Si bien las sociedades cambian permanentemente, hay momentos en que los cambios son más profundos y marcan hitos; parece que estamos viviendo uno de esos períodos. Hoy las mujeres están en la vanguardia del cambio. PERFIL fue la semana pasada un reflejo de esto.
El cine muy rápidamente muestra los cambios: la columna de Juan Solanas en Espectáculos el sábado y la nota de Gallardo el domingo sobre su nueva película, son un ejemplo. Solanas reconoce que, como argentino en el exterior, no percibió el aborto como un problema hasta que se enteró de que las mujeres van presas por abortar. El año pasado, frente a la movilización por la sanción de la ley de legalización del aborto, la filmó. Que sea ley, el documental en el que muestra escenas y testimonios que captó recorriendo el país, fue premiado en el Festival de San Sebastián. El cambio que muestra es la movilización masiva frente a un viejo desafío de las mujeres, que denunciaban desde hace mucho pero que el año pasado se masificó; un cambio que el documental muestra en plena evolución y que pronto se plasmará en ley.
El fútbol femenino profesional ya está instalado; exige cambios que están en curso pero que aún no se plasmaron. Los contratos a las futbolistas se hacen según el modelo de los varones, no contemplan la cobertura de maternidad. Frau Barros en Deportes del sábado lo pone en evidencia: hay pocas madres entre las futbolistas, pero al crecer este universo, las mujeres deben poder compatibilizar su profesión con la maternidad y esto debe contemplarse en los contratos.
A esto se suma considerar la identidad de género, ya que también implica especificidades que deben plasmarse en esos contratos, superando el binarismo. Este es el camino hacia un cambio clave para el futuro del fútbol en general y en especial para el femenino.
Otro cambio en marcha, aún incipiente pero que trae mucha fuerza, es el reconocimiento de los cuidados no remunerados como trabajo. Las tareas domésticas continúan siendo responsabilidad casi exclusiva de las mujeres: una de las tareas de cuidado no remunerado que llevó a Silvia Federici, filósofa feminista italonorteamericana, a decir que “eso que llaman amor es trabajo no pago”.
En 50-50, Patricia Valli comenta una reunión de la OIT sobre las mujeres a las que otras mujeres contratan para estas tareas. Recordemos que la OIT aprobó en el 2011 el Convenio 189, que reconoció el trabajo en casas de familia como trabajo formal, con la protección social y el derecho a su agremiación; algo no menor, que en la IV Conferencia Internacional de la Mujer en Beijing en 1995 se planteó como derecho básico de las trabajadoras.
En el país, en 2013 se sancionó la Ley 26.844, que establece los contratos del personal de casas particulares según el convenio 189. Esta ley es un gran adelanto, pero solo el 30% está registrada y el 2% sindicalizada. Se requiere que las mujeres que contratan a otras mujeres para estos trabajos las reconozcan como “trabajadoras”. Y que las trabajadoras se asuman como tales, e incluso se sindicalicen para defender sus derechos colectivamente.
Silvia Ramírez Gelbes analiza en su columna del domingo los cambios en el lenguaje, y cómo las mujeres son consideradas las más conservadoras y a la vez las más innovadoras. La autora explica que esta falsa paradoja se genera en las mujeres en la inseguridad social y la maternidad, constituyendo la primera una estrategia de custodia de lo actual y la segunda de amparo del futuro. La coexistencia de ambas estrategias se debe a los años de discriminación y subvaloración de las mujeres.
En momentos de cambios como los actuales surgen formas como el reemplazo del genérico “o” por la “e”. Si el lenguaje es un reflejo de la sociedad, las feministas hemos generado cambios que van de la mano de los sociales, aunque tardan en ser aceptados e incluso pueden no subsistir. Pero esto no les quita la importancia y el rol que cumplen en cada momento.