La escena transcurre en el Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética. Un tribunal le toma examen de ingreso al partido a un campesino.
—Dígame, si usted fuera el dueño de una fábrica, ¿qué haría? –preguntó uno de los interrogadores.
—Bueno –contestó el examinado–, la convertiría en una cooperativa, y junto con los obreros seríamos todos dueños por igual.
—¡Muy bien, muy bien! –exclamó el jurado a coro.
—¿Y si tuviera una estancia? –preguntó otro de los miembros del tribunal.
—En ese caso –responde el campesino–, me juntaría con todos los peones y repartiríamos la tierra, que debe ser de quien la trabaja.
—”¡Excelente!”, asintieron los examinadores.
Finalmente, pregunta otro de los miembros del partido.
—¿Y si tuviera gallinas?
—¡Ah, no!, momentito. ¡Gallinas tengo! –respondió, horrorizado, el examinado.
Las razones no bolivarianas. No sé por qué, el revuelo generado en la Argentina, tanto en círculos empresarios, como políticos o gremiales, en torno a las recientes expropiaciones de empresas, algunas de capitales argentinos, dispuestas en Venezuela por el hermano bolivariano don Hugo Chávez, me recordó esa historia.
No puede sorprender a un observador informado de la realidad venezolana, que el desplome del precio del petróleo y su efecto sobre el crecimiento económico y el financiamiento del clientelismo político de ese país terminara por radicalizar y profundizar, aún más el “modelo” populista e intervencionista del amigo valijero, en busca de chivos expiatorios y fondos alternativos para mantener su sistema funcionando.
Lo curioso, en todo caso, es que estas reacciones que se dan ahora, frente a la profundización venezolana de su modelo populista, no se hayan dado, al menos en la misma magnitud, ante acciones similares del Gobierno argentino.
En efecto, al igual que su par venezolano, cuando el kirchnerismo se quedó sin financiamiento “fácil” de su propio populismo, por el desplome de los precios de las commodities agrícolas y la caída en los volúmenes de producción, por la sequía y por los desincentivos a invertir generados por el marco regulatorio, decidió estatizar los fondos de pensión, intervenir en los directorios de las empresas, parte de cuyos paquetes accionarios adquirió por esta vía, alquilar una planta papelera que, dicho sea de paso, parece que contamina “un poquito más” que Botnia, y expropiar indirectamente con controles de precios, permisos de importación y exportación, incumplimiento de contratos, y prohibiciones varias, tanto en el mercado de bienes como en el de movimiento de capitales.
Ante estas decisiones locales, las repercusiones, los comunicados empresarios, las declaraciones de gremialistas y políticos fueron sustancialmente menos intensas.
¿Por qué, de pronto, hechos “normales” en el marco de la Revolución Bolivariana, llaman tanto la atención? ¿Se sospecha, acaso, que cuando el candidato Kirchner habla de “profundizar un modelo” que se quedó sin financiamiento, apunta a generalizar el tipo de acciones arriba comentadas?
¿Se supone que tanto la Presidenta como el jefe del justicialismo fueron informados de estas medidas que pensaba encarar Venezuela, cuando la familia Chávez visitó El Calafate la semana pasada?
Si lo supieron y nada dijeron o hicieron para evitarlo ¿es porque están de acuerdo? ¿O porque mantienen cierta dependencia con el mandamás caribeño? ¿O han fracaso en su papel regional de “contener a Chávez”, junto con Brasil?
Demasiados interrogantes para sumar a un contexto de incertidumbre post 28 de junio.
Fin de ciclo. Lo cierto es que, así como la falta de financiamiento fácil, vía el récord de los precios del petróleo, está llevando al chavismo a medidas extremas para sostenerse, algunos, en la Argentina, están empezando a descubrir, recién ahora, que el fin del ciclo de financiamiento fácil del populismo fiscal, que se explicitó con el fracaso de los aumentos de los impuestos al comercio exterior a mediados del año pasado y que llevó a las expropiaciones ya mencionadas, puede inducir al Gobierno argentino a medidas más audaces en materia de intervención, si el resultado de las elecciones de junio deja margen de maniobra suficiente.
Y las excusas se podrán buscar al norte de Venezuela. ¿O es que Obama no compra acciones de bancos, compañías de seguros o automotrices?
La mirada de la élite. ¿No estará, por lo tanto, el mundo obligado a seguir, finalmente, el ejemplo de la Argentina, el único país que, mientras todos están en recesión, sigue creciendo, aunque sea sólo en las estadísticas oficiales?
Curiosa la élite dirigente argentina, acaba de darse cuenta de que gallinas tiene.