor Kirchner– habló de “funcionarios que no funcionan”, en esta lo más relevante, desde lo político, fue no mencionar a Alberto Fernández en las 2.407 palabras de su texto.

¿Qué motiva el enojo de Cristina Fernández de Kirchner, una persona que en sus apariciones públicas todo lo que muestra es fastidio? La respuesta es simple: su comprometida situación judicial. Ese hecho fue el que la llevó primero a buscar protección en los fueros que le dio su condición de senadora y, segundo, a la designación de AF como candidato a presidente para poder así ganar la elección en 2019. Seguramente, hace un año, la llegada al gobierno le hizo albergar la convicción de que, a esta altura, la maraña que la complica fuese ya cosa del pasado como consecuencia de haber logrado la tan ansiada impunidad. Pero, afortunadamente para la república, todavía quedan jueces honestos e independientes del poder político. Para CFK y algunos de sus secuaces, eso es fatal. La confirmación por parte de la Corte Suprema de la condena a Amado Boudou –a quien un juez con el perfil de los magistrados que ama el kirchnerismo le consultó cómo quiere cumplir su sentencia– y la confirmación de la constitucionalidad de la Ley del Arrepentido por parte de la Sala I de la Cámara de Casación complican el futuro de CFK, para quien los jueces buenos son los que la favorecen. ¿O acaso no elogió implícitamente al ex juez Norberto Oyarbide cuando la sobreseyó en forma exprés –sin investigar nada– en la denuncia por supuesto enriquecimiento ilícito?   

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En el entorno de uno de los ministros de la Corte Suprema le restaron importancia a la última carta de CFK. “Nadie esperaba que la vicepresidenta se quedara callada. Sus críticas parecen más compatibles con el disgusto por su situación y la de sus ex funcionarios que con una demostración de poder o un intento por ejercer presión sobre el cuerpo. La Corte tiene que funcionar de manera independiente de los otros poderes y así será”, señaló la voz desde las entrañas del Palacio de Justicia, la que agregó: “Estamos a un año de gobierno. Hay mucho camino por recorrer y lo más lógico es pensar que esta carta no será la última”.

Es lo que hay.  En el corazón del poder oficialista ya se empiezan a acostumbrar a la modalidad epistolar elegida por la ex presidenta en funciones para comunicar sus deseos y disgustos: “No se siente como algo incómodo. Cristina ha encontrado en la escritura una manera directa de transmitir lo que piensa hacia el interior y el exterior del Gobierno”, asegura una funcionaria de buenos vínculos con los diferentes actores del FdT. “Muchos la acusan de autorreferencial y de cierto ninguneo hacia la figura del Presidente. Nosotros creemos que Alberto puede hablar por sí mismo si quisiera hacerlo, no necesita que CFK lo haga por él. En ese sentido vemos en las cartas la prudencia de no invadirlo ni esmerilarlo”.

“Con o sin cartas, el FdT está unido pero hay una clara apuesta de la oposición y de algunos comunicadores por la división del espacio. Primero atribuyeron problemas con Sergio Massa y ahora directamente con los integrantes del Ejecutivo”, completó otro funcionario. Y agregó: “Lo que no terminan de entender es que la inteligencia de CFK fue haber elegido a Alberto por su temple y  formas diferentes a las de ella.Un equilibrio que se busca en todos los integrantes del oficialismo”.

Cerca de Massa aclararon que el líder del Frente Renovador “no se mete en la relación entre las cabezas del Ejecutivo”. Está claro que prefiere no hacerlo mientras no le lleguen las esquirlas y mantener a su grupo lejos de las controversias. Pero otros en el FR tienen una visión más realista mientras caminan entre cáscaras de huevo. “Las cartas son una forma de acaparar la atención de toda la política. Ella siempre buscó diferenciarse del resto. No es el diálogo ideal para dos compañeros de fórmula, si la tensión escala, terminará siendo destructivo”.

“Comparto muchas de las críticas de Cristina”, dijo AF. Lo que no dijo es qué es lo que no comparte.

Lo que dejó la semana. La media sanción en la Cámara de Diputados del proyecto de ley de legalización del aborto exhibió la pobreza argumentativa de un gran número de legisladores, tanto de los que votaron a favor como de los que lo hicieron en contra. En muchas de las provincias gobernadas por el peronismo, las encuestas muestran una mayoría que está en contra de la ley. ¿Qué harán los gobernadores? ¿Qué hará CFK si tiene que desempatar la votación en el Senado?

A ninguna autoridad pareció preocuparle el amontonamiento de gente –de ambos bandos– en la zona del Congreso durante las muchas horas que duró el “debate”. ¿Cómo se compatibiliza eso con el argumento esgrimido por los sectores del oficialismo a favor de la suspensión de las PASO arguyendo el riesgo de contagio del Covid-19 que representa la aglomeración de los ciudadanos delante de las mesas de votación? ¿Qué hará La Cámpora, para cuyos candidatos la suspensión de las PASO es letal? ¿Qué hará CFK, que fue la inventora de las PASO luego de la derrota que sufrió su difunto esposo en las elecciones de medio término en 2009?

El primer año del gobierno de Alberto Fernández se resume en una palabra: defraudación. La pandemia actuó como un catalizador que exhibió las contradicciones profundas del Frente de Todos. De esa heterogeneidad, la única que demuestra claridad de objetivos –impunidad y perpetuidad en el poder– es CFK. Todo lo demás es amorfo.

Nadie sabe muy bien qué quiere y hacia dónde va Alberto Fernández, cuyos vaivenes traen a la memoria una famosa frase de Abraham Lincoln: “Un dilema es un político tratando de salvar sus dos caras a la vez”.